XIX

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Al llegar a la puerta me obligué a sonreír, para después abrirla y ver a Gaela en su cama con lágrimas aún.

-¡Beverley! ¿Puedes creerlo? Yo, en cinta.

-Es increíble, Gaela. De verdad te felicito.

-Tengo que decirle de inmediato a Antoine para casarnos y que el bebé no sea un bastardo.- Al parecer, muy rápido se había olvidado del hecho de que ella misma había pedido que Antoine y yo cortejaramos para formar una vida.

-Gaela...-interrumpí sus habladurías que ni siquiera me importaba escuchar.- Hablé con el médico. Me dijo que tu embarazo es de riesgo y puedes perder al bebé.

-¿Qué? No.- Se llevó ambas manos al abdomen y su cara cambió completamente. Ahora estaba aterrada.

-La edad y todo lo que has pasado, no es algo que le favorezca mucho. Dijo que debemos esperar hasta que el pequeño esté seguro. ¿Comprendes? No puedes decirle nada a Antoine porque si lo pierdes, te culpará y te odiará de por vida por matar a su hijo.

-Lo entiendo, Beverley. Dios, no pensé que esto fuera a pasar. Fue tan repentino, una noche nos topamos en el pasillo y comenzamos a hablar, de repente lo besé y terminamos en la cama. Y ahora tengo un hijo que no sé si pueda lograrlo.- Se acomodó en la cama y se puso a llorar, pero esta vez de desesperación.

-Te dejaré sola para que puedas descansar. Volveré después, ¿de acuerdo?- Ella asintió y me despedí de ella para ir directo al despacho de Antoine. Él, al verme, sonrió y se acercó a mí, pero al tenerlo en frente le solté una bofetada.

-¿En qué estabas pensando?

-Beverley...

-¿Creíste que no me enteraría? La muy estúpida me lo contó todo. Me contó como acabaste en su cama.

-Por favor escúchame.

-No, esto se acabó. No volveremos a estar juntos nunca. Lo arruinaste todo.- Hablaba con tono de coraje pero en susurros para que no pudieran escucharnos.

-No me hagas esto, escúchame. Te lo explicaré. Por favor.

-Me heriste, me lastimaste como no tienes idea. Me tenías a mí, ¿para qué ir con ella?

-No lo sé.- Agachó la cabeza y luego intentó tomar mis manos pero las zafé de inmediato. Empecé a llorar de dolor y de enojo. La odiaba a ella por tenerlo de nuevo y lo odiaba a él por hacerme eso. Sin embargo no iba a dejarlo, sabía que iría como un perro detrás de mí.

-No sé si pueda perdonarte esto. Te amo, pero esto me duele hasta el fondo de mi alma.- Salí de ahí con lágrimas en los ojos y cerré las puertas detrás de mí. Me quedé ahí calmandome y tratando de hacer que las cosas se vieran mejor. En cuanto lo logré, me fui a mi casa.

En una de las compras que hizo mi madre para conseguir hierbas para sus tés, me separé un momento y conseguí veneno para ratones. No dudaron en darmelo ya que era algo muy común en la ciudad. Las instrucciones eran precisas: viertalo en alimentos, dulces de preferencia, y espere a que el animal lo consuma. Morirá en minutos.

El animal que necesitaba matar, adoraba las cosas dulces, así que no sería difícil.

El viernes me presenté de nuevo y la vi mejorada. Al parecer la muy ingenua seguía mis instrucciones de alimentación y de nuevo había tomado gusto por las golosinas. No paraba de sonreír, se sentía feliz de tener a un ingendro dentro de ella.

Me recibió con un abrazo y besos en ambas mejillas. Me invitó a la terraza y pedimos el té. Conversamos unos momentos y en cuanto Antoine pasó por la puerta, desvíe la mirada, dándole a entender que mi indiferencia y desprecio eran producto del no perdón sobre los hechos ocurridos.

Al rato, una sirvienta venía encaminada hacia nosotras con el carro del té. Me levanté y la alcancé agradeciéndole su servicio, después continué yo llevándolo hasta nuestra mesa. Lo acomodé de tal forma que quedara de espaldas a ella y me aseguré de que nadie me viera mientras de mi escote sacaba un frasco con líquido que vacíe sobre su té y su panecillo.

Se lo di y lo recibió gustosa, comenzó a comer y a beber tranquilamente mientras mi sonrisa ansiosa se tornaba sincera, esperando los minutos justos para que cayera muerta. Esperaba y esperaba pero nada pasaba. De pronto ella empezó a sentirse mareada y decía que no se sentía bien del estomago.

-De seguro es por el bebé, ahorita se te pasa.- La ayudé a levantarse y empezamos a caminar con rumbo a su habitación, pero al llegar a la entrada que daba al interior del castillo, se derrumbó quejándose de un intenso dolor.

Las sirvientas llegaron de inmediato mientras fingía una profunda preocupación. Una de ellas corrió para avisar que llamaran a un médico mientras otra avisaba a Antoine. De inmediato llegó y la cargó hasta su cuarto, la acostó y le pedí que se fuera, que nosotros nos encargaríamos.

Estaba bañada en sudor así que empezamos a quitarle la ropa, de pronto empezó a sangrar hasta que expulsó una bola de sangre y líquidos. Supe que era su pequeño bastardo, así que tomé otras medidas. Tomé a Gaela de la cara y pedí un cubo de basura, le intoduje dos dedos de mi mano y la hice vomitar tres veces. Después le dimos agua para que se hidratara y le pusimos trapos con agua en la frente.

Una sirvienta se encargó de quitar la sábana con el retoño en medio rodeado de sangre. Por fortuna, Gaela quedó inconsciente.

A los pocos minutos llegó el médico y la despertó para administrarle el medicamento necesario y la sedó. Le mostramos la sábana y dio fe de que había muerto el producto de una noche de calentura entre Gaela y Antoine.

Justo cuando la sábana fue extendida, Antoine apareció y nos dirigió una mirada de incredulidad a ambos.

-Yo me encargo.- Tomé a Antoine de la mano y lo llevé escaleras abajo para contarle.- Bien, al parecer ibas a tener un hijo con Gaela, pero como es costumbre, todo se quedó en eso, porque no se dio.- De inmediato se soltó a llorar mientras me abrazaba, le di unas palmadas en la espalda y le dije que lo lamentaba.

-Es un castigo, por haberte engañado de esa forma, a ti, el amor de mi vida. Por favor, perdóname.- Le dediqué una mirada dudosa mientras decidía si ceder o hacerlo sufrir un poco más.

-Debes prometer que no volverá a pasar y que la echarás de la casa en cuanto se recupere. No quiero que te le acerques ni ahorita ni nunca.

-Haré lo que sea por ti.- Suspiré y le di un beso rápido.

-Bien, estás perdonado.- Me dio un fuerte abrazo y me separé de él con la excusa de que tenía que atender al medico y saber que indicaciones seguir para Gaela.

Me quedé con ella en la cama esperando a que despertara. En cuanto lo hizo se sobresaltó y vio a todos lados.

-¿Qué pasó?

-Gaela...perdiste al bebé. Al parecer te intoxicaste con algo. No sabía que hacer así que te hice vomitar pero ya era tarde, el bebé también se envenenó y murió.- Negó con la cabeza y se tocó el vientre vacío.- Lo siento de verdad.- Se soltó a llorar con dolor y gritaba de tristeza, le lloró a ese niño que nunca conoció, por fortuna.

-Es una mentira. Me estás engañando, Beverley. Aún tengo a mi hijo aquí, puedo sentirlo, está dentro de mí.

-Gaela...

-Cállate, no quiero oír tus falacias y mi bebé tampoco.- Empezó a mecerse y a arrullar al inexistente bebé. Me salí de la habitación y en el pasillo me reí de lo que había logrado hacer.

Ambición de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora