34. Perdida

444 80 16
                                    

Maik

Eliza ha desaparecido. Iba a llamar a la policía, pero mi mujer tiene otro rostro, me llamarían loco. Me comuniqué con Darren, el cual vino enseguida. Rein lo mira de mala manera, mientras está sentado en la silla del living, comiéndose un pastel de crema helada. Ambos están en sus formas de chico.

—¡Ni creas que te daré de mi torta! —Lo señala con la cuchara y luego me observa a mí —Te dije que te olvidarás de esa mujer, no me escuchas, ¿eh? —Niega moviendo la cabeza y se come otro trozo.

Darren suspira.

—Es inevitable mirarte cuando comes crema.

—¡Es helado! —lo corrige —Y no encontrarán a las voces quedándose ahí parados.

—¿A las voces? —pregunto confundido —Pero...

—¿Dónde crees que está Eliza?

—Sí, pero tampoco sabemos donde se encuentran esas cosas.

El restaurador camina hasta Rein y se sienta a su lado, entonces lo agarra del brazo, abrazándolo.

—Tú tienes una conexión con las voces, si te concentras, seguro las localizas, ¿verdad?

—No me toques —expresa arisco y de su brazo sale electricidad, así que Darren antes de tropezar se aparta rápido.

—Auch —Mueve la mano que parece que le quemó.

—Tú también tienes una conexión con las voces —le aclara.

Frunce el ceño.

—Yo tengo una conexión con la mariposa, no con las voces —lo corrige estando indignado.

Sonríe.

—Sigue en tu mundo de fantasía, todos tenemos oscuridad en nuestros corazones, y tú ya la tocaste, a pesar de que fue rechazada ¿Quién dice que aún no queda algo allí?

Se cruza de brazos.

—¿Entonces tengo que suponer que tú también tienes luz?

Rein se ríe, luego se pone serio, las luces parpadean, la mesa se resquebraja y me agarra un escalofrío cuando habla.

Es como si hubiera un demonio cerca de mí.

—No, yo aplaste a esa desgraciada, además olvidas una cosa, eres un restaurador, no puedes odiar por completo a alguien, a diferencia de ti, yo sí puedo, porque no tengo un buen corazón, lo destruí en pedacitos.

—Rein... —lo llamo.

—Yo también morí, morí el día que ese coche me atropello.

—Moriste —expresa Darren dándose cuenta y cuando Rein sonríe me sobresalto.

Las luces dejan de parpadear y ha vuelto a la normalidad, ya que está comiendo su helado tranquilo.

—Lo recuerdo —quedo pensativo —el doctor había dicho que falleciste, pero después habló de un milagro, que no había ni un hueso roto, que fue todo gracias a Dios.

—Al diablo —opina Darren.

—¿Quieren encontrar a Eliza o no? —cuestiona molesto mi hermano.

—¿Vas a ayudar? —Alza una ceja.

—Solo porque siento que las voces se están muriendo —aclara y el restaurador frunce el ceño.

—¿Se están muriendo?

—Sí, es una sensación muy fea.

No me gusta como suena eso, Eliza está perdida, y a pesar de que esas cosas son nuestro mayor enemigo, tienen su cuerpo, si les pasa algo a ellas le sucede algo a mi pareja, es por eso que hay que encontrarlas.

Crisálida #6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora