Llegan a la escuela y deben comenzar por sentarse. ¿Qué aprender en la escuela? A dominar su cuerpo. A dejar de llorar cuando se tienen ganas de hacerlo, a quedarse sentados cuando se querría correr. Solo después la escuela nos enseñara contenidos, sobre todo los de los problemas. Por el momento, ya forman pequeños cuidados.
En la escuela hay horas que a veces son de control, todo es control. Los espectáculos de fin de año no son cadenas de actuaciones individuales sino más bien espectáculos colectivos. Es el regreso de la vida en sus impulsos más simples, gritar, correr, quererse, empujarse. Es la vida que, después de haber estado controlada, se descarga ruidosamente, antes de volver a clase y tener que sentarse en poder agredirse ni abrazarse.
Se envía a los niños a la escuela no para que en ella aprendan algo sino para que se acostumbren a quedarse tranquilamente sentados y obedecer puntualmente lo que se les ordena. Sin embargo, la primera legitimidad de la disciplina es la ruptura con la ley del más fuerte.
Si este orden es legitimado, es porque se aplica igualmente a todos los niños, cualesquiera que sean sus caracteres o medios den origen, la disciplina es maestra de igualdad. En la escuela, el niño descubre esa igualdad de la que no puede tener experiencia en su familia.
Uno de los grandes descubrimientos de Freud, que tuvo un papel central es el escándalo desencadenado por sus rebajos a comienzos del siglo, es la existencia de pulsiones sexuales en el niño.
La igualdad de oportunidades es un hermoso discurso. ¿Qué se aprende en la escuela? Que autoridad superior es la condición de la igualdad efectiva. Si no hubiera nada por encima de nosotros para imponernos la igualdad, dejaríamos que la desigualdad natural perpetrara todos sus estragos. En la escuela, el niño no hace lo que quiere. Pero ser libre no es hacer lo que se quiere. Ser libre es saber imponer un límite a nuestros deseos para poder actuar razonablemente. Evidentemente, en ella se adquiere saberes elementales, leer, escribir, contar, etc.
El problema reside en que la autoridad del maestro puede ser sentida como arbitraria. El niño corre el riesgo de creer que todo poder es de politico y desarrollar actitudes que amenazan su ciudadanía futura. I no se somete, la escuela lo convierte en un ser que corre el riesgo de pensar, casi por reflejo, que todo poder es arbitrario y deben ser combatido. Ahora bien, ni los esclavos ni los rebeldes serán buenos ciudadanos.
Para que los niños no sientan jamás la autoridad como arbitraria, basta con que el maestro les explique las razones de toda regla. Aunque en efecto, no comprenderá tal vez sino mas tarde, se trata de explicarle desde ahora para que, desde este momento, nazca en el deseo de comprender. Se trata de hablarle al niño como un adulto, para que lo sea más rápido. Debe explicarles que el respeto de esa regla permitiría a cada uno no solo expresarse, encontrar sus puntos de referencia, sino también a la colectividad aprovechar sus puntos de referencia, sino también a la colectividad aprovechar un espacio de convivencia, y uno de esos ritos gracias a los cuales estará mas unida.
La defensa de la disciplina descansa entonces sobre la hermosa idea del tiempo que le da al niño y su mente. Le indica que piensen en por qué se sientan. Tal vez el alumno a veces se aburre en la escuela, pero al menos ese tiempo es para él. Puede hacer lo que quiera durante ese tiempo, soñar despierto, pensar, aburrirse, escuchar. La fuerza de la escuela consiste en que no se parece a la vida, mas tarde para recobrar ese tiempo para leer o simplemente soñar, habrá que robárselo al sueño, a la familia o a la propia empresa. Luchar en medio de todas esas cosas por hacer para reencontrar un poco de ese tiempo libre.
Ante todo la escuela nos enseña lo siguiente:
1. A dominar una parte de nosotros mismos, el cuerpo.
2. Y que otra parte se exprese, la razón.
La disciplina favorece el despertar de la mente del niño en el momento en que se lo impone al cuerpo. Kant escribe que el hombre es el único animal que podria destruirse si no hiciera más que obedecer a sus instintos naturales. De modo que ningún animal tiene la necesidad de educación como el hombre.
Es justamente aquí donde aparecen los límites de este pensamiento de la escuela. Porque el hombre no es una maquina compuesta de dos partes, un cuerpo al que podríamos apagar, como apoyando en el botón off, y una razón que, mecánicamente, se encontraría liberada. Este animal, esta naturaleza o sus pulsiones no pueden ser apartados simplemente. Es imposible erradicar una parte de sí mismo.
La experiencia lo muestra todos los días, un maestro semejante fracasa a menudo cuando quiere interesar a sus alumnos. Por lo tanto no hay ninguna prueba de que la disciplina sea suficiente para hacer emerger ese deseo hipotético y complejo que es el deseo de saber. Cuando un ojo se ilumina con curiosidad intelectual, el cuerpo entero se tiende hacia la mano que se levanta. Es un despertar semejante lo que la escuela debe enseñarnos, hacernos descubrir, ¿pero cómo?
