Texto 11. En la escuela aprendemos a ser reconocidos.

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Puesto que la escuela aspira a hacer nacer o crecer ese deseo de saber, es necesario que en ella se preserve, de una manera o de otra, una dinámica del deseo. Encuentro a este otro, mi compañero de clase, como aquel que necesito para satisfacer un deseo profundo que quizá sea el primero de todos mis deseos y el motor de mi experiencia, el deseo de reconocimiento.

Es en la escuela donde aprendemos el peso de la mirada del otro sobre nuestra obra. El niño que aprende a leer busca por lo menos tanto saber leer como ser reconocido como alguien que sabe leer.

Hegel explica que semejante deseo de reconocimiento objetivo de si constituye la diferencia esencial entre el hombre y el animal. El animal busca satisfacer su deseo y el reconocimiento del valor de su deseo por parte de los demás hombres. En efecto, la escuela nos educa, una vez más, en el sentido etimológico, nos conduce fuera de la familia.

Es porque la tarea de la escuela es justamente conducir al alumno fuera de su tarea, hacia ese afuera que es la escuela, podrá satisfacer su deseo de reconocimiento, independiente cabalmente de todo lo que pasa en su casa, de los ingresos de sus padres, de las costumbres familiares.

¿Qué se aprende en la escuela?, que nuestro valor debe salir de sí mismo, subir al estrado del vasto mundo, exponerse en el pizarrón. Pero no lo hace ante todo para iniciarse en la ley o en la ciudadanía sino para dar a cada uno la chance de encontrarse, de reconocer su valor singular a través de esas realizaciones salidas de sí mismo para delinear ese si ante los demás y gracias a ello. Es también sugerir que esa identidad, intima, subjetiva, está en la escuela en busca de una objetividad, de un reconocimiento. La escuela nos enseña menos a colorear o a disertar que la necesidad de colorear o de la disertación para tomar conciencia de sí.

Esta violencia de la necesidad de reconocimiento nos permite comprender por qué los hombres, siempre tan dispuestos a idealizar el objeto de su deseo, finalmente, cuando lo obtiene, no están jamás satisfechos. Ni ese empleo de nivel superior, sino el reconocimiento que siempre está situado más allá. Si fuéramos eternos, no luchariamos asi por el reconocimiento. La escuela es necesaria porque el amor de una madre o el calor de una familia no pueden bastar para aplacar semejante angustia. Para encontrar la razón misma de aprender esos contenidos, ese deseo de reconocimiento cuya urgencia de hacía sentir menos en la familia porque los padres ya han reconocido al niño y porque ellos formas una barrera ante la violencia del mundo. No solo. Cada uno pide a los demás que reconozca su interpretación como válida, sino que cada uno ejercita su pensamiento al contacto con los de los demás. La escuela nos enseña que no escaparemos. Nos enseña el sentido de la lucha; nos prepara para ella.

Solo la mirada del otro nos devuelve a nosotros mismos. Si dios ya no está para decirnos no que vemos, lo único que queda son los demás hombres. Si dios ya no está para colmarnos de la certeza subjetiva de ser su criatura, no queda más que esa necesidad imperiosa de aprobar, objetivamente, el propio valor. La escuela nos enseña lo que es un mundo sin Dios.

La escuela debería enseñar que no somos ni burgueses ni proletariados ni alumnos naturalmente dotados o perezosos. El deseo de saber se había vuelto necesario como condición de la satisfacción de ese deseo más profundo que es el de reconocimiento. Es el deseo de reconocimiento el que convoca al deseo de saber.

Por lo tanto, la escuela nos propone abrirnos al saber para obtener el reconocimiento de los demas hombres. La escuela nos abre al principio mismo de la cultura humana. La prohibición del incesto, obligándonos a encontrar fuera de nuestra familia una satisfacción de nuestro deseo sexual, ya nos arrojaba en la aventura de la cultura y del encuentro del otro. Del mismo modo, el hecho de que la satisfacción de nuestro deseo de reconocimiento no tenga su lugar en la familia nos obliga a buscar fuera ese reconocimiento. La escuela nos enseña que no podemos elegir, debemos salir de nuestra casa para satisfacer nuestro deseo.

FilosofiaWhere stories live. Discover now