XXVIII

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Mi sonrisa fue instantánea, tenía una llave en mi poder de nuevo, el amor podía ser un arma si se sabía manejar correctamente, lástima que nadie se daba cuenta.

La dulce princesa no paraba de verlo y sonreír ante cada ligero gesto que Hugh hacía, se veía tan tonta y era claro que se había enamorado a primera vista de mi mejor y único amigo.

El baile y banquete continuó hasta la noche, horario que aproveché para hablar un poco con Marianela y cuestionarle un poco sobre sus sentimientos hacía el muchacho.

-¿Qué piensas de Hugh? ¿Crees que es una buena persona?

-Sin duda lo es, es encantador.- Su vista se perdió en algún punto de la sala y su sonrisa y sonrojo se hicieron más que evidentes.-Tiene la belleza y audacia de un caballo pura sangre, tan maravilloso y único a su manera.

-Creo que alguien está enamorada...-Le sonreí con picardía y el color el su rostro aumentó más.

-¡Claro que no!-Se cruzó de brazos y en silencio se puso a pensar unos segundos.-Bueno, tal vez un poco.

-Eres mi princesa y creo que no hay mejor partido para Hugh, que tú. Le diré que te invite a salir, ¿te gustaría?

-¿Salir? ¿Él y yo solos?

-Puedo acompañarlos si gustan, y darles su privacidad, ya sabes.

-No sé si a mis padres les agrade la idea.

-Les agradará, el chico los conquistó también así que no habrá problema. Además, tu familia y tu partirán pasado mañana, una salida con él sería una muy buena despedida.- Sus ojos brillaban ante la idea así que aceptó gustosa para irse corriendo a su habitación con una sonrisa de oreja a oreja.

Esa misma noche escribí una carta con mi petición a Hugh y pedí que la mandaran a primera hora para que lo más pronto posible, él estuviera aquí cumpliendo con el plan que sería desconocido para mí Hugh.

-¿Lista para dormir, mi marquesa?-Antoine llegó a la habitación y me abrazó por detrás para darme un beso en el hombro.

-Lista, mi marqués.- Me encontraba sentada en el tocador cepillando mi cabello dorado que ahora estaba demasiado largo para mi gusto. Dejé el cepillo en el mueble y me incorporé tomándole la mano a mi marido para encaminarnos a la cama.-¿Sólo quieres dormir?

-Tú que quieres, amor mío.

-Descansar, pero te prometo recompensarte en la mañana.-Me sonrió y me besó para después acomodarse junto a mí en la cama y dormir plácidamente con nuestras manos entrelazadas. Llegada la mañana cumplí mi promesa y por desperté llenándolo de besos en todo el cuerpo para después hacer el amor y llenarnos de energía y vitalidad. Debo decir que nos sentó de maravilla hacerlo de mañana ya que todo el día tuvimos un excelente humor.

Después del desayuno Hugh llegó para saludar y pedirle permiso a mi esposo y los reyes de salir conmigo y Marianela, cosa que ninguno dudó en aceptar. Así que los tres nos encaminamos al coche para llegar a la ciudad y dar una caminata. Me coloqué a un lado de Hugh, dejándolo a él enmedio junto a Marianela para que se conocieran más hablando de lo que sea que hablarán. Yo solamente intervenía dando mi opinión sobre ciertas cosas que me preguntaban para después enfrascarme en elaborar en mi cabeza la siguiente fase de mis planes.

El día se terminó y los tres nos despedimos, ambos jóvenes pidieron seguir en contacto, sin embargo Hugh después me confesó que la chica había resultado muy extraña para su gusto y que le daba cierto temor seguir hablando con ella. Le pedí que lo hiciera como un favor ya que era a princesa y debíamos mantener buena relación con ellos, así que aceptó, todo por mí.

En la mañana, después de que mi esposo me enseñara nuevas y maravillosas formas de tener coito, bajamos a despedir a la familia real. Me sentí aliviada de tener vacío el castillo de nuevo solo para mi esposo y yo, con las criadas, por supuesto. De nuevo podía ser yo dentro de mi hogar, hacer y deshacer sin tener que ser amable todo el tiempo para agradarle a los reyes.

Mis responsabilidades aumenraron y ahora tenía que leer junto a Antoine todas aquellas cartas de quejas que había en la ciudad. Yo me encargaba de los arreglos de construcción y demás en la ciudad, mientras él arreglaba los aspectos financieros y de seguridad. Gaela seguía encerrada y no encontraba el momento adecuado para decirle a mi marqués sobre la decisión de matarla, ya que estaba segura de que aún sentía algo por ella, después de todo, había sido su esposa por años.

El destino me sonrió y meses después nos avisaron que la anterior marquesa, había fallecido en el interior de su celda. Había dejado de comer y tampoco bebía agua, por lo que la inanición la mató por completo. Como un buen acto caritativo fingido por mi parte, decidimos enterrarla en el panteón de la familia Rupenauv, con el pretexto el que se merecía más por todo lo que había hecho por OliveHill y mi Antoine. Odiaba la idea pero tenía que verme como una buena mujer y esto, me sumó puntos.

Al enterarse de la muerte los reyes decidieron venir a su velación ya que fue una amiga de la familia. Muy pocos habitantes de la ciudad estuvieron presentes, y solo unos cuantos de la familia de Gaela, ya que presentaba una vergüenza aún después de muerta. Regresamos al castillo con la familia real y Marianela, Hugh y yo decidimos dar un paseo para dejar a los reyes solos unos momentos. El príncipe ni siquiera se inmutó en venir ya que tenía otros asuntos referentes al reino.

Semanas antes, había adquirido un nuevo caballo, era una preciosidad de animal y había logrado adiestrarlo para que solamente yo pudiera montarlo. En cuanto Marianela lo vio, se quedó prendada del animal, lo saqué de las caballerizas y los puse en el corral para que diera unas vueltas y lo viera correr. Después lo sujeté y lo dejé en la entrada, le pedí que fuera a buscar un cepillo con el encargado para peinar el cabello negro de mi caballo y gustosa aceptó.

-¿Aún piensas que es una loca?

-Por supuesto que sí, nunca había visto a alguien tan obsesionada con los caballos.-Nos quedamos callados unos segundos y di unos pasos al interior de las caballerizas para que Hugh le diera la espalda a la entrada.

-Apuesto a que sueña con casarse con un caballo.-Hugh soltó una risa que fue acompañada de la mía.

-Apuesto a que sí. De seguro quiere pedirle matrimonio a tu caballo. Está enamorada de esa belleza.- Hubo más risas que siguieron más mofas de nuestra parte.

-Si le pidieras su mano te rechazaría diciendo que no eres igual de guapo que un caballo.

-¿Sabes? La imagino yendo con sus padres a decirles: padre, madre, quiero casarme y fornicar con este caballo.-Hugh agudizó su voz era hizo ademanes exagerado de su mujer que provocaron más risas. Vi de reojo el momento exacto en el que Marianela llegó, pero no dije nada, sino que seguí burlándome de ella es hice participe a Hugh para que se le rompiera su pequeño corazón.

Soltó el cepillo y se montó al caballo, lo intentó hacer correr y este salió despotricado.

-¡Princesa!- Un encargado de las caballerizas trató de detenerla a lo lejos pero el caballo seguía corriendo a diestra y siniestra sin detenerse ni obedecer.

-¡Marianela! ¡Hagan algo!- Más criados habían llegado e intentaban calmar al animal pero este no obedecía. De pronto, el caballo se sacudió y tiró a Marianela para después pisarla dejándola tirada.

-¡Marianela!-La reina había llegado corriendo para ver como su hija caía y era asesinada por un caballo, por justo eso que tanto amaba.-Corrió con ella pero Antoine la tomó antes de que llegara y la abrazó para consolarla.

-Se fue, ya se fue.-Le acarició el cabello y luego el rey llegó para ver lo sucedido. Tomó a su esposa y comenzaron a llorar mientras el cuerpo de la joven seguía tendido entre a yerba.

-Muchacha terca, que dolor nos causas, hija mía.-Expresó el rey entre lágrimas.

Ambición de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora