Capítulo 3

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Hola chicxs, solo para aclarar, durante este capítulo los personajes usan la palabra 'rimming'. Para quienes no estén familiarizados con el término se refiere vulgarmente a realizar sexo oral-anal. Pero bueno, suena más 'bonito' con el termino en inglés. Espero les guste el cap. 💜💜💜

                                     ••••••••••••••

Renato decidió que nunca más se iba  a tomar dos días libres de manera consecutiva.

El primer día lo paso durmiendo, ya que Gabriel lo había mantenido despierto toda la noche anterior. Y al día siguiente llamó al bar para anunciar que no iba a asistir para poder disfrutar un tiempo despierto y alejado del lugar. Lavó su ropa, se cocinó una comida decente, llamó a su hermana, vio una película. Y por una vez, no tuvo que pensar en botellas de alcohol o precios de venta.

Pero no debería haberlo hecho.

"Che, estuve fuera por sólo dos días" gruñó. "¿Cómo sucedió todo esto?"

Fausto se encogió de  hombros. "Bueno, Ale firmó la carga, pero no verificó el pedido original, así que no se dio cuenta que estábamos recibiendo el doble de cajas de servilletas. Pero tranqui, loco, no debería ser un problema si encontramos donde apilar las cajas. La bodega ahora es un quilombo, porque anoche a Mine se le ocurrió reorganizarla, pero claramente lo dejó a medias".

"¿Y qué pasó con el tequila?"

"Una chica se supone que te tiene que llamar para presentar una queja formal. La pibita bebió demasiado y vomitó todo el baño, pero ella dice que fue porque le puse mucho tequila en su vaso".

Renato rodó los ojos. "Claro, como si quejándose conmigo va a solucionar su conducta irresponsable de mierda"

"Ah, el contratista llamó. El loco quiere dejar instalado el piso en la primera planta, y necesita que le devuelvas el llamado para dejar todo finiquitado".

"¿Alguna otra cosa?" preguntó Renato, apretándose el puente de la nariz y arrepintiéndose de permitir que se le acumularan todos estos problemas.

"Mmm, no, eso es todo" sonrió Fausto. "¿Te ayudo con algo?"

"Llama a Mine y dile que mueva el culo, la necesito aquí para que termine de ordenar la bodega y podamos guardar las cajas con servilletas".

Fausto asintió y dejó a Renato solo para que pudiera seguir trabajando. Las problemas no eran graves, nada que el castaño no pudiera solucionar, era sólo que nunca se imaginó que no pudiera tomarse un día libre sin que ocurrieran estas mini catástrofes.

Bueno, en realidad, no había planeado que las cosas fueran así. No estaba en su naturaleza darle muchas vueltas a las cosas. Un día se le metió en la cabeza la idea de tener un bar, se imaginó a sí mismo riéndose y sirviendo tragos a clientes felices que lo adoraban, y eso fue todo. Nunca pensó en todas las partes estresantes del rubro, las partes que eran típicas de cualquier tipo de negocio.

Su humor fue empeorando a lo largo del día, principalmente porque no podía permitirse contratar a alguien que pudiera hacerse cargo de este trabajo por él. Estaba al borde de mandar a la mierda a todo el mundo, estaba teniendo un día terrible y también se lo hacía terrible a los demás. Se detuvo a pensar dramáticamente, por qué tenía que mamarse todo este sufrimiento solo, cuando alguien golpeó la puerta de su oficina.

"¿Qué?" gritó, e inmediatamente se sintió como el orto. Nadie tenía la culpa de que estuviera manejando un humor de mierda, no era justo que se estuviera desquitando con el resto.

Pero antes de que se pudiera disculpar como correspondía, levantó la mirada encontrándose con Gabriel allí.

"¿Vine en mal momento?" preguntó Gabriel, asomado en el marco de la puerta.

"No, perdóname. No quería sonar como un forro".

No habían conversado desde que Gabriel había dejado su departamento la madrugada antepasada. Renato había decidido que dejaría en las manos de Gabriel su próxima instancia de comunicación, y con todo el alboroto que había tenido durante el día, casi olvida por completo la situación con el chico. Pero ahora que tenía a Gabriel allí al frente, con una gorra puesta hacia atrás, luciendo tan cómodo como siempre, apoyado en el marco de la puerta, el castaño se sintió un poco preocupado. Quizá debería haber llamado al mayor para saber cómo estaba. Sólo para descartar la idea de que hubiera tenido una crisis de pánico o algo así.

"¿Me regalas un minuto?"

Renato asintió y dejó caer su bolígrafo, dejándose caer en la silla y estirando el cuello. "Obvio. Pasa".

