XXIX

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Los encargados contaron lo sucedido: a la princesa le había gustado tanto el caballo que decidió montarlo a la fuerza, el caballo no la conocía así que se sintió amenazado.  Eso habían notado ellos y así se quedó la versión.

Hugh no la vio llorar como yo por lo que sólo se sintió culpable por no estar al pendiente de ella para evitar la tragedia. Los reyes lo consolaban diciendo que no había culpables, sino que había sido un accidente que la impertinencia había ocasionado.

Embalsamaron a la princesa y la llevaron de vuelta a Valle del Rincón, la ciudad que la vio nacer y crecer, pero que no la pudo ver morir. Asistimos y estuvimos ahí viendo como una heredera al trono, había salido de mi camino. Al llegar de vuelta a OliveHill, vendí al caballo y compramos una yegua, asegurando que el anterior caballo me traía malos recuerdos.

Siguieron pasando los meses y nos llegó el aviso de que el príncipe Dior estaba próximo a casarse con la duquesa de Rosalía, que iría a conocerla pero que el rey no podría acompañarlo, así que nos pedían el favor de ir a recibirlo y servirle de apoyo. Una semana después nos encontrábamos esperándolo junto a los duques para que los jóvenes comprometidos se vieran por primera vez.

-No entiendo porque no está comprometido con alguna princesa de otro reino para conseguir alianzas.

-Es una costumbre que el rey siempre esté casado con una habitante de su reino para demostrar su compromiso con este.-En cuanto Antoine terminó de responderme, los caballos del reino llegaron con Dior, luciendo su armadura brillante. Le dio un fuerte abrazo a Antoine y después me saludó con cortesía.

Nos fuimos directo al palacio de los duques en donde se encontraba la jóven comprometida. Lucía un precioso vestido, pero su rostro era un asco. Era tremendamente fea.

De inmediato vi al príncipe para saber su reacción y su cara de desconcierto fue tan visible, que casi suelto una risa. Al parecer, ambos están comprometidos desde su nacimiento, sin embargo, ninguno se había logrado ver hasta este momento en el que se decidió que su boda sería dentro de ocho meses para apagar un poco la tristeza del duelo de Marianela.

Dior, se acercó a ella para besar su mano y la joven sonrió y demostró una dentadura terriblemente descompuesta. No sé como esperaban que la pudiera besar así.

Tuvimos un banquete en honor al príncipe durante el cual la joven fea no paraba de admirar la belleza con la que contaba Dior, mientras él se enfrascaba en acabar su comida para retirarse a seguir con sus mandatos. En cuanto la comida terminó, nos dirigimos a nuestra habitación y pedí un momento para hablar con Dior, ya que era notable que no estaba cómodo con su compromiso. Toqué la puerta y escuché un pase.

-Mi lady, que grata sorpresa.

-¿Cómo se encuentra, príncipe?

-Un tanto...preocupado.

-Lo sé, he notado que la duquesa no fue de su total agrado, ¿o me equivoco?-Me observó unos segundos y después suspiró.

-¿Le parece si la invito a dar un paseo por los jardines?

-Con gusto, príncipe.- Empezamos a dar la caminata por el vasto jardín trasero en donde se comenzó a sentir más en confianza.

-Sé que no debo decir esto, pero la jóven no es nada agraciada, no me ha gustado. Y aunque sé que no debe hacerlo, ni siquiera debe amarme; no puedo avisar sentirme incómodo con esto. Debo casarme pero, no sé que hacer.

-Querido, no puedo aconsejarle mucho respecto a esto ya que me casé por amor, no por obligación. Sin embargo, la belleza de una persona no siempre está en su físico, sino también en su persona, debería comenzar a tratarla.

-He aquí otro problema; no sé tratar con mujeres.

-Pero si ha hablado de maravilla conmigo.

-Usted es diferente, es una mujer casada y que merece mi sumo respeto, discúlpeme si lo que le digo le suena algo extraño, pero veo en usted un amor más fraternal, no como alguien a quien debo conquistar.

-No sé disculpe, entiendo sus palabras. Lo que necesita es una amiga, alguien con quien se empiece a desenvolver más y conozco a cierta persona que es igual de tímida que usted, pero que le será de ayuda.

-¿De verdad? ¿Dónde?

-En OliveHill. Partiremos mañana así que tiene el día de hoy para tratar de acercarsele un poco a la joven, inténtelo.

-Lo haré, gracias, mi Lady.-Caminamos de regreso al interior del palacio en donde mi esposo me recibió con un cálido abrazo.

-¿Qué tal ha resultado su charla? ¿Te sientes más tranquilo, Dior?

-Mucho, debo decirle que su esposa es una excelente consejera, Dios lo ha bendecido no sólo con su belleza, sino con su intelecto.

-Lo sé, hijo. Soy muy afortunado.-Sonreí ante los halagos y continuamos platicando hasta que nos topamos con la joven que sería la esposa de Dior.

-Lady Catalina, ¿me permite hablar un momento con usted?-La muchacha asintió y ambos jóvenes se alejaron de nosotros.

El día y la noche transcurrieron y llegó el momento de partir hacia OliveHill. Le había preguntado a Dior sobre su charla con Catalina, y me había dicho que había sido un completo desastre y que necesitaba una urgente práctica. Los días pasaron y llegamos por fin a nuestro hogar. Ese mismo día le envié la invitación a mi madre y Juliette para que vinieran a visitarme al castillo a la hora del desayuno, cosa que seguro las llenó de felicidad ya que había pasado un largo tiempo desde la última vez que nos vimos.

Las recibí muy temprano y ordene que se hiciera un delicioso desayuno digno de mis visitas, cosa que mi marido me aludó, pues me veía con verdadera señora de la casa. No encontrábamos todos en la mesa con excepción del príncipe, de un momento a otro apareció disculpándose por su demora.

-Les pido mis más sinceras disculpas, los viajes me han dejado agotado y...-Su mirada se posó en los ojos de mi hermana Juliette mientras los rosados labios de ella se curvaban en una ligera sonrisa al notar el interés.-Y me he quedado dormido. Lo siento.- Se sentó a tomar su desayuno mientras veía de vez en cuando a Juliette, que también lo veía de reojo.

Ambición de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora