Capítulo 7

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Última noche de los chicos en el hotel 🏨

                                           •••

Renato despertó y contuvo el aliento.

No estaba seguro por qué, hasta que se encontró a sí mismo buscando el calor de un cuerpo recostado al lado suyo.

Ah, cierto.

Estaba conteniendo el aliento por la incertidumbre de saber si Gabriel se había quedado o no.

Y ahí estaba, ese cuerpo sólido y cálido enredado con el suyo. Gabriel se había quedado. El rizado se había girado en medio del sueño y ahora estaba acostado sobre su estómago, ocupando bastante espacio en la cama. Pero estaba allí. Renato exhaló lento, sin saber si era un suspiro de alivio o un jadeo de miedo.

Gabriel se removió cuando sintió los movimientos del castaños, parpadeó con ojos somnolientos y recorrió con la vista el lugar hasta centrar su mirada en Renato.

"Buen día", dijo con voz ronca.

"Buen día", dijo Renato con cuidado, esperando la reacción del rizado.

Gabriel se tambaleó fuera de la cama y se dirigió al baño, cerrando la puerta tras de él. Renato sonrió, encantado con su carita de medio dormido.

Unos minutos después, salió y rápidamente recogió su ropa, vistiéndose eficientemente, sin decir palabra. Renato salió de la cama sigilosamente y copió sus movimientos, todavía esperando que Gabriel dijera o hiciera algo. Al parecer acurrucarse un ratito en la cama estaba fuera de la ecuación. Renato sólo esperaba que no hubieran cruzado ningún límite, que Gabriel no decidiera alejarse.

"Yo... debería ir a mi habitación. Necesito prepararme para el día".

Renato deseaba que Gabriel hubiese traído su maleta con él. Se imaginaba a ambos compartiendo el baño, moviéndose uno alrededor del otro mientras se cepillaban los dientes.

La escena era demasiado doméstica. No debería permitir que sus pensamientos fueran en esa dirección.

"Si. Está bien. Los dos tenemos un montón de cosas que hacer". Renato intentó mantener una voz ligera y animosa, para calmar al rizado.

"Eh, yo... ¿vengo directamente para acá? Digo, más tarde"

La oleada de alivio y calidez que invadió al castaño casi lo hizo soltar una risa. Logró contenerse, asintiendo y sonriéndole al mayor. "Te voy a estar esperando".

Necesitaba hablar con Gabriel, necesitaba hacer que Gabriel le hablara. Necesitaba preguntarle al rizado cómo se estaba sintiendo con todo esto, si estaba bien, si se sentía a gusto. Todo esto había comenzado porque Gabriel quería experimentar, quería saber más de sí mismo, y Renato estaba haciendo su mayor esfuerzo por estar ahí para apoyarlo. Bueno, en realidad, estaba disfrutando del sexo y lidiando con su pequeño enamoramiento, bastante inconveniente para ser honestos.

Decidió dejarlo para más tarde, cuando volvieran a la ciudad. Podría invitarlo a su departamento y tener una conversación seria al respecto, comportarse como un verdadero amigo para Gabriel.

Pero hoy, iba a ser su última noche de 'vacaciones', así que se iba a dedicar a disfrutarla.

Luego de cerrar la puerta cuando Gabriel se marchó, el castaño se dirigió al baño para tomar una ducha, imaginando que cosa tendría en mente el rizado, con qué maravilla de su lista lo iba a sorprender.


                                               •••


Los seminarios eran bastante buenos.

Renato debería estar aprendiendo un montón. Debería estar tomando nota de todas las cosas que quería recordar, organizando toda la información que le estaban dando en cada seminario, interactuando con los otros asistentes.

Lo está intentando. En serio.

Pero Gabriel estaba por ahí, en el mismo hotel, y la noche anterior habían compartido la misma cama, y esta noche iba a volver a su cuarto, y el castaño, de verdad, no podía pensar en otra cosa.

El día se le hizo una eternidad antes de volver a su cuarto. Cuando llegó a la habitación, el jardín estaba prácticamente a oscuras. Pudo observar la noche estrellada desde su balcón, mientras desenvolvía el sushi para llevar que había comprado, preguntándose si sería capaz de digerir algo con los nervios y la ansiedad que lo embargaban.

Gabriel llegaría en cualquier momento. Intentó calmarse un poco, se sacó los zapatos y comió su cena recostado en la cama mientras miraba la TV. El golpe en la puerta lo sacó del trance en el que había entrado por un momento.

Gabriel venía con su maleta.

Fue lo primero que notó el castaño cuando abrió la puerta. Lo que significaba que el rizado planeaba pasar la noche con él.

"Yo- eh, espero que no te incomode. Pero pensé que..."

"Pensaste que sería más fácil dejar todo preparado para desalojar el hotel mañana. Está todo bien, Gabi". Renato intentó sonar desinteresado, práctico, pero aun así pudo escuchar la emoción en su propia voz. Se preguntó si Gabriel lo habría notado también.

Cuando Gabriel ingresó al cuarto, observó la TV mientras depositaba sus pertenencias en el piso. "Estás- ¿Estás viendo ese programa donde reconstruyen casas?"

"Si", admitió Renato, sonriendo un poco.

"¿En serio?"

"Bueno, si. Imagínate. Vivo en un departamento chiquito, y la única vista que tengo desde la ventana es una pared de ladrillos. Dejame soñar, che"

Gabriel se rio. "Tenes razón. ¿De dónde es esa?"

"Un capítulo internacional. Parece que son de la Toscana o algo así".

"Ah. Dejame adivinar. La pareja quiere una casa rústica y típica italiana en la zona rural, que tenga carácter y un diseño original. Pero la chica se enoja porque las habitaciones son muy pequeñas y la cocina no está conectada al comedor".

Renato soltó una carcajada. "¿Sos joda? Parece que miras este programa más seguido que yo"

El rubor que a Renato tanto le encantaba comenzó a subir por las mejillas del mayor. Era incluso más tierno cuando no tenía nada que ver con sexo. "Estuve saliendo con una chica que miraba este programa".

Dejo salir las palabras de manera vacilante, como si no estuviera seguro si era correcto o no hablar del tema. Renato ignoró los celos que se instalaron en sus entrañas ante el pensamiento de una mujer que existió antes de que él y Gabriel decidieran estar juntos. Bueno, no juntos juntos. Simplemente, prefirió dejarlo ir.

De manera intencional, y haciendo un poquito de show, Renato agarró el control remoto y apagó el televisor.

El silencio que se instaló en la habitación se sintió tan cargado como siempre entre ellos dos. Ambos sabían por qué estaban aquí y qué era lo que querían. Ahora estaban jugando a saber quién haría el primer movimiento.

Terminó perdiendo Renato, porque se sentía demasiado impaciente. "¿Comiste algo?".

Gabriel asintió. "Si, comí antes de empacar las cosas para venir".

"Ok. Anoche elegimos algo de mi lista", dijo el castaño. "Es tu turno".

Gabriel bajó sus ojos, el rubor persistente en su piel. Mientras se sacaba los zapatos dijo, "Lo estuve pensando... Dijimos- eh- Dijimos que era sin juzgar ¿no?"

Renato asintió serio. "Así es"

"Sabes que me podes decir que no si no queres"

"Si sé, Gabi" dijo Renato. "¿Qué tenes en mente?"

Gabriel logró mirarlo a los ojos, a pesar de lo rojo que estaba y de lo fuerte que estaba apretando sus puños. "Quiero que seas duro conmigo"

Renato sonrió, preguntándose por qué Gabriel se ponía tan nervioso. "Si, claro, no hay problema"

"No, no me entendes", Gabriel se detuvo para aclarar su garganta. "Digo, quiero que seas... duro, en serio. Yo- yo quiero que duela".

La sonrisa de Renato titubeó. "¿Que duela? Se más específico, por favor".

Gabriel pareció sentirse aliviado cuando notó que el castaño no se horrorizó ni se rio de él. "Nada tan loco. Sólo... es que, una vez una chica me pellizcó los pezones con fuerza y a mi..."

"¿Te gustó?"

Gabriel asintió. El bulto en sus pantalones demostraba cuanto le gustaba.

"Me vas a tener que guiar, Gabi", le dijo Renato. "Nunca he sido un sádico intencionalmente. Me tenés que decir si me voy de mambo o si algo no te gusta".

"Si, obvio. Tú- eh ¿Queres probar?"

"Por supuesto". Renato sentía que sus dedos picaban, desesperados por tener contacto con el cuerpo del mayor. "Vení"

El aire se sintió más espeso mientras Gabriel se acercaba, su pecho se movía con respiraciones forzosas. Estaba nervioso, era obvio, pero también estaba necesitado, sus pupilas dilatadas y la pija dura, apretando la entrepierna de su pantalón. Al parecer esto lo estaba volviendo loco.

Renato quería complacerlo. Necesitaba hacerlo bien por él.