Gabriel entró, pero no cerró la puerta. Renato lo miró intentando encontrar signos de que estuviera asustado o nervioso, pero en realidad, no encontró nada fuera de lo normal en sus movimientos o en su tono de voz.

"Tenemos un nuevo lote de cervezas. Podríamos hacer una presentación oficial de cata con los chicos del bar, ¿Qué te parece?".

Esta era una de las partes buenas de su trabajo. Que te paguen por beber una nueva cerveza, nunca podría ser una mala idea. "Por supuesto", sonrió Renato, "¿Cuándo?"

"¿El martes? Podría pedir que incluyan ese lote con el resto del pedido que encargaste. ¿Podrías cerrar el bar esa noche?"

Han pasado unos seis meses desde la última vez que cerraron el bar para la prueba de alguna nueva cerveza. Además los martes no se hace mucho dinero de todas formas. Así que no habría problema con cerrar por una noche. "Si, puedo".

Gabriel asintió y frunció el ceño mientras observaba su celular, probablemente estaba poniendo una nota en su calendario. "Esta vez, te traigo una cerveza negra, una stout fuerte. Te prometo que cuando la pruebes, te va a calentar el cuerpo de una".

Renato se rio. "Bueno. Eso espero entonces"

Gabriel bajó la mirada, y luego volvió a elevar sus ojos, inhaló como si fuera a decir algo, pero desvió la mirada rápidamente. Ahora se veía un toque incómodo.

"¿Algo más que me quieras decir?" pregunto Renato, suavemente.

Gabriel miró hacia la puerta que se encontraba abierta.

"Está todo bien, Gabi", dijo Renato. "Nadie viene por este sector"

Gabriel asintió y se ajustó la gorra. "Yo-yo, eh. Yo quería hablar. De lo que pasó la otra noche".

El castaño sonrió, esperando mostrar una actitud abierta y relajada para calmar un poco la vergüenza que estaba sintiendo el mayor. "Si, obvio. ¿Qué pasó?".

"No, nada. Bueno, yo... eh, no quiero ser pesado ni nada, no quiero interrumpir tus planes, pero estaba pensando que por ahí... eh ¿podríamos vernos mañana en la noche?"

Renato pudo sentir como su cuerpo comenzaba a reaccionar inmediatamente, intentó contenerse, se puso de pie y cerró la puerta sólo por precaución. El castaño se acercó a Gabriel y se sentó en una silla que estaba al lado suyo. "Me parece buena idea. ¿Qué es lo primero que tenés en la lista?".

Gabriel se sonrojó. "¿Me estás preguntando en serio?"

"Bueno, si" dijo el castaño, un poco confundido. "Creí que estábamos hablando de eso"

"Eh, si. Es que... de verdad, todavía me cuesta creerme que vamos a hacer esto juntos"

"¿Por qué?"

Gabriel, no respondió su pregunta. En cambio entrecerró los ojos antes de preguntar "¿Por qué estas soltero?".

Renato copió la expresión del rizado. "¿Por qué estas soltero, vos?"

"Porque en este momento estoy tan confundido que con suerte me acuerdo de mi propio nombre"

"Ok". La honestidad de la respuesta del mayor hizo que al castaño le doliera el pecho.

Gabriel ladeó su cabeza y volvió a preguntar. "Decíme. ¿Por qué estás soltero?"

"Porque soy el dueño de este bar" Renato se encogió de hombros. "Trabajo todo el tiempo, le dedico mi vida a este lugar y nadie se merece a una persona que no se pueda comprometer al cien por ciento".

Gabriel parecía no haberle comprado la explicación del todo. Lo miró durante un par de minutos con una expresión divertida en la cara, luego asintió. "Entonces me parece que tenemos el acuerdo perfecto ¿no?"

"Opino lo mismo". Renato se inclinó hacia delante, hasta que su rodilla entró en contacto con la del rizado. "Ahora contame, ¿Qué es lo primero que pusiste en tu lista?"

Gabriel se lamió los labios, con las mejillas de ese color rosado que se estaba convirtiendo en algo tan familiar para el castaño, y que estaba empezando a disfrutar más de lo necesario. "Rimming", susurró el mayor.

"Pero si ya te hice eso" le recordó Renato.

"Si sé. Pero me gustaría hacértelo yo a vos".

                                     •••••••••••


Al día siguiente Renato dejó el bar antes de que anocheciera, asegurándose de dejar todo funcionando perfecto y escabulléndose antes de que alguien notara su ausencia. Si alguien tenía problemas manejando el bar un lunes por la noche con pocos clientes, le importaba bien poco. Ya los iba a compensar a todos con la invitación a la cata de la nueva cerveza la noche siguiente. Ahora tenía mejores cosas que hacer.

Gabriel no era la razón por la que se estuviera tomando la noche libre. Sólo se estaba dando el gustito porque se lo merecía. Sabía que era un trabajólico, pero no se había dado cuenta hasta la noche que Gabriel terminó en su cama. Renato se había corrido tan fuerte, que al día siguiente durmió como un bebé. Había pasado mucho tiempo desde que se había permitido pasarlo bien con algo que no estuviera relacionado con el bar. Y ahora que había probado un poco de esa paz, quería volver a sentirla, y ojalá mantenerla durante un tiempo.

Gabriel lo estaba esperando afuera de su departamento, tal como le había dicho cuando le había mandado un mensaje anunciándole que estaba saliendo del trabajo. Renato sonrió ante la remera que llevaba puesta, una que tenía las mangas tan apretadas que marcaba la forma de sus bíceps, especialmente cuando cruzaba los brazos como lo estaba haciendo en ese momento.

"Hola", el castaño sonrió, sintiendo como el estrés abandonaba sus hombros, y podía tomar un respiro profundo por primera vez en la noche. ¿Por qué, antes, no se le había ocurrido tener un amigo con derechos?

"Hola", respondió Gabriel, reflejando la sonrisa del menor.

Renato se inclinó hacia delante, pasando su mano por detrás del rizado para abrir la puerta, quedando pecho con pecho durante el acto. Gabriel no se movió, y al castaño le costó un mundo frenar las ganas que tenía de empujarlo contra la pared ahí en medio del pasillo.

De alguna manera, logró abrir la puerta para que ambos pudieran entrar. De un momento a otro, Gabriel lo estaba besando, acercándose a él con los labios recién humedecidos con su saliva, chupando su lengua, apretando sus caderas mientras soltaba un pequeño gimoteo.

"También me alegro de verte" dijo Renato con una risita, alejándose lo suficiente para sacarse los zapatos y sacarse la camisa que llevaba puesta.

Gabriel observó cada movimiento, con ojos hambrientos, pensando en todas las formas en las que se quería morfar al castaño.

"Así que... ¿podríamos decir que te gustan los pibes?", Renato levantó las cejas, llamando la atención del mayor, quien levanto la mirada desde su pecho hasta sus ojos.

"Si", asintió el rizado, poniéndose serio en un segundo. "Digo, supongo que si. Todavía me gustan las mujeres, pero... Si, me gustan los chicos".

"Y cómo... eh ¿Cómo te sentís al respecto?"

Gabriel se acercó nuevamente para darle un beso, pero Renato dio un paso atrás.

"Para, Gabi. En serio. ¿Estás bien?"

Gabriel suspiró y se dedicó a quitarse los zapatos. "No sé. Creo que si. Ósea, sé que no estoy preparado como para contárselo a mi familia ni a mis amigos, porque yo recién estoy procesando todo esto. Pero... pero también sé que no puedo dejar de pensar en tu pija, y el pensamiento ni siquiera me asusta. ¿Estás satisfecho con mi respuesta?".

Renato resopló una risa. "Satisfecho por ahora", asintió. Gabriel era un chico maduro, el castaño iba a confiar en su palabra.

Cuando el rizado intentó besarlo por segunda vez, Renato se alejó nuevamente, pero esta vez lo hizo en joda, jugando con él y provocándolo. Gabriel sonrió y le siguió el juego, dejó que el castaño lo guiara hasta su habitación. Allí, fue donde el menor dejó que el rizado ganara, dejó que Gabriel lo besara, lento, profundo y salvaje, hasta que a Renato le costó respirar y sus labios se entumecieron.

"¿Rimming?" murmuró, alejándose del agarre de Gabriel y tirando de su remera sobre su cabeza.

El rizado se aclaró la garganta, pero esta vez no se puso colorado. "Si vos queres"

"Quiero, y mucho", sonrió Renato, soltando su cinturón para luego bajar sus pantalones y ropa interior de un tirón. Estando completamente desnudo, el castaño se dejó caer sobre la cama y abrió sus piernas, dejando que su pija se endureciera frente a la atenta mirada de Gabriel.

"¿Me vas a decir si hago algo mal?"

