XLI

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-¡Suéltame! Madre, por favor, no tengo ocho años.-A la mañana siguiente había ido por Debby a su habitación pero ya se encontraba lista para bajar, le pedí que fuera a mi habitación y se negó, así que la reprendí tomándola de su cabellera que tanto adoraba. Era costumbre hacer eso con los hijos así que nadie nos vio mal, para todos, era una escena común de castigo.

-Te vas a casar en una semana, ¿me oíste?

-¿Qué? La boda es en tres años, no haré semejante cosa.

-Claro que lo harás, diré que tú y el príncipe han consumado su amor erróneamente así que ahora deben casarse de inmediato antes de pase cualquier cosa.

-No, no te atrevas.

-No me retes, Deborah.-La tenía de frente a mí, sus ojos grises querían llorar pero se contenían para no demostrar ni un rastro de debilidad.

-¿Por qué has tomado esta decisión en una noche?-Sus ojos cambiaron de dirección a mi cama y se sentó, esperando mi respuesta.

-Leí tu carta, se la retuve a Hugh justo después de que se la diste. Deberías estar tan avergonzada, no me importaría su romance si no hubieran tantos obstáculos de por medio que pueden matarlos a ambos.

-No debiste, era algo íntimo.

-Íntimo mis calzones, Deborah. Te has pasado de la línea esta vez, así que deberás cumplir con tu compromiso de inmediato.-Sus ojos estaban sobresaltados y su rostro era cólera pura.

-Está bien, me casaré con el príncipe. Pero, no en una semana, una boda no se hace en siete días, menos una boda real. Y hay otro pero, no terminaré mi aventura con Hugh hasta que mi dedo, porte su anillo.

-¿Cómo te atreves a decirlo en voz alta? ¿No te das cuenta de lo vergonzo que es?

-Es eso, o que el país tenga a una reina y rey que sucumbieron en sus más bajas pasiones, cosa que sin duda, despertará cuestionamientos en los habitantes sobre nuestra obligación, responsabilidad y demás valores estúpidos para con su nación.

-No te atrevas...

-No me retes, madre.-Su mirada era tan fría que mi propia hija me destellaba algo de miedo en el espinazo.

-Acepto tu trato, si lo rompes, yo misma te condenaré a muerte. Y siempre cumplo mis promesas.-Las palabras salían de mi boca sin que pudiera retenerlas, no había un filtro que me detuviera. No iba a matar a mi hija, pero era una amenza que, esperaba, fuera suficiente.-Ahora, lárgate y enamora a ese príncipe para que la boda se haga lo más pronto posible.-Se levantó rápido y salió con sus zapatos de tacón haciendo eco en el suelo que recibía sus fuertes y decididas pisadas.

La semana que estuvimos ahí fue suficiente para que el príncipe le externara a sus padres el hecho de que estaba enamorado de Deborah y de deseaba que el matrimonio no fuera en años, sino en meses. Gustosos los reyes en cerrar alianzas, decidieron aceptar la petición de su hijo, anunciando una nueva fecha dentro de diez meses, tiempo perfecto para que los preparativos fuesen realizados sin demora y con total pulcritud para que la boda fuera un evento inmaculado.

Regresamos a Valle del Rincón con las buenas nuevas, y aunque Antoine no quería dejar ir tan pronto a su pequeña, dijo que ya no le pertenecía a él tomar decisiones sobre su vida, así que aceptó con pesar. Hugh se quedó una semana más con nosotros sin motivo alguno, hecho que alegro a León, el niño que tenía una afiliación increíble con ese hombre que lo había cuidado desde que estaba en mi vientre.

Sabía que las palabras de Debby habían sido en serio, pero de todos modos la tenía vigilada para que sus desfiguros fueran en secreto y no a la vista de todos. Era muy lista, pero los años en mí le ganaban a su inmadurez. La última vez que la atrapé fue en la habitación que compartía con James; ambos estaban sentados en el suelo besándose, Hugh la tomaba del rostro y ella tenía su mano en el pecho mientras James los pintaba en un cuadro.

-¿James? ¿Que estás haciendo?-Soltó el pincel y se le cayó manchando la alfombra, de inmediato lo recogió mientras cerraba las puertas detrás de mí.

-Oh, oh. Creo que los descubrieron, lo siento de verdad.

-Mamá ya lo sabe, tranquilizate.

-¿Qué...? ¿Tú sabías?-Observé confundida a mi hijo que se encontraba tan nervioso que no podía articular palabras.-Contesta, James.

-Si madre.-Agachó la cabeza en forma de vergüenza pero continuó hablando.-Es mi hermana, se todo de ella al igual que ella de mí. El tío Hugh y Debby sólo pasan tiempo juntos, no permitiría que algo mas ocurriera, se pondrían en peligro.

-Ya están en peligro, y tu no me avisaste nada, me has fallado.

-No, madre. No pienses eso de mi.-Se arrodilló ante mi y me tomó del vestido viéndome a los ojos, sabía que sentía culpa por la personalidad tan noble que tenía, pero debía ser dura.-Deborah es parte de mí, sabía que no la convencería de dejar esto por la paz así que preferí ayudarla a esconder todo, entiende, madre mía, por favor.-Lo tomé de los brazos para que se levantara y lo abracé con todas mis fuerzas sintiendo su terrible dolor.

-Mira hasta donde eres capaz de llegar, Deborah. Lo mismo para ti, Hugh. Orillar a un muchacho tan bueno y pacífico a hacer esto por ustedes, obligándole a ser cómplice de sus fechorías, deberían estar tan apenados como él, más no lo están, sino que se pasean por ahí pavoneándose de sus malos hábitos.

-Él si me apoya, no cómo tú. Me entiende mejor y hace lo que sea para que sea feliz.

-¡Ya comportate! Deja de ser una promiscua, no se cómo puedes besar a alguien a quién llamas tío. La viste crecer, Hugh.- Él hombre seguía en el piso sentado mientras ella ya estaba de pie tratando de enfrentarme.- Acariciaste mi vientre con ambos dentro de mí, te lo di todo, te di a quién amar, ¡y aún así no te es suficiente!-

-¿Qué no es suficiente?-Me había descuidado y había avanzado hacia enfrente dejando la puerta disponible a quien quisiera abrirla, y esa persona fue Antoine, quien estaba dentro de la habitación tratando de entender el motivo de mis gritos y mis expresiones.

Ambición de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora