24. Homofóbico

413 81 35
                                    

Es tarde, ha sido un día lleno de pacientes y no he parado de atender gente ni un instante. Aun así no he dejado de pensar en una sola persona.

Eliza.

Está enojada y tiene razón de estarlo. Si tan solo pudiera controlar mis emociones, sería más fácil. Que frustrante pelearse con tus pensamientos.

«No me tocas, ni me miras»

No me considero homofóbico, de hecho tengo pacientes gays, incluso transexuales, y me llevo bien con todos como si nada. Sin embargo si soy yo que está en ese lugar, no puedo ni pensarlo, menos imaginarlo. Y teniendo en cuenta que la persona que amo cambia de sexo repentinamente, ahí es cuando mi cerebro hace explosión. Ni siquiera por algo natural ¡Sino por magia! No es que ella cambió porque quiso, eso es todavía más raro. Mi cerebro va a estallar.

Agarro un analgésico del casillero que tengo en mi consultorio y tomo de una botella, trago la pastilla, entonces cuando bebo un sorbo más, la puerta se abre, así que quedo perplejo, escupo toda el agua al verla, toso, por esa razón la mujer rubia se acerca hasta mí y me da palmadas en la espalda.

—¿Estás bien? —pregunta preocupada y me alejo.

—¿Tania? —digo sorprendido.

Sonríe.

—Al fin te encuentro, creo que a la enfermera no le agrado, no me dejaba pasar, seguro es una envidiosa —Se ríe.

—¿Qué haces aquí? —Ignoro sus molestas acotaciones y guardo la botella en el casillero.

—Que arisco ¿Dónde quedó tu amabilidad?

—¿La que tiraste por el suelo cuando terminamos? —Alzo una ceja —Repito ¿Qué haces aquí?

—Sé que no te traté muy bien la última vez que nos vimos pero...

—Tengo muchos problemas para lidear contigo también ¿Me vas a decir qué quieres o qué?

—¿Puedo oírlos?

Frunzo el ceño.

—Claro que no.

—Solo me acordé lo bien que la pasábamos tú y yo —Apoya un dedo en mi bata —doctor Weber —Se muerde el labio inferior —los médicos son muy excitantes.

—¿Interrumpo algo? —La puerta se abre de repente otra vez, pero en esta ocasión veo a Eliza.

Malentendido detectado. Mi pareja frunce el ceño y mira la mano de Tania.

—Aleja tus mugrosos dedos de mi hombre —expresa furiosa la cobriza y avanza a paso fuerte por el consultorio, se pone en medio forzando a la rubia a retroceder, luego me observa a mí —¿Se puede saber que estás haciendo?

—Nada en absoluto —Bufo.

—¿Quién es esta? —La señala.

—Soy Tania, querida ¿Y qué estilo raro es ese? —Mira sus tatuajes.

—Tú cállate, nadie te habló —Mi chica vuelve a observarme —¡¿Quién es?! —me exige.

—Mi ex —contesto —Tania.

—Ya sabía yo que ese nombre de rubia barata me sonaba de algo —La observa de refilón.

—Bueno, ya se conocieron, todo muy lindo, tú ya te puedes ir —le digo a Tania, echándola.

La rubia sonríe cuando Eliza se aleja un poco de mí.

—Veo cuáles son tus "muchos problemas" que triste que te amarren así —Mira el vientre de mi pareja —. Creo que no vale la pena seguir hablando —Se retira y puedo sentir el odio de Eliza en todo el consultorio.

Se gira abruptamente, y me observa con una mirada asesina.

—¡¿Te parezco un problema?! —me grita echando mucha furia.

—No —Trago saliva.

—¡¿Qué mierda le dijiste a esa mujer?!

—No le dije nada, no te alteres, te hará mal a ti y al bebé, tranquilízate.

—¡¡Me tranquilizo si quiero!! Nos peleamos una vez, ¡¿y ya te vas detrás de otra?!

—Eso no es cierto —Alzo la voz.

—Si es cierto... —Sus ojos se humedecen.

Cada vez que llora, me parte el corazón en muchos trocitos.

—Jamás lo haría, créeme por favor, confía en mí —Doy dos pasos adelante y ella retrocede.

—¡¡No me toques, homofóbico!! —Me empuja y se va corriendo.

Maldita sea, todo mal. No me lo pienso mucho y la sigo. De manera lamentable, como todo lo que me ocurre últimamente, la pierdo de vista. Aunque no desisto, la continúo buscando.

Crisálida #6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora