Capítulo 13

944 60 7
                                        

Hola chicxs!!! Disculpen la demora pero la vida me tiene un poco atareado 😕  En fin, les traigo un par de capítulos más. Espero les guste 💜

                                           •••

"Ahí, Tato. Justo ahí", gruñó Gabriel, arqueando su espalda en esa curva que Renato ya conocía tan bien.

Abrió un poco más las nalgas de Gabriel mientras enterraba su lengua un poco más profundo, presionando hasta llegar lo más lejos que su anatomía le permitiera. El rizado empujó hacia atrás como si no fuera suficiente, como si quisiera más, rodando sus caderas sobre la cama para conseguir un poco de fricción sobre su pija.

Renato ya llevaba un buen rato en esto. Despertó a Gabriel con lamidas lentas y suaves que ahora se habían convertido en penetraciones profundas. El rizado estaba prácticamente danzando sobre su lengua. Renato no tenía nada planeado, solo quería que el mayor se sintiera bien. Así es como había sido su vida sexual este último tiempo. Ha pasado una semana completa desde la última vez que eligieron algo de las listas, la mayoría de noches las pasan haciendo el amor o quedándose dormidos juntos después de un día de trabajo, enrollados como gatitos bajo las colchas.

De hecho, dentro de las últimas siete noches, solo una la pasaron separados. El castaño estaba intentando no flashear con todo esto. No significaba nada en particular.

Renato apretó el culo de Gabriel y se alejó un poco para morder uno de sus cachetes, firme y perfecto, luego empezó a besar un camino en ascenso por su espalda. Se tomó su tiempo explorando esos músculos, chupó nuevas marcas a través de su columna, saboreando cada centímetro de manera lenta y pausada, mientras Gabriel se retorcía bajo su tacto.

Renato ya se había puesto el condón, y Gabriel aún estaba un poco dilatado y abierto de la noche anterior, así que cuando Renato llegó hasta su nuca, cubrió por completo el cuerpo de Gabriel con el suyo y empujó en su interior. Gabriel enterró su cara en la almohada y dejó salir un gemido fuerte, uno que vibró a través de su cuerpo y se extendió hasta el de Renato.

"Bonita manera de despertar ¿o no?" le susurró, permitiéndose disfrutar la tibia estrechez del culo de Gabriel por unos segundos antes de empezar a embestir.

"Si. Mucho mejor que con la alarma", murmuró Gabriel, sonando un poquito ronco.

Renato se levantó un poco, manteniéndose enterrado en Gabriel mientras se dedicaba a observarlo, a apreciar la tensión de sus hombros y la forma en que la luz de la mañana convertía su piel en porcelana. Tan suave.

"Me gustan estos lunares", dijo Renato, deslizando sus dedos por un par de puntitos bajo el cuello de Gabriel. Se agachó un poco para besarlas, sonriendo ante el estremecimiento del rizado.

"Tatito..." gimoteó Gabriel, moviendo sus caderas, prácticamente perforando el colchón.

Renato se comenzó a mover lento, sus caderas tan perezosas como él se sentía en ese momento, como si pudiera extender esta mañana por una eternidad, como si no tuvieran nada más que hacer, ningún otro lugar a donde ir. Gabriel pareció complacido por un momento, dejando caer su cabeza a la almohada otra vez mientras estiraba los brazos sobre su cabeza, enterrando sus dedos en las sábanas.

"Dios, si, Tato, sigue así". Los gemidos del mayor ya no parecían urgentes y necesitados, ya no sonaban como sollozos. Ahora sonaba satisfecho, como si quisiera mantener esta fricción, el ardor de tener a Renato dentro de él, como si bastara con estos movimientos letárgicos.

Renato siguió moviéndose, pero su mente se fue a la deriva. Antes de darse cuenta de lo que estaba haciendo, tenía sus labios sobre los hombros de Gabriel, dulce y ligero, suspirando sobre su piel mientras deslizaba sus manos por los brazos de Gabriel hasta alcanzar sus manos, entrelazando finalmente sus dedos. Sin poder detener su boca, sin poder controlar sus impulsos, comenzó a murmurar. "Te sentís tan bien, Gabi. Tan perfecto".

Su voz era más suave de lo normal, un poco visceral, pero no se arrepentía de nada. Era la verdad, y al parecer a Gabriel no le molestaron sus palabras. El rizado estaba prácticamente ronroneado debajo de Renato, mientras este se movía un poco más profundo, intentando unir sus cuerpos de la forma más íntima .

Un poco después, Renato se giró sobre su costado, llevando a Gabriel con él. No dejó de embestir mientras hacían la cucharita. Gabriel tiró uno de los brazos de Renato alrededor de él llevando la mano del castaño hasta su boca para besar la yema de sus dedos y rasparlos con sus dientes hasta hacerle cosquillas.

"Quedémonos así todo el día, por favor", susurró Gabriel.

Renato no estaba seguro de haberlo escuchado bien, pero el eco de sus palabras quedó flotando en el aire, esperando una respuesta. "Bueno", dijo simplemente.

Gabriel giró su cabeza, gruñendo un poco cuando Renato volvió a embestir dentro de él. "¿Posta?"

"¿Podés?"

Gabriel negó con la cabeza y dejó salir un suspiro. "Me encantaría. Pero los dos tenemos que trabajar".

Renato se acercó un poco para besarlo cortito antes de empujarlo nuevamente sobre la cama para volver a quedar sobre su cuerpo. "Entonces disfrutemos esto"

Gabriel presionó sus manos contra el cabecero y enterró la punta de sus pies en la cama, agarrándose con fuerza, al mismo tiempo que Renato tomaba sus caderas con las manos.

Durante los siguientes minutos, no se escuchó nada más que el chirrido de la cama y el choque de sus cuerpos, camuflando los gemidos y gruñidos bajitos que estaban emitiendo. Renato cerró los ojos y dejó que su cuerpo asumiera el control, absorbiendo la sensación de cada embestida, hasta sentir su pija palpitar y sus bolas contraerse.

Se enroscó sobre la espalda de Gabriel, metiendo las manos por debajo de su cuerpo hasta alcanzar su pija. Lo masturbó unas pocas veces antes de sentir como Gabriel se deshacía con una gruñido alto, hasta sentir los chorros húmedos y calientes sobre su mano a la vez que el rizado se contraía alrededor de su erección. En ese momento el castaño se dejó ir, mordiéndose los labios mientras olas de placer atravesaban su cuerpo. Cayó sobre los músculos duros y firmes que se encontraban atrapados bajo su peso, aplastando a Gabriel contra la cama mientras se corría.

Ninguno quería moverse. Renato se retiró el condón y lo lanzó hacia el basurero, sin importarle si había caído adentro o no. Más tarde lo recogería si era necesario. Se giró hasta quedar de espaldas para recuperar el aliento. Su mayor recompensa fue el cuerpo caliente, pegajoso y sudado de Gabriel, acurrucándose contra su pecho y lanzando una pierna sobre sus caderas.

"Mira el desastre que hicimos", murmuró Gabriel.

"Igual ya necesitaba lavar las sabanas"

El momento se prolongó en silencio, sintiendo como si no necesitaran hablar, como si con acariciarse y respirar juntos bastara por una vida.

Un rato después, la alarma de Renato sonó y ambos dejaron salir un gruñido.

"Es hora de ser adultos responsables", dijo Gabriel, estirándose como un gato mientras Renato se sentaba y bajaba los pies por un costado de la cama, complacido de ver que su puntería no había fallado y el condón ahora se encontraba en el fondo del basurero.

"Si querés podes ir metiéndote a la ducha. Yo mientras voy a tirar estas sabanas a la lavadora".

Gabriel asintió. "Bueno, ¿Pero me acompañas después?"

Renato levantó una mano y le dio una palmada suave en el culo. "Obvio".

CuriosidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora