Desastre de desfile

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Estaba sentada en la cama esperando a que Alana saliera del baño. Miré el horario y había un supuesto "baño con hielo" ¿Qué era eso?

Alana salió del baño con una bata rosa.

-Apresúrate para ir al baño de hielo-no quería preguntar qué era eso para no parecer tan estúpida.

Entré al baño y me coloqué la bata, me dejé mi ropa interior y arriba me coloqué mi bata rosada.

Salí y Alana tenía una toalla en su mano, yo seguí su acción y ambas salimos a dónde no tenía idea, pero, solamente seguí el camino de Alana.

Nos dirigimos al Spa y allí entramos. Todas las chicas estaban en tinas llenas de hielo ¡¿Tenía que entrar en una de esas cosas?!

-Por aquí-nos señaló una chica y nosotras la seguimos hacia dos bañeras que estaban siendo llenadas con hielo.

Alana se quitó la bata quedando completamente desnuda. Mi autoestima bajó hacia el piso de inmediato, Alana tenía un cuerpo envidiable. Ella se metió a la tina sin protestar y se quedó allí.

-Recuérdenme porqué debemos hacer esto-dije mirando la tina.

-Para que la piel se ponga dura, nadie quiere a una Miss flácida-tragué saliva y me quité la bata, pero antes de meterme una mano me agarro por el brazo.

Me voltee para ver a la misma chica que nos guió a las tinas y ella tenía una mirada severa.

-Completamente desnuda-la miré mal.

Miré la tina y poco a poco me quite el sujetador hasta dejar mis pechos libres. Luego bajé mis bragas y las dejé junto a mi bata a un lado de la tina. Me sentía expuesta. Alana me veía y trato de cubrirme con mis manos mientras metía mis pies a la tina ¡Que frío! Poco a poco metí todo mi cuerpo y el frío inundo mi piel. Di un leve salto al sentir el frío contacto.

-Odio esto-dije incomoda sintiendo los hielos en mi piel-¿Cuánto debemos durar?

-Media hora-soltó Alana cerrando los ojos y recostando su cabeza a la orilla de la bañera.

¡¿Media hora de esta tortura todos los días?!

¡Mátenme ahora mismo!

Estaba dando vueltas en la cama y tapándome la cabeza con las sabanas, pero nada, no funcionaba, no lograba dormir

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Estaba dando vueltas en la cama y tapándome la cabeza con las sabanas, pero nada, no funcionaba, no lograba dormir.

Había sido una semana muy dura, con los ensayos de las pasarelas me gané muchas vergüenzas y el odio de alguna de las concursantes.

Todo había sido caminar de un lado a otro pareciendo una diva, probándome vestidos y tomándome las tallas, practicar con mis tacones y morir de hambre.

Esa noche sería el desfile de presentación y el hambre no me dejaba dormir, me gruñía el estómago.

Me senté en la cama y pude escuchar leves ronquidos de mi compañera de cuarto. Qué suerte tiene, a ella no le molesta su estómago porque seguramente lo tiene muy pequeño, en cambio, yo no.

¿Señorita?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora