28.

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Narra el Narrador

La joven que se encontraba en los brazos del aquel chico tan difícil sentía que iba cayendo en un pozo.

Cada vez, percibía menos lo que sucedía a su alrededor y empezaba a perderse a sí misma.

Finalmente, el cenizo llegó a la enfermería.

Rápidamente la dejaron en una camilla.

- Vuelve a clase - le dijeron antes de cerrarle la puerta en las narices.

Cabreado por la actitud de la enfermera y un poco nervioso por lo ocurrido recientemente, volvió a su clase refunfuñando.

Todos se encontraban en el pabellón.

Se maldijo a sí mismo y a la joven, porque ahora tendría que explicar como estaba la situación a muchos adolescentes curiosos que para él eran una gran molestia.

Mientras tanto, en la enfermería una mujer de entrada edad apuntaba varias cosas en una libreta.
A su lado dormitaba una joven que de un momento a otro despertaría.

La anciana, cansada de escribir, empieza a darse cuenta de que la muchacha se estaba despertando.

Y entonces, la chica empieza a abrir los ojos. La luz del sol le molesta.

Mira directamente a la anciana que tiene a su lado.

Esto mismo ya le había pasado anteriormente en su otro instituto.
Sabía perfectamente lo que iba a pasar a continuación.

- ¿Cómo te encuentras?

- Despierta.

- Me refiero a cómo te sientes.

- Cansada, a pesar de que me he quedado dormida.

- No te has dormido, te has desmayado.

- ¿No es casi lo mismo?

- Ojalá fuera así.

- Ah.

- ¿Has desayunado?

- Sí.

- ¿Tienes alguna enfermedad que te hallan diagnósticado los médicos? ¿Alguna deficiencia? ¿Anemia, tal vez?

- No, que yo sepa.

- ¿Tomás drogas?

- No.

- ¿Alguna vez las has probado?

- Nunca.

- ¿Y relaciones?

- Me temo que no. De ningún tipo, no hace falta que pregunte.

- Bien.

La mayor apunta unas cuantas cosas y vuelve a mirar a la joven.

- En ese caso, lo más probable es que hubiera sido cansancio. De todos modos, ve al médico a que te lo miren.

La joven asiente, pero en el fondo no escucha.
Ya le han dicho varias enfermeras que vaya al médico, pero a ella no le gustan esos lugares.

Sabe que en el futuro esta imprudencia podría pasarle factura, pero es demasiado tozuda.

Vuelve a prestar atención a la anciana, que ha vuelto a hablar.

- Bueno, como todo está en orden, ya puedes irte. Sé que es el primer día, pero vete a casa. Debes descansar. Tómate una buena merienda y no te esfuerces demasiado.

La joven asiente. Sabe que sus padres no estarán en casa por el trabajo, y que sus compañeros seguirán en el pabellón. Podrá coger sus cosas rápidamente e irse, cosa que agradece. Lo que menos le apetece en este momento es tener que dar explicaciones a nadie. Ni siquiera a sus padres, que desconocen lo de los mareos.

Una vez en casa se deja caer en el sofa.

Gran comienzo.

Destinos Entrecruzados (Bakugo Katsuki y tu) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora