XVIII

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Mi corazón dio un vuelco de emoción al saber que todo quedaría en familia. Las cosas no podrían ir mejor.

De pronto entendía porque mi madre ya salía más a menudo con Juliette y el porqué de las invitaciones de la familia de Hugh hacia ella para ir a comer. Pensaba que era porque yo no estaba disponible o simple cortesía, pero al parecer, era por algo más.

-¿Cuándo se dio todo esto?

-Cuándo venía a visitarte, solía verla espiando por ahí, ella se sonrojaba y ocultaba, pero era obvio. Un día, antes de irme la vi en el estudio pintando, era realmente hermoso así que me acerqué. Debiste verla, no cabía de la vergüenza y me obsequió el cuadro. A mi madre le fascinó.

-Si recuerdo que mi madre mencionó algo así, por eso eso supuse que las invitaciones eran directamente de tu madre.

-Así lo eran, pero con el fin de que ella y yo conviviéramos un poco más.

-¡Es fantástico! Mi mejor amigo y mi hermana. ¿Acaso hay algo mejor?

-Creo que no, sin duda.- Nuestra platica se extendió y hablamos sobre cosas que a la pequeña Juliette le gustaban y detalles que podrían servir en un futuro.

Al pasar las horas él se tuvo que retirar y pasó a despedirse de Juliette para dejarla suspirando.

Habían pasado 2 meses desde que Antoine se había separado de la marquesa, pero por desgracia ella seguía viviendo en el castillo. Ya había encontrado una cabaña a las afueras de la ciudad, no era ostentosa pero era muy cómoda. Sin embargo, había asuntos legales que resolver ya que la familia de la marquesa había hecho muchas cosas por el castillo y querían que se le remunerara a Gaela, además de todo el tiempo que había pasado al lado de Antoine. Gaela aseguraba no querer nada, pero no podía darle la espalda a su familia. Así que decidió quedarse un tiempo más mientras las aguas se calmababan.

Mis visitas seguían y nuestros escapes furtivos de amor y pasión se daban ocasionalmente sin que nadie aparte de nosotros y Hugh, lo sospechara siquiera.

Un viernes decidí ir como siempre a tomar el té con Gaela, se había vuelto costumbre pero por desgracia, sólo me hacía sentir un poco de empatía por ella, más no arrepentimiento sobre mis actos. Sin embargo, ese día al llegar, ella no me recibió como solía hacer, sino que Antoine me abrió la puerta saludandome tan afectuoso como siempre.

-¿Y Gaela?

-Se encuentra en su habitación, al parecer ha estado enferma.

-¿Qué le ocurre?- Dije mientras me dirigía a las escaleras con él detrás de mí.

-No lo sé, el médico vendrá en unos momentos más. Pero, se ha sentido muy mareada y ha estado vomitando.- Me detuve a observarlo en medio de las escaleras y él me veía confundido.

-¿Comió algo diferente a lo que acostumbra?

-Pues, no. Sólo dejó de comer cosas dulces porque extrañamente le provocan asco.

-¿Entonces?

-No lo sé.- Tomé mi vestido y lo alcé y caminé dos escalones hacia abajo para tenerlo de frente.

-Antoine, dime que no te le acercaste. Dime que no la volviste a tocar.

-Beverley...- Unos golpes en la puerta interrumpieron nuestra conversación. Una criada abrió y el médico entró. Lo acompañamos hasta la habitación y Gaela no se encontraba en la cama, dudamos unos segundos y después la escuchamos vomitar en su baño.

Estuvo de vuelta y nos saludó apenada. Después el médico le hizo unas preguntas mientras me mordía la uña del dedo índice.

-Marqués, creo que esto es asunto de mujeres, ¿le molesta si...?

-Oh no, en lo más mínimo.- Hice una jugada y lo saqué de la habitación dando un argumento clásico pero seguro.

El médico guardó sus cosas y nos miró a ambas con una sonrisa.

-Bueno. Debo felicitarla, al parecer está embarazada.- Me arranqué la uña de un mordisco provocando que me quitara más de lo que debía, me ardió y salió sangre pero no le tomé importancia porque el dolor que sentí ante la declaración, fue más fuerte.

-Es imposible, ya no sangro.

-Es normal que a veces el sangrado pare por un tiempo, pero se renueva. Entiendo que nunca fue fértil pero creo que si lo es, sólo que no era el momento.

-No puede ser, esto es, un milagro.- Dijo ella con lágrimas mientras se llevaba las manos a la barriga.

-Por favor, lo guiaré a la salida y pagaremos por sus servicios.- Dije con una sonrisa tan fingida, que mis dientes rechinaron de tanta fuerza que aplicaba.

-Por supuesto.- Le abrí la puerta y salí detrás de él sin darle una sola mirada a Gaela. En cuanto estuvimos lejos, lo detuve.

-Lo siento pero, debo preguntar. ¿Qué tan riesgoso es que Gaela esté embaraza a esa edad?

-No mucho, sin embargo su estado de salud no es tan bueno. Ha estado sometida a mucha presión y una intensa tristeza. Su peso no es el adecuado, pero con la receta que tengo aquí, mejorará.

-¿Qué pasa si no?

-Bueno, en caso de que no reciba las vitaminas como debe de ser, me temo que perderá al bebé.- Pensé unos momentos mientras veía mi dedo rojo escondido entre mis manos.

-Eso temía. Tengo que pedirle algo, el marqués ansía tener un hijo, es su mayor deseo y sé que si se entera, se ilucionará mucho, y si Gaela lo pierde será algo muy fuerte para él. Incluso podría culparlo a usted y no sé que tanto podría hacerle. Así que le pido que guarde el secreto hasta que Gaela empiece a mejorar, ¿puede hacer eso por mí?

-Por supuesto que sí, señorita. No quiero que mi vida y mi prestigio se vean comprometidos.-Le agradecí y le pedí la receta que gustoso me dio. Antoine le pagó y el médico se fue sin decirle absolutamente nada del embarazo, argumentando que la mujer sólo necesitaba vitaminas y que yo tenía las indicaciones.

-¿Te dejó receta o algo?

-No, únicamente me dijo que debía alimentarse con alimentos dulces, canela y carnes rojas para que aumentara de peso.

-Bien, no creo que sea difícil.

-Iré a verla un momento. Después te alcanzo.

-De acuerdo, estaré en el despacho.- Se acercó a mí para darme un beso, pero me di la vuelta antes de que pudiera lograrlo, dejando al hombre de mi vida a mitad de la sala muy confundido.

Mis pasos eran firmes y pensaba en lo buena que sería mi vida para no llorar. Tenía inconvenientes, sí, pero ya sabía cómo iba a solucionarlos.

Ambición de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora