XXVI

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La velada había terminado hasta muy entrada la noche, por lo que no había tenido tiempo de estar a solas con mi esposo hasta que por fin decidieron ir a dormirse los invitados.

Los reyes se habían despedido de nosotros felicitándonos nuevamente por nuestro recién matrimonio; fue esa nuestra señal para poder irnos a nuestra habitación a tratar de dormir un poco. En cuanto estuvimos en la puerta, unas doncellas me pidieron acompañarlas a otra habitación para quitarme el enorme vestido de novia. Me despedí de Antoine con un beso en los labios sin tener vergüenza o temor de ello y di unos pasos hasta llegar a la habitación indicada. Con mucho esfuerzo lograron deshacerse de tremendo vestuario para colocarme el bello camisón que mi madre habían comprado para este momento.

Las chicas me deshicieron el peinado y cepillaron mi cabello con sumo cuidado, luego me dejaron la cara limpia y me indicaron que estaba lista. Caminé con ellas detrás de mí, y en cuanto entré, de nuevo solo éramos Antoine y yo. Él se encontraba en la cama con su ropa interior blanca, mientras yo llegaba con mi conjunto que esperaba, lo impresionara. Me vio y se levantó para ir hacia mí con una sonrisa, me observó de pies a cabeza y me besó.

-Luces como una verdadera reina, o como un ángel.-Me sonrojé y agradecí sus halagos no sólo con palabras, sino también con besos y caricias. Entonces entendí que el dormir, tendría que esperar un poco más.

Mi esposo me quitó el ensamble de mi camisón, pero éste me lo dejó puesto, únicamente quitando los tirantes para dejar mis pechos descubiertos. Tomó la parte inferior del camisón y lo subió mientras me besaba las piernas, lo dejó ahí arriba y empezó a penetrarme. De nuevo me sentía plena al poder gemir sin temor, esta vez sabía que todo el que me escuchara, sabría que estaba teniendo coito con mi esposo, como era debido.

Esa noche nos entregamos el uno al otro como nunca lo habíamos hecho, terminamos tan cansados y bañados en sudor pero no nos importó, nos acostamos el uno del otro abrazados y dormimos plácidamente hasta primera hora de la mañana.

Llegaron mis nuevas criadas a correr las cortinas sin importarles nuestra desnudez, ellas se manejaron con tal naturalidad que la acción que había hecho en un principio de cubrirme, pasó desapercibida. Salí de la cama con mi camisón y mi esposo comenzó a ponerse su ropa mientras ellas arreglaban la habitación y buscaban la ropa que ya había sido informada que utilizaríamos para este día.

Unas mujeres entraron con el desayuno en bandejas y lo pusieron a nuestra disposición. Mientras me bañaron, Antoine comió y luego lo hicimos a la inversa.

-Disculpe que todo sea tan aprisa mis Señores, pero me he tomado el atrevimiento de dejarlos descansar un poco más y despertarlos más tarde, sin embargo, la coronación sigue en pie a la misma hora.

-Entiendo, Ilda, no te preocupes, gracias por tu consideración.- La mujer ya era mayor y se notaba que era la que coordinaba a toda la servidumbre en el castillo. No había tenido mucho contacto con ella ya que se la pasaban dando ordenes y supervisando sin cruzar palabra con los invitados, sólo con sus Señores.

Empezaron a vestirnos pulcramente para que nos viéramos como lo que eramos: marqueses. En cuanto Antoine vio mi vestido abrió su boca para decir algo pero la cerró de inmediato.

-Compláceme con lo que tus labios estaban a punto de decir, excelencia.

-¿Estás segura de querer usar ese vestido, precisamente?

-Lo estoy, lo he visto tiempo atrás y hay captado tanto mi atención que creo que no podría haber dos vestidos iguales.

-Lo que mi marquesa decida, entonces.- Continuamos con nuestros arreglos y él fue el primero en salir para estar con los reyes, por mi parte, seguía con el peinado y el maquillaje que fue algo sencillo.

-Permítame decirle que luce como una verdadera soberana, mi señora.-Ilda me aduló en cuanto me vio completamente inmaculada lista para recibir mi nombramiento.

-¿Crees que debí usar otro vestido?

-Oh, no, su excelencia. Este vestido significará el fin de una marquesa y el inicio de otra, es usted la nueva mano derecha del marqués Antoine y lo será hasta el fin de sus días.-Le sonreí agradecida por sus palabras y de inmediato me acompañaron a bajar para empezar con todo. Subimos a nuestro coche y llegamos a la iglesia a la hora indicada.

Las puertas se abrieron y empecé a caminar con mi vestido color rojo oscuro y detalles dorados, ese mismo que Gaela había utilizado alguna vez durante su separación con Antoine. Fue la única pertenencia de ella con la que me quedé, aparte de su esposo, obviamente. De frente a mí se encontraban el rey y la reina coronados sentados en sillas decoradas realmente hermosas; al lado estaba en su trono mi Antoine con su pequeña corona al rededor de su cabeza, y en seguida suyo, mi trono vacío. Caminé hasta llegar frente a ellos, hice una reverencia y subí los dos pequeños escalones, me giré quedando de frente al resto de las personas que estaban en la habitación, y de espaldas a la familia real.

Había estudiado este protocolo por semanas y sabía todo de memoria, empero, los nervios estaban presentes por cualquier mínimo detalle que saliera mal; eso marcaría el inicio de mi soberanía para siempre como algo terrible.

El arzobispo se puso frente a un lado mío y comenzó a hablar mientras mis piernas temblaban y mi vista se mantenía fija hacia enfrente fingiendo que estaba segura.

-El día de hoy, OliveHill se viste de gala y se regocija al tener conocimiento de que una nueva soberana será nombrada.- Dos hombres llegaron a mi y pusieron en mi mano una copa y en la otra un candelabro. La copa debía de estar firme sobre mi palma, lo que lo hacía difícil, mientras que el candelabro lo debía sujetar con mi mano izquierda.- Beverley Ophary Rubiroca Valledo de Rupenauv, se le encomienda a usted la obligación de dirigir a la ciudad y sus adyacentes, jurando por su honor que siempre cumplirá con la ley y velará por el bienestar no sólo de su marqués, sino también de su pueblo, cumpliendo así con su rey y la Iglesia, que son las autoridades ante el Dios único y todopoderoso.

-Acepto la encomienda y juro por mi vida y honor que haré lo necesario por mi Dios, mi rey, mi marqués y mi pueblo.- Me quitaron ambos objetos y sentí un alivio enorme de que todo fuera a la perfección. Posterior a esto untaron sobre mi cien un poco de aceite de oliva para bendecirme.

Proseguí a sentarme junto a mi esposo y la corona fue paseada desde las puertas de la iglesia hasta mí en un cojín rojo. La tomaron y la pusieron sobre mi cabeza para después darme un cetro que sostuve con mi mano izquierda, mientras que con la derecha tomaba a mi esposo.

-Pueblo de OliveHill y alrededores, he aquí su nueva marquesa, Beverley de Rupenauv.-Hubieron aplausos y vítores, las campanas de la iglesia repicaron, y en el exterior se escuchó la alegría de mi pueblo cantando mi nombre. Todo estaba saliendo perfecto, hasta que una mujer empujó ambas puertas.

Su rostro y cuerpo estaban llenos de mugre, traía las ropas sucias y rotas y su mirada era la de un animal salvaje. Todos la observamos y me apuntó con el dedo para hablar.

-Tú, te proclamas la nueva marquesa de mí ciudad, ¿cómo pudiste? Y con mi vestido. Haz logrado engañar a todos con tu cara de niña cuando en realidad eres una bruja.-Acto seguido escupió y el rey se puso de pie.

-¿Cómo se atreve? ¿Quién se cree que es para insultar así a mi reino?

-¿Acaso no me reconoce así, majestad?-Se acomodó el cabello y se pasó un trapo mojado por la cara para limpiarse.-Soy la loca Gaela, mi rey.- Mi corazón comenzó a latir tan rápido que no sabía que hacer o decir, le tomé fuerte la mano a Antoine y apoyé mi cetro en el suelo para que no cayera.

De nuevo Gaela, estaba apareciendo en nuestras vidas para atormentarnos.

Ambición de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora