XV

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Gaela me abrazó fuertemente y vi como suprimía las lágrimas que estaban al borde de salir.

-Cuídalo por mí, ¿de acuerdo?-Asentí y vi como después caminó hacía la puerta de su habitación para salir. Mamá y yo la seguímos sin saber que estaba ocurriendo. En la parte de abajo se encontraba Antoine sentado en uno de los sillones, leyendo cartas. En cuanto la escuchó la vio y bajó la mirada sintiéndose arrepentido.

-¿Cuánto tiempo me queda en esta casa?

-Puedes estar aquí mientras encuentro una nueva casa adecuada para ti. También puedes seguir usando el coche y todo lo demás.- Ella lo veía con la mirada dura mientras él logró tener un estado neutro.

-De acuerdo. Iré a dar un paseo por la ciudad. Te pido amablemente que la casa aparezca lo más pronto posible, si no es mucha molestia. Vamos, tenemos cosas que hacer, damas.- Gaela caminó con paso apresurado hacia el coche y nosotras la seguimos con dificultad.

-Gaela, ¿a dónde vamos?-Ya adentro, el cochero simplemente arrancó como si ya supiera nuestro destino.

-Al parque a dar una vuelta y alimentar mi ego comprando algunas cosas. Tenemos mucho que hablar sobre los gustos de Antoine para que Beverley pueda conquistarlo.

-Pero, se acaba de dar el decreto de su separación, ¿no crees que vas a ser víctima de los chismes?

-No me interesa. Y a ustedes tampoco debería de, después de todo, Beverley será la nueva marquesa y todos van a quererlos en su círculo de amistades. Que no les importe su imagen por ahora.- Mi madre de todos modos me vio preocupada, sabía lo que pensaba; "¿y si Beverley no consigue que el marqués se fije en ella?". Pobre de mi madre, le ahorraría esas preocupaciones diciéndole que llevo años enredada con Antoine, pero no es posible aún.

Llegamos y bajamos para empezar nuestra caminata. El sol cada vez era más débil ya que se acercaba la hora en que tendría que ocultarse.

Algunas personas nos veían muy disimuladamente, mientras que otras no ocultaban su vista fija y sus comentarios con la persona que las acompañaba.

-Mientras menos educación tiene la gente, más obvia es. Eso es algo que debes aprender Beverley, nunca muestres suficiente interés en temas que no te incumben. Los chismes, son cosas que se dejan a los plebeyos, ellos se encargan de esparcirlos y dar su opinión que a nadie le interesa. A ti sólo te llegará la información necesaria y debes limitarte a asentir y escuchar sin opinar, ya que puedes cortarte.- Me instruía como a una maestra; ambas sabíamos que tendría a una institutriz para enseñarme protocolos y demás cosas, sin embargo, ella me daba de su experiencia.

El camino era algo desigual, por lo que si no dabas el paso firme, podías resbalar o doblarte el tobillo. Claro, que si no tenías zapatos con tacón, todo era más fácil. A nuestro alrededor había grandes árboles rodeados de flores descuidadas que se combinaban con yerba salvaje.

-He descuidado mucho el parque. Tenía otros asuntos y no le tomé importancia al lugar más concurrido de la ciudad. Que horror.- Se detuvo a observar como las plantas eran regadas únicamente por la llovizna matutina.- Pero, tu te encargarás de no cometer el mismo error. Siempre mantén en buen estado todos esos lugares que las personas frecuentan y que son públicos obviamente. No querrás que venga el rey y vea semejante cochinero.- Seguimos la caminata y no tardamos en ver las golosinas que tanto le gustaban. Mi madre y ella se acercaron mientras que yo de nuevo preferí quedarme sentada en alguna banca.

Veía a mi alredor, veía a todas las personas que iban y venían, unas muy serias y otras sonrientes. Unas de prisa y otras tomándose su tiempo. Todas esas personas iban a estar bajo mi mandato, bajo mis ordenes, bajo mis leyes. Tendría no sólo amor y dinero, sino también poder.

Mi madre regresó con Gaela y unas cosas que no se veían apetecibles para mi, pero al parecer ellas lo disfrutaban.

-Esto está muy rico, ¿segura que no quieres, Bev?

-Segura, mamá.- Ambas se sentaron a mi lado, dejándome a mi en medio.

-¿Sabes? Los postres y todas esas cosas melosas sólo los pueden tener las clases altas. Obviamente tú como marquesa lo tendrás todo a tu disposición. Es por eso que en la ciudad venden estas golosinas baratas pero dulces, para compensar el hecho de que algunos nunca pueden comer un postre en toda su vida. Así al menos prueban algo dulce.

Después de su platica sobre azúcares, seguimos caminando hasta llegar a un lugar de venta de zapatos. Era muy exclusivo por lo que los precios eran muy altos. Se compró tres pares y después volvimos al castillo.

-Mañana tienes que volver, atrévete y usa algún vestido de te haga ver como la mujer que eres. Pasarás la tarde con Antoine, pregúntale sobre sus gustos y atrapalo Beverley, confió en ti.- Asentí con mi madre detrás de mí tomándome del hombro en señal de apoyo.

Volví a casa con un sonrisa muy ancha y mi madre me veía orgullosa.

-Vas a ser marquesa, Beverley. Mi hija será de la realeza.- las lágrimas empezaron a salirse de la emoción y yo también solté una que otra. Mis sueños se estaban cumpliendo.- No puedes dejarlo ir, hija. Eres muy hermosa y tu cuerpo se ha desarrollado, a puesto a que se fijará en ti más pronto que nada.

-Haré lo que pueda, madre. No quiero defraudarlas ni a ti ni a Gaela.

-No lo harás, pase lo que pase estaré orgullosa de ti.- Me dio una sonrisa y yo se la respondí con el mismo entusiasmo. Ellas no lo sabían, pero mi puesto de marquesa ya estaba ganado desde hace mucho tiempo.

Ambición de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora