XLVIII

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Mi barriga crecía poco a poco, al igual que mis visiones de Gaela. De repente despertaba y la tenía al pie de mi cama acariciando mi vientre; otra veces sólo se sentaba a comer y ver mientras mi esposo me hacía el amor. Al irme a dormir se ponía a cantar escandalosamente, otras veces sólo se sentaba al pie de la cama a hablar, en cuanto me empezaba a dormir, gritaba para despertarme e interrumpir mi sueño.

Cuando salía a dar paseos ella iba detrás de mí diciéndome lo gorda y vieja que me estaba poniendo, apuntando a jóvenes más bonitas, asegurando que serían mejores para Antoine que yo. Deseaba gritarle que se callara pero sabía que nadie más podía verla, y me dirían que estaba loca.

Cuando no lograba sacarme de mis casillas, se ponía a hacer preguntas como: ¿en dónde estará enterrada tu hija?, ¿crees que haya rodado mucho su cabeza?, ¿el infierno será muy caliente para ella? Simplemente me ponía a llorar y rogarle que se fuera, a veces lo hacía, pero otras se quedaba ahí a decirme que todo era un castigo de Dios por lo que le hice.

Cuando estaba a unas semanas de dar a luz, me daba pesadillas al decirme que mataría a mi hijo tal y como yo lo había hecho hace tantos años, me decía que lo sacaría de mi vientre y lo tiraría por la ventana, o que cuando naciera se lo robaría y lanzaría a un lago. Lloraba y Antoine despertaba en las noches preguntando que me pasaba, le contestaba que tenía muchas pesadillas mientras Gaela se reía a carcajadas.

Intenté asesinarla de nuevo con un cuchillo, fingió que se moría y luego se levantó a las risas. "Ya estoy muerta, pronto lo estarás tú", había dicho.

El día del parto ahí estaba, me pedía que ya no pujara, que de todos modos iba a nacer muerto. No resistí más y le pedí a gritos que se largara, la partiera no entendía y me preguntaba que sucedía.

-Dile que se largue, no la quiero aquí.

-¿De quién habla majestad?

-De ella, de Gaela.-La señalé pero la mujer no podía ver a nadie, por su parte, Gaela se autoseñalaba y me miraba confusa.

-¿A mi? ¿Por qué? Todavía que te doy ánimos, Bev. Mal agradecida.

-¡Lárgate!-dio un último grito con todas mis fuerzas y el bebé salió de mí, comenzó a llorar y reaccioné. Tomé a mi hija entre mis brazos y la besé, Antoine pasó para besarme y decirme lo fuerte que era. La llamamos Anastasia.

Al día siguiente Antoine llegó preocupado a la habitación, cargó a la bebé y se acostó a mi lado.

-La partera me dijo que gritaste que querías que Gaela se fuera, ¿está todo bien Bev?

-Sí, creo que fue el parto nada más, es mucho esfuerzo y todo eso. No pasa nada, tranquilo.- Pero no estaba todo bien, dormía a la niña entre ambos con miedo de que Gaela apareciera para matarla. No dormía en las noches para vigilar, caminaba siempre con guardias y compañía esperando su regreso.

Todos, incluyendo a León, me decían que me veía muy mal. Tenía ojeras por no dormir, durante el día mis ojos cansados se cerraban; muchas canas aparecieron en mi cabello y me cortaba las manos constantemente al picar las verduras de la bebé para sus papillas, ya que el más mínimo sonido me hacia respingar y distraerme.

En la noche al escuchar ruidos le preguntaba a Antoine que si había escuchado eso, él siempre lo negaba pero yo no descansaba hasta revisar que todo estuviera bien. Algunos días escuchaba risas detrás de mí pero al voltear no había nadie. Otros días perdía a Anastasia y corría por todo el castillo buscándola, pero ella estaba en su cuna dormida.

Ya no vivía tranquila, estaba segura de que querían hacernos daño, así que decidí ir a decirle a Antoine, pero cuando entré a su despacho, estaba de espaldas desnudo penetrando a una mujer, sus manos estaban en su espalda y no lograba verle la cara, en un momento ella me vio con una sonrisa, era ella, era Gaela con mi esposo, con mi Antoine. Mi corazón se rompió en miles de pedazos y corrí hacia mi habitación por mi hija. La tomé y la abracé contra mi pecho mientras tomaba cobijas para que no sintiera el frío de la noche.

Ambición de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora