XLIII

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Entré a la habitación de Deborah y la vi tirada boca abajo en la cama, su cabello estaba expandido convirtiendo su cabeza en un marañal de paja. Me senté a su lado y comencé  a acariciarle el cabello para desenrredarlo un poco y acomodarselo, a los minutos comenzó a moverse y balbuceó algo que no logré entender.

-Hija, habla bien, ya te lo he dicho.-Se empezó a levantar y sus ojos estaban tan hinchados que parecía que pronto se le cerrarían por completo.

-¿Cómo está el príncipe?-La observé, tan joven y bella con un futuro brillante por delante, futuro que llegaría con una terrible mancha en su pasado.

-Debby...-su cuerpo se tensó, la vi tragar saliva y como sus ojos se aguadaban.-Bueno, si no quieres bajar ahora y quieres marcharte, lo entenderé, hija.

-Mamá...

-Sí, lo siento. Amor, el príncipe falleció, no pudo sobrevivir a su colapso.-No hubo lágrimas de su parte pero su rostro reflejaba algo distinto, me decía alguna cosa que no lograba captar, pero que aún así, estaba ahí, esperando ser decifrada.

-Quiero quedarme a su funeral.-Después de un mediano silencio y suspiros, Debby logró gesticular palabra mientras su mirada se encontraba perdida en algún punto de la habitación.

-De acuerdo, hija. Le avisaré a tu padre. Tómate tu tiempo para darle tus condolencias a los reyes.- Asintió y oprimió los labios, señal que me indicaba que quería estar sola, sin lugar a dudas. Le di un beso en la cabeza y salí de la habitación con el corazón hecho pedazos al no poder mitigar el dolor de mi propia hija.

Su precioso vestido blanco se había convertido en uno negro; Debby se encontraba a un lado mío con la mirada fijada en la tumba de la persona que iba a ser su esposo. Había logrado estar entera y sin romper en llanto, le tomaba la mano a la reina de vez en cuando para hacerla entender que sentía el mismo dolor y la comprendía.

La ceremonia religiosa y el cortejo fúnebre fueron cortos, la reina había pedido que todo pasara pronto para que pudiera por fin darle descanso a su hijo. Por mi parte, no lograba sentir empatía por la pérdida y tragedia que había en el país, la muerte era algo que había estado presente en mi vida, incluso yo la busqué para llegar a mis metas más pronto de lo previsto. Antoine solía decirme que se ponía en los zapatos del otro rey y que no lograba saber que haría si uno de sus hijos muriera, se supone que como reina debería hacer lo mismo, sentir lástima o pena, pero no era algo que me saliera.

Mi instinto materno me hacía proteger a mis hijos, cuidarlos y quererlos; también, la maternidad había aflorado facetas en mí que no había experimentado antes, como la amabilidad. Pero a pesar de eso, seguía pensando que la filosofía de "lograrlo sin importar nada" era una buena excusa para conseguir objetivos.

Empezamos a retirarnos y dejamos flores blancas sobre la tierra removida, donde yacía sin vida un joven futuro rey. James rodeó los hombros de Deborah con un brazo y la acompañó a caminar de regreso al coche para irse. Antoine y yo nos quedamos con León en medio de ambos y los reyes a un lado nuestro.

-Mamá, no quiero morir joven.-León estaba como estatua viendo la tumba, a su corta edad aún no sabía lo que era morir porque no había precensiado ningún acto de muerte.

-Dios escribe nuestras historias, amor mío. Desde que naciste, tu futuro ya estaba dicho, al igual que el del príncipe. Si mueres joven o no, no es decisión de ninguno de nosotros, aunque claro, yo quisiera que fueses eterno. Pero sea cuál sea tu destino, debes vivir cada día como si fuera el último y aprovechar cada pequeño detalle de tu vida.- Ambos le dimos un fuerte abrazo y se fue corriendo con sus hermanos, huyendo del triste final que todos los seres vivos experimentamos.

-Es una pena, no comprendo su dolor del todo porque los hijos que perdí, no los vi nacer ni los crié, pero sí sé lo qué significa una pérdida de alguien en quien tienes todas las expectativas de que tendrá una larga y próspera vida.-Antoine intentaba verlos a los ojos, pero el dolor que reflejaban lo obligaba a ver a otro lado. Les di mis condolencias y después los dejamos solos con su hijo.

Ese mismo día al anochecer, salimos hacía Normanda sin el mismo entusiasmo y alegría, sino todo lo contrario; James decidió guardar sus herramientas de pintura y veía a través de las pequeñas ventanas del coche guardando en su memoria cada escenario, ya que tal vez, sería la última vez que estaría en este trayecto. Deborah dormía mucho y cuando por fin estaba despierta, le daba dos o tres bocados a la comida y se perdía en sus pensamientos. Mi León parecía haber olvidado que hace apenas unos días estaba tan preocupado por morir, pues seguía explorando durante cada oportunidad que se le presentaba.

Cuando llegamos, la vida siguió con el mismo ritmo que debíamos seguir por nuestra posición. Mi hija se estaba recuperando gracias a sus amigas que la visitaban y la hacían sentir mejor;  lo último que la hizo levantarse por completo, fue Hugh. James le escribió para avisarle la triste noticia y no lo pensó dos veces, tan pronto como pudo, estuvo en el castillo con la familia.

Hugh estuvo una semana y nos hizo sentir como si nada hubiese pasado, todo estaba igual y tranquilo que antes y la risa apareció en nuestro hogar. Por desgracia, nuestro amigo no podía quedarse para siempre, y escogió su último día para darnos una noticia importante.

Nos encontrábamos en la sala de estar; León estaba tirado en el suelo jugando con sus muñecos de madera, haciendo ruidos extraños de alguna batalla que había en su imaginación. Debby también estaba en el suelo pero con una almohada debajo de ella y un libro entre sus manos. James pintaba, como siempre; ya había perdido la cuenta del número de cuadros que había plasmado. Mi esposo no se encontraba, tenía alguna reunión importante, así que Hugh y yo platicábamos sobre nuestros días para ponernos al tanto, ya que nos perderíamos de estas conversaciones por mucho tiempo cuando tuviera que volver a sus responsabilidades.

-Tengo algo que decirte, también fue una sorpresa para mí así que ya me imagino como lo vas a tomar.

-¿Es algo malo?-Su voz era rápida, como si quisiera ya llegar al tema para pasar de página, cosa que me preocupó.

-No, no no. Es todo lo contrario.-Me sonrió, pero después sus ojos se desviaron y la sonrisa desapareció, supe a dónde había visto, hacia Debby.

-Bueno, habla.-Si estaba preocupado de esa forma, no estaba tan segura de que fuera a ser una noticia tan buena.

-Mi esposa, está en cinta. Tendremos un hijo.

Ambición de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora