ℒℐℬℰℛℐ ➵ Wɪɴɢs ᴏғ Fʀᴇᴇᴅᴏᴍ 【Lᴇᴠɪ Aᴄᴋᴇʀᴍᴀɴ】PAUSADA

Gratitud

Liberi

Petra estuvo a punto de contarme lo ducedido cuando la puerta se abrió una vez más. Por un segundo pensé que era Hange de nuevo, pero a penas pude ocultar la confusión y cierta sorpresa al ver a Levi. Parecía más irritado de lo habitual. Ordenó de manera sutil a Petra salir del cuarto. Me contuve de decirle que se quedara, ya que Petra no desobedecería una orden. Pero la idea de quedarme sola con él, por algún motivo, me hacía sentir tensa. Cuando Petra se fue, Levi cerró la puerta lentamente, a penas se pudo escuchar el "click". Un silencio incómodo se apoderó del lugar. Esperé pacientemente a que hablara, pero pasaban los segundos y no pronunciaba palabra alguna, simplemente se apoyó contra la puerta con los brazos cruzados y me miró fijamente. Desde que desperté, poco a poco pude recordar la mayoría de los sucesos de la expedición y en base a ello decidí ser quien rompiera el silencio.

—¿Cómo está Oruo?—. Me maldije interiormente. Mi voz ya no sonaba tan segura y firme como con Petra y Hange. Me frustraba no comprender por qué últimamente la presencia del hombre me hacia sentir un poco pequeña, y no era como si él fuese más grande...

—Está bien. Solo sufrió una leve conmoción cerebral, pero ese bastardo puede manejarlo.

Asentí ligeramente, fijando la mirada al suelo mientras permanecía sentada en el borde de la cama. Oruo era un completo imbécil y no me agradaba demasiado, pero no pude dejarle allí, no pude permitirme verle morir.

—¿Qué hay de ti?

La pregunta me sorprendió ligeramente, moviendo inconscientemente y mirada hacia él. Por supuesto el no estaba libre de ser otro imbécil, pero poco a poco pude observarle mejor y sabía que no era una mala persona. Sus formas no eran las más agradables y su simple presencia hecha para atrás a cualquier persona normal, pero se podía decir que se preocupaba por sus compañeros. Aún no encontraba una forma correcta de definirle, sentía que le conocía un poco, pero ni siquiera la mitad de la mitad. Era una persona difícil de leer. Sus ojos no se habían movido de mi forma y seguía quieto contra la puerta, como si se asegurara de que nadie entrara o... Saliera.

—¿A qué has venido exactamente?—. Pregunté, tirando por la ventana todo signo de respeto hacia él, ya que me gustara o no, era mi superior y no uno cualquiera. Uno que quería que todo se cumpliera a la perfección. Por un breve momento quise retirar mis palabras, ya que él me había salvado de una muerte segura y odiaba eso, porque me sentía en deuda con él y era lo último que habría querido, pero simplemente esperé respuesta manteniendo una mirada firme en sus orbes.

Levi frunció el ceño, descontento por las palabras que escogí o por ignorar su pregunta. Probablemente las dos cosas. Después, habló. —Quítate la camiseta—. Ordenó con una voz demasiado tranquila para lo que estaba diciendo y su habitual expresión de aburrimiento.

Casi me atraganté con mi propia saliva.

—¿Cómo has dicho?

Levi cerró los ojos, como si perdiera la paciencia. —¿Es que no he sido claro, mocosa? Quítate la camiseta—. Repitió un poco más brusco.

Fue mi turno de fruncir el ceño mientras le miraba con disgusto y me levantaba de la cama para alejarme un par de pasos y poner más distancia entre los dos. ¿Por qué no me sorprende? Es un hombre con autoridad, por supuesto que se sentiría con el poder de hacer algo así. Debí imaginarlo, bastardo. Por un segundo Levi se vio confundido por mi acción, pero después pareció comprender y la sorpresa adornó su rostro, cambiando rápidamente a una de desagrado que superaba el mío.

—Lo que sea que esté pasando por esa estúpida mente tuya, desechalo. Solo pretendo cambiarte las vendas.

Oh. Por un segundo me sentí ligeramente avergonzada y giré mi cabeza hacia un lado, fuera de su mirada. Era su culpa por no elegir unas palabras pas apropiadas. —Puedo hacerlo yo misma, no es necesario.