XLV

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Hugh se había ido del castillo desde hace dos semanas, su ausencia se notaba siempre que se marchaba, pero siempre la supliamos con otra cosa, en este caso, fue un perro. Antoine decidió que nuestros hijos debían ser más responsables, y que mejor que haciéndose cargo de un ser vivo. Los tres estaban contentos, no dejaban al pobre animal en paz, y al parecer, el perro disfrutaba tener toda la atención, cuidados y cariños.

-¿Cómo le pusieron?

-Muchacho.

-¿Qué? ¿En serio decidieron llamarlo así? Pudieron pensar un poco más, algo más...perruno tal vez.

-León lo escogió, aparte parece agradarle.-Era la primera vez que Debby había decidido salir después de pasar días encerrada en su habitación viendo melancólica por la ventana, como esperando a que Hugh regresara de la nada para pedirle que huyeran lejos y vivieran juntos por siempre.-Muchacho, ven. ¡Muchacho!-El perro reaccionó a la distancia y corrió despavorido hacia nosotras con sus cortas patas haciendo su mayor esfuerzo para llegar lo más rápido posible.

-Bueno, al menos entiende.-Llegó con su corta estatura y se le paró a Deborah sobre el vestido, manchándolo de lodo.- Y ahí va otro vestido manchado.-Ella lo acarició y luego saliendo corriendo en otra dirección en cuanto escuchó que alguien gritaba "muchacho".

-Es una buena distracción pero, no borra la memoria.-Mi hija se sentó junto a mí sobre la sabana que habíamos puesto para que no me ensuciara mientras vigilaba a mis hijos jugar con su mascota.

-Lo sé, pero eres una princesa, y las princesas no deshacen matrimonios para quedarse con un simple marqués, cuando puedes quedarte con un príncipe y ser reina.

-¿Y el amor?

-El amor se crea con la costumbre, sé lo que te digo.-Ella suspiró y se quedó viendo a su perro ir y venir detrás de un palo que sus hermanos se lanzaban.

-¿Y el amor se acaba?-Su pregunta me había tomado por sorpresa; yo sabía muy bien que sí se acababa, yo misma había terminado con el amor entre Antoine y Gaela, pero esa historia no la iban a saber mis hijos.

-No lo sé.-Mentí.-Tal vez es como los demás sentimientos y tiene algún momento en el que se olvida pero luego regresa, igual que la alegría o la tristeza. No siempre estamos tristes o felices, así que tampoco estamos enamorados para siempre.-Al terminar me quedé pensando en mi esposo, en sí nuestros 3 hijos serían suficiente para que siguiera amándome o si una chica virgen podría quitarme eso.

Esa misma noche esperé a mi esposo en la habitación totalmente desnuda, en cuanto llegó y me vio se sorprendió, pero no le di tiempo para dudas y lo llevé a la cama conmigo para recordarle que era una buena aprendiz y que sabía cada cosa que le gusta, incluyendo el hecho de que pasara mi lengua por su glande o que le acariciara las piernas con mis uñas trazando un camino entre su piel.

-¿Te sigo gustando como mujer?-Me encontraba sobre su pecho acariciando los vellos canosos que tenía en el pecho, cuando la duda surgió sin poder contenerla.

-Me encantas en todos los sentidos, como mujer, como madre, como reina.-Me besó la cabeza y comenzó a acariciarme la espalda dándome un tanto de tranquilidad.

-¿Me reemplazarías como con Gaela?-su mano se detuvo y luego tomó mi barbilla para que lo viera a los ojos.

-Beverley, amor mío, ya soy un viejo. Tu te enamoraste de este viejo y cada día me haces sentir el hombre más afortunado del mundo. Me has dado todo lo que un hombre puede desear: me diste hijos, una corona, apoyo, amor. La lista no terminaría, y sería un tanto indecente ya que tendría que agregar cada posición que te hace ver como las diosas que crearon los griegos y esas cosas mágicas que haces con las manos y la boca.

-¡Mi rey!-Ambos reímos y los colores inundaron mi cara al escuchar los comentarios de mi esposo.

-Tranquila mi reina, tu lugar siempre lo respetaré.-Me besó tiernamente y luego nos quedamos acostados sin decir nada hasta que el sueño nos invadió.

Los días, las semanas y los meses pasaron como el viento, en un pestañeo ya había pasado un año y Hugh se encontraba llegando al castillo con su esposa y su hija en brazos. Fue una sorpresa, por lo que Deborah bajó corriendo sólo para encontrarse con una pesadilla.

Les dimos la bienvenida y los acomodé en una habitación de las tantas vacías que había, los sirvientes subieron sus cosas y las arreglaron como a ellos les gustó. Los felicité por su primogénita y traté de hacerlos sentir como en casa, decidí que ya luego les cuestionaría el motivo concreto de su visita.

Pasé a ver a Debby pero como era de esperarse, no quizo abrir su puerta. Intenté decirle que sólo quería saber como estaba o que me dejara abrazarla sin que me hablara, pero tampoco había funcionado; entre sollozos me había dicho que prefería estar sola.

Al día siguiente, uno de los consejeros del rey me había dicho que los marqueses habían solicitado una reunión con sus majestades para una propuesta. Caminé hacia la sala de reuniones y al abrir la puerta ya se encontraban todos ahí, se pusieron de pie y me encaminé hacía mi asiento junto a mi esposo.

-Los escuchamos.

-Respetuosas majestades, mi esposa y mi hija han decidido viajar conmigo desde OliveHill para proponer el hecho de que su hijo menor y mi primogénita, contraigan matrimonio en un futuro para que nuestra amistad no sea lo único que nos una. Como beneficio, el príncipe sería marqués de OliveHill, sin embargo, en caso de no contar con un varón, tendría también poder sobre las tierras de mi esposa, creando aún más alianzas y homogeneidad de poderes.

La cosa había sido tan inimaginable que me quedé sin habla, mi pequeña León sería esposo de esa aún más pequeña bebé que ni siquiera caminaba.

El consejo comenzó a hablar y se les pidió a los marqueses que salieran. Luego se nos preguntó nuestra resolución, ni si quiera me había puesto a discutirlo con mi esposo así que sólo lo observé para que él decidiera.

-Me parece una buena idea, no es correcto que León vaya a un reino ajeno a regir, sería un extraño en un trono ajeno.-El consejo siguió hablando hasta que se le pidió a la familia que pasara. El presidente habló y pidió a cada uno su respuesta,  la mayoría decía que estaba a favor así que era seguro que se aprobaría.

-Reina Beverley.

-A favor.

-Rey Antoine.

-A favor.-Se leyeron los resultados y en cuestión de menos de una hora, León tenía una prometida, cosa que no le agradaría para nada a su hermana.

Ambición de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora