XXXI

15 2 1
                                    

Las visitas entre Dior y Juliette se daban a menudo y mi madre comenzaba a dudar de si eso era una simple amistad ya que sus actitudes bien podrían ser las una nueva pareja. Sabía que a veces tenía la intención de separarlos, pero le había leído la carta que el rey había escrito pidiendo que se quedara tanto tiempo como fuera necesario para que pudiera impresionar a la hija de los duques y no tuviera ningún inconveniente con el matrimonio, aunque no entiendo que inconveniente podría tener, practicamente le estaban haciendo un favor al quererla casar con el príncipe.

"En respuesta a su carta, marquesa:
Me alegra escuchar que mi hijo tiene bien claro su compromiso no sólo con la hija de los duques, sino con su país. Beverley, usted es una mujer sureña que vive no muy lejos de Rosalía y sabe como son las mujeres de esos lugares, por lo que le permito hacer todo lo que sea necesario para que mi hijo logré impresionar a Lady Catalina.

Si logra ver mejoras en mi hijo después de las convivencias con su hermana, no termine con esas clases y continúe hasta que sienta que ha estado listo para volver al lado de su futura esposa.

Sin más demora, me despido:
Agustín Toscaine, rey de Normanda."

Su carta no había tardado muchos días en llegar, y de nuevo le había comunicado a mi madre y al príncipe sobre estas palabras. Por su parte, mi esposo se sentía orgulloso de su esposa, decía que no dejaba de sorprenderlo y que tenía a una mujer maravillosa a su lado. No podía contradecirlo.

Un semana y media después de que ambos jóvenes estuvieron conviviendo, los vi meterse en el pequeño laberinto que teníamos en el jardín, no podías perderte ahí por más de 40 minutos. A pesar de que no había motivo para que los siguiera, lo hice. Tomé mi vestido rosa y lo alcé para poder caminar rápido hacia el laberinto, me introduje y comencé a caminar con paso silencioso buscando de donde provenían sus risas, cuando los vi no sentí nada más que una profunda satisfacción, pero entré en mi papel.

-¡Juliette!-Me acerqué y terminé su romántico beso separándolos y dándole una bofetada a mi hermana.-¿En qué estabas pensando? Él es el príncipe de Normanda y tiene un compromiso. Y tú...-Me puse en medio de ambos y me dirigí a él.-Tienes una mujer en Rosalía que te espera, un padre y rey que puso sus esperanzas en ti.

-Beverley...

-¡Cállate, Juliette!

-Marquesa, por favor, escúchame.

-¿Qué más tengo que escuchar?

-Estamos enamorados, no pienso alejarme de Juliette.-Las palabras del príncipe me sabían a la miel más exquisita, pero a pesar de eso, puse un semblante tan molesto que apuesto a que daba miedo.

-Ustedes no están enamorados. Vamos príncipe, nos iremos ahorita mismo a Rosalía y luego de vuelta a Valle del Rincón.

-Pero...

-He dicho, príncipe Dior.-Sus ojos y los míos se veían fijamente, pero al final los suyos cedieron agachándose para después irse.-¿Estás loca? Te encargué una tarea en específico, no que enamoraras al príncipe. ¿Acaso haces esto por ambición? ¿Pensaste que serías princesa y luego reina? Así no son las cosas, tú no fuiste comprometida con él desde tu nacimiento, tu no eres nadie.-Caminé para buscar la salida y la encontré rápidamente debido a que empezaba a acostumbrarme a este por el tiempo que llevaba viviendo aquí.

Al entrar, Antoine bajó las escaleras un tanto desmontado al ver al príncipe empacar sus cosas.

-¿Qué está pasando, amor mío?

-Pasa que he descubierto a mi hermana besándose con el príncipe. Le pedí que empacara porque hoy mismo nos iremos a Rosalía para que vea de nuevo a su futura esposa.

-No puede ser, ¿cómo ocurrió?

-No lo sé pero lo solucionaré inmediatamente. ¡Ilda! ¡Ilda!-La criada apareció corriendo y le pedí que empacara nuestras cosas para jugar viaje corto y que lo tuviera todo listo a la brevedad. Esa misma noche nos encontrábamos de camino a la otra ciudad para que se distrajera de Juliette.

Al llegar a la capital marítima, el príncipe se veía a un más desanimado de lo normal a pesar de que pudo hablar con Lady Catalina con total naturalidad. Yo lo seguía con la mirada todo el tiempo y siempre su actitud era la misma, siendo tan aburrido y desesperante verlo apagado y sin ánimos.

-No sé te ocurra hacer una locura, ni lo pienses.

-Beverley, mi mente tiene una guerra interna al igual que mi corazón, necesito tiempo para pensar y reflexionar.

-No hay nada que pensar, tienes un compromiso, un deber que cumplir.-Había pasado por su habitación y se encontraba con la puerta abierta, Dior estaba sentado sobre su cama, dubitativo.

-No es algo fácil, amo a tu hermana y no es un sentimiento que se borre fácilmente.

-Eres tan egoísta que te ciegas por completo, le arruinará la vida a mi hermana mientras que Antoine y yo seremos mal vistos por tu padre y todo el país, seremos los culpables de que el heredero haya cometido semejante error.

-Lo menos que deseo es hacerles daño, pero no sé que puedo hacer.

-Yo sí lo sé. Pero tienes que seguir mis instrucciones, príncipe Dior. Tu padre no sabe nada aún, guardaré el secreto y Antoine también lo hará.-Seguí hablando con él explicándole paso por paso lo que debía hacer y decir; me quedé satisfecha al saber que entendía todo y estaba de acuerdo.

Los siguientes días, Dior tenía de nuevo esa vitalidad y trataba con interés a Lady Catalina como si nada hubiese pasado. Luego fue momento de irse de vuelta a Valle del Rincón al lado de su padre para seguir con nuestro plan.

Por otro lado, mi esposo y yo regresamos a OliveHill con una carta en la mano de parte de Dior para Juliette, una en la que le pedía paciencia, jurándole que pronto estarían juntos para siempre.

Ambición de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora