Mírame. [KaiSoo]

Capítulo 20: HERIDAS CICATRIZADAS. Parte 3.

Jongin sentía un nudo en su garganta mientras apretaba con fuerza su mandíbula, intentando de esa forma no llorar como una niña. A pesar de no haber conocido a Jiwon y nunca poder hacerlo por obvios motivos, era triste para él leer en una lápida la fecha exacta en la que una persona moría, más cuándo se trata del familiar de alguien a quien quiere.

Con una mueca de disgusto -aquella que pone sólo cuándo se encuentra sensible y con ganas de largarse a llorar- fijó su mirada en el mayor. Kyungsoo estaba agachado, observando el nombre de Jiwon mientras ponía con delicadeza los falsos claveles, con sus pulgares rozándolos con determinación, pasando a el nombre de la lápida y dejando su mano caer de manera muerta en la tierra movida.

Una lágrima, una pequeña e insignificante lágrima, se escapó de los oscuros orbes de Jongin, en lugar de Mr. Frio. El moreno se sentía perplejo por aquella gotita de líquido que se había escapado de sus ojos, así que la secó de un manotazo y dio una última mirada a Kyungsoo.

Tentado a abrazar fuertemente al pelirrojo, Jongin se resistió y se levantó, prefiriendo dejarle un momento a solas para que ambos pudiesen despejarse.

Sin alejarse mucho, Jongin localizó un banco enfrente del Hogar de los Cofres, lugar que fue llamado así por el hecho de que los cadáveres se encontraban encerrados en cofres de su altura y ancho, puestos dentro de allí, mientras unas pequeñas ventanas se encontraban frente suyos, dónde podrían colocarse fotos, flores, datos del difunto, objetos personales y demás cosas que Jongin iba examinando con su mirada fisgona.

Un nuevo escalofrío le recorrió la espalda y decidió dejar de husmear para poder sentarse en aquel banco, esperando pacientemente por Kyungsoo. Sentado en aquel lugar, observó la espalda del mayor, quién parecía estar hablando -por la forma en que movía su cuerpo-. Miraba a ambos costados, palmeando la lápida constantemente, por lo que Jongin suponía y sabía que estaba hablando con Jiwon.

No debía, ya que Kyungsoo tenía que tener una “charla”, pero se levantó de aquel banco –sin siquiera haber reposado diez segundos en él- y caminó lentamente hacia Mr. Humor, aún con la sensación de escalofríos por estar en aquel cementerio. A medida que se acercaba, la voz de Mr. Murmullo se hacía más sonora y entendible.

—…y perdón, también, es que no pude mantener la otra promesa. Es decir, no mantuve ninguna de nuestras promesas, Wonnie, perdona…—hablaba el pelirrojo de espaldas al menor, mientras ladeaba la cabeza—. Es decir, lo hice muy bien por varios años, hasta cuándo te fuiste, pero…yo…lo hice y no aguante. Pero vale la pena, en serio. Solo mirarlo a él y nadie más, así era, por lo que solo él… ¿está bien? —Jongin frunció el ceño al no entender y se acercó un poco más, quedando a menos de un metro de distancia de él. Cruzó sus dedos por no ser descubierto y pareció dar resultado, porque Kyungsoo estaba demasiado inmerso en su charla cómo para notarlo—. Tampoco cuidé a Jieun cómo era debido, ni a la tía ni terminé las secciones psicológicas con el maldito doctor Kim cómo te prometí hace mucho. En serio, perdóname, serán palabras vacías pero…empiezo de nuevo ¿sí? Por mí, por ti, por Yoomin, por Jieun —hizo una pausa para tomar aire y, fuera de la vista de Jongin, rodó los ojos, así continuó—, por mamá y papá, por Baekhyun también ¿te acuerda de él?

Aunque no pareciese, Mr. Humor se sentía ridículo de hacer eso, pero estaba siguiendo los pasos que una vez su psicólogo le indicó hacer para “tener una vida más tranquilo consigo mismo” o algo así siempre le decía aquel licenciado novato en psiquiatría. Kyungsoo nunca le gustó para nada aquello que tenga que ver con la mente humana. Sobre todo, el psicoanálisis o asociación libre, esos absurdos métodos que consistían únicamente en hablar y largar todo lo que cruzaba por su cabeza, hasta el más mínimo detalle.