Renato rodó los ojos, preguntándose internamente por qué Gabriel se tenía tan poca fe en el sexo. "Si, obvio. Si haces algo mal te lo digo de una" concedió el menor. "Ahora, vení"

Gabriel se tomó su tiempo para desvestirse. El castaño pudo notar que estaba tan duro como él, la pija gruesa y rosada. Del mismo color que se tornaban sus mejillas cuando el menor le decía algo sucio. Con cuidado, el rizado se puso de rodillas sobre la cama, entre las piernas abiertas de Renato, dándose un momento para evaluar la situación. Al igual que la vez anterior, Renato permaneció en silencio para que el mayor decidiera por dónde empezar. Comenzó como el castaño lo había hecho, recorriendo con sus manos los muslos del menor en una suave y cálida caricia. Renato suspiró y se acomodó en la cama, removiéndose para encontrar una posición cómoda y cerrando sus ojos para sentir los dedos callosos del otro sobre su piel. ¿Acaso el rizado hacía muchas laborales con sus manos para tener esas callosidades? ¿Tocaría la guitarra?

Los dedos fueron reemplazados por labios calientes y una lengua suave, dibujando patrones sin sentido en su muslo. El castaño dejó escapar un suspiro alto, estirando sus manos para rozar el pelo de Gabriel.

"¿Lento o rápido?" preguntó Gabriel, subiendo a besos la cadera del menor.

"Lo que vos quieras"

"Lento entonces. Pero avísame si te aburres ¿eh?"

En ningún universo Renato se podría aburrir teniendo a Gabriel entre sus piernas. Pero no lo iba a admitir en voz alta. En cambio, decidió abrir sus piernas más amplio y tirar un poco del pelo del rizado.

Gabriel no estaba jodiendo. Parecía que habían pasado por lo menos unos diez minutos antes de que sus labios lo volvieran a tocar, bajó lentamente desde su abdomen inferior hasta su erección, después trazó una línea a besos desde la cabeza hasta la base.

"¿Puedo?" preguntó el mayor, arrastrando la lengua a través de las bolas del castaño.

"Puta madre, si, por favor", jadeó Renato, sintiendo como empezaba a acumularse el sudor sobre sus cejas. Gabriel era un provocador de mierda.

La succión fue casi demasiado intensa cuando unió sus labios a sus testículos, un poco incómodo, un poco – demasiado - entusiasmado. Aun así el castaño se sintió como si estuviera en el cielo, arqueando su espalda y cambiando de posición sus caderas para obligar al rizado a bajar un poco la intensidad de sus movimientos.

Bajando unos centímetros, Gabriel lamió y besó el camino hacia su entrada. Renato sabía que el mayor estaba mirando su agujero. El castaño no se consideraba un chico tímido, pero igual se sentía un poco nervioso ante la exposición. Levantó su cabeza para ver por qué Gabriel se estaba demorando tanto, pero justo en eso momento pudo ver como el rizado enterró la cara en su culo.

Renato se dejó caer nuevamente en la cama, levantó un poco las piernas tomándolas detrás de sus rodillas para mantenerse bien abierto. Dios, Gabriel nació para hacer esto.

El rizado copió todos los movimientos que Renato había hecho con él, como si hubiera estado memorizando una película. Alternó pequeñas lamidas con embistes profundos de su lengua, sin sentir vergüenza por los ruidos húmedos que estaba haciendo, sin timidez a la hora de comerse el culo de Renato como si estuviera muerto de hambre.

Renato se retorcía sobre la cama, enroscando sus dedos en las sábanas, intentando no gritar.

Dios, necesitaba tener su boca en contacto con el cuerpo de Gabriel.

"Vení", Renato jadeó.

"Todavía no termino", murmuró Gabriel, sujetando con firmeza las caderas del menor.

"Si sé, no quiero que pares pero... vení" Renato le hizo un gesto con las manos para que Gabriel se diera la vuelta, lo que hizo volver el rubor a las mejillas del chico.

"¿Seguro?"

"Si vos queres"

Gabriel lo sopesó por un momento, luego desvió su mirada mientras se daba vuelta en la cama, lanzando una pierna sobre la cabeza de Renato, quedando casi montado sobre su cara. Renato sonrió ante el miembro que tenía a unos centímetros de la boca, con una pequeña gota de líquido pre-seminal en la punta. Lamió el líquido, agarrando la cintura de Gabriel cuando la sensación lo hizo casi saltar. El castaño lo mantuvo en su lugar mientras comenzaba a chupar la cabeza de la pija, subiendo con su boca hasta tenerlo casi entero dentro de la cavidad, sintiendo como chocaba en la parte de atrás de su garganta. Gabriel gruñó y dejó caer su cabeza, estirando el cuello para poder lamer la entrada del castaño nuevamente. 

En la medida que Gabriel iba perdiendo el control, los movimientos de su boca se tornaron desordenados. Renato no sentía el mismo placer que cuando estaba enfocado en su tarea, pero valía la pena la distracción del rizado, mientras pudiera escuchar los pequeños gemidos y lloriqueos mientras el castaño lo seguía succionando. Era como si al mayor nunca le hubieran chupado la pija en su vida.

Tal vez nunca le tocó conocer a alguien que se la chupara bien.

Renato enfocó todos sus esfuerzos en conseguir que el mayor se corriera. Chupó y lamió, besó y acarició, hasta lograr que Gabriel prácticamente se estuviera cogiendo su boca, embistiendo con las caderas, buscando sentir más del calor húmedo de la boca del castaño. Se dio por vencido con el agujero del menor, y en cambio, se concentró en su erección, repitiendo todos los movimientos que el chico estaba haciendo en él. Renato se sentía tan caliente que ya casi no lo podía soportar, por un momento casi se deja ir antes de alcanzar la misión que se había propuesto.

Cuando el castaño agregó su mano a la ecuación, presionando un dedo en la entrada de Gabriel mientras succionaba con más fuerza, el rizado se estremeció y se corrió en la boca del menor, gimiendo en voz alta mientras escondía su rostro en el muslo de Renato.

"Mierda" gimió, con la voz temblorosa mientras seguía depositando chorros espesos y cálidos en la garganta de Renato. El castaño se mantuvo en posición hasta el final, chupando hasta la última gota, asegurándose que Gabriel estuviera totalmente consumido antes de alejarse para tomar una respiración profunda.

Pero Gabriel no cambió de posición, no se tomó un descanso. De un momento a otro, su boca volvió a estar sobre el castaño, moviendo la cabeza de arriba a abajo, haciendo que la pija del menor se pusiera aún más dura.

"Mierda, Gabi... me voy..." advirtió, no quería correrse en la boca del otro sin previo aviso.

Pero sus palabras sólo impulsaron más a Gabriel, quien lo succionó más profundo, mientras el castaño no pudo evitar embestir con sus caderas mientras se corría en esa lengua húmeda, y esos labios suaves que lo estaban intentando dejar seco.

Gabriel se dejó caer al lado de Renato. Ambos jadeando, sudorosos y satisfechos. En ese momento Renato se prometió a sí mismo delegarle más responsabilidades a Fausto en el bar. Definitivamente tenía que darse el gusto de pasarlo así de bien más seguido.

"Eso fue..." empezó a decir Gabriel.

"¿Bueno?"

"Más que bueno"

"Me alegro". Renato se sentó en la cama y miró al rizado, quien se encontraba mirando el techo con todo el pelo desordenado y los músculos como gelatina. "¿Te gustó chuparme el ojete?"

"Si, mucho"

Renato sonrió. "¿Puedo hacerte una pregunta?"

"Si, claro"

"Si yo fuera el que quisiera experimentar cosas nuevas, probablemente sería más egoísta. Digo, me gustaría más recibir que dar. No sé si me entendes. ¿Por qué no estás siendo aunque sea un poco egoísta con todo esto?"

Gabriel giró su cabeza para mirar al castaño, con una mueca en los labios. "¿Te molesta que sea así?"

"No, no. Para nada. Sólo pregunto por curiosidad".

"Bueno, eh... yo me imagino que recibir un pete de una mina o un chabón no varía mucho. Pensé que sería un poco más fácil saber si me gustan los chicos si hago cosas más... gay?"

"Cómo chuparme el ojete"

Gabriel pareció mortificado por un momento, pero luego estalló en risas. "Si, eso mismo, como chuparte el ojete"

Renato se rio con él, el sonido se fue desvaneciendo lentamente mientras Gabriel se ponía de pie para buscar su ropa. "Me tengo que ir"

"Vos sabes que no es  necesario, ¿cierto?"

Gabriel se puso los jeans, luego se sentó en el borde de la cama. "En realidad, creo que si es necesario. Se supone que esto es algo casual ¿no? libre de expectativas y todo eso. No quiero incomodarte quedándome a dormir aquí".

Bueno, sí, tenía razón. Igual el castaño estaba demasiado exhausto como para compartir su cama. Necesitaba estirarse, y dormir el resto de la noche. "Si, tenés razón".

"Pero nos vemos mañana ¿no?"

"Así es. Te espero en el bar".

"Quizá, después de la pequeña reunión, podríamos probar algo de tu lista"

Renato sonrió y tiró de Gabriel para dejar un último beso en sus labios. "Buen plan".

Gabriel terminó de vestirse y se retiró con una sonrisa en la cara y un gesto de su mano. Renato se metió bajo las sabanas, sin molestarse en ponerse el pijama. Se quedó dormido, con esa sensación cálida y confusa que le provocaba este pequeño secretito que compartía con Gabriel.

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