El beso comenzó lento, un simple desliz de labios. Renato pensó internamente que si iban a hacer esto, iba a tener que tomar el control y tirarse a la piscina. Sin aviso, mordió el labio inferior de Gabriel, fuerte y rápido.

Gabriel jadeó. Renato se alejó, sorprendido de haber disfrutado de la sensación. La forma en que los labios suaves del chico cedían entre sus dientes lo hacían querer morder otra vez, lo hacían querer saber cuánto podría soportar Gabriel.

Al mismo tiempo, ambos chocaron, tirando de la ropa con fuerza, Renato estaba seguro que algo se había rasgado, trastabillaron hasta la cama, cayendo sobre las sábanas que todavía mantenían el olor de ambos cuerpos. Renato no quiso que el servicio a la habitación se las cambiara. El castaño respiró profundo, observó cómo Gabriel se arrastraba hasta el centro de la cama donde pudo extender su cuerpo. Una bola caliente de deseo se instaló en su pecho, difundiéndose al resto de su cuerpo, llegando hasta la parte más primitiva de su mente, que quería marcar como suyo a Gabriel, poseerlo, y no dejar que nadie siquiera se atreviera a mirarlo.

El sentimiento era peligroso, pero Renato no pensaba contenerse esta noche.

Gabriel no se dio cuenta, o quizá creyó que era parte de una actuación por parte del castaño. El chico arqueó su cuerpo cuando las manos de Renato se apretaron en sus costados, enterrándose en su piel mientras sentía los fuertes músculos bajo sus palmas. Renato bajó a través del cuello del rizado, besando y mordiendo a su paso, dejando que su lengua y sus dientes rozaran la piel de la zona.

"Si", jadeó Gabriel, incitando al castaño con sus dulces estremecimientos.

Renato bajó hasta los pezones del mayor. El chico había dicho que su ex los había pellizcado, pero eso no iba a ser suficiente para él. Quería hacerlo mejor que la chica. Necesitaba que Gabriel olvidara que la mina siquiera había existido en su vida.

Con su lengua trazó un círculo alrededor de uno de los pezones, que ya se encontraba un poco duro, y mordió. Dejó que sus dientes se enterraran y tiraran un poco, hasta que el rizado siseó y elevó sus caderas, su pija chocando con el abdomen del castaño.

"¿Cómo estuvo eso?", la voz de Renato sonaba rasposa, y Gabriel aun ni siquiera lo tocaba.

"Más", gimoteó Gabriel. "Por favor".

Renato sonrió y mordió de nuevo, presionando y rodando la piel entre sus dientes, tirando hasta sentir a Gabriel casi ronronear bajo su tacto, arqueándose y pidiendo más. Renato soltó el pezón, rojo y maltratado, antes de moverse al otro, empezando el proceso una vez más.

El castaño no estaba seguro que era lo que encendía a Gabriel. Si era una cosa de sumisión o si en realidad disfrutaba esa sensación pura de dolor. Pero entre más atacaba su pezones, más se deshacía el chico entre sus brazos. Los estremecimientos se convirtieron en temblores, y estos en retorcimientos, que eran acompañados por gemidos y sollozos, por manos que se enredaban en el pelo de Renato, reteniendo ahí.

"Bueno" sonrió el menor contra el pecho del contrario. "Hasta el momento es todo un éxito ¿no?"

Gabriel solo parpadeo mientras lo observaba, respirando fuerte, inhabilitado para formular palabras.

El castaño se elevó para besarlo otra vez, para morder sus labios con más fuerza esta vez. Nuevamente, Gabriel se volvió dócil y sumiso bajo su cuerpo, gimiendo bajito ante cada mordida mientras Renato se frotaba contra su cuerpo.

Renato volvió a admirar su trabajo en el pecho del rizado, su saliva y las marcas de sus dientes en los pezones, y decidió en ese momento que necesitaba marcar a Gabriel. Quizá esta iba a ser su única oportunidad, y era un recuerdo que estaba desesperado por obtener.

Renato comenzó bajo los pezones de Gabriel, chupando un trozo de su piel, para luego observar la reacción del mayor. El chico gruñó como si esto fuera mejor que lo que habían estado haciendo recién.

Así que el castaño hizo su camino en descenso, mordiendo y chupando todo el torso del rizado, su abdomen, pasando por su ombligo hasta llegar a sus caderas. La 'V' que allí se formaba sabía deliciosa, salada con el sudor de Gabriel, un lugar secreto al cual sólo tenía acceso el menor, un lugar secreto en donde iba a dejar su marca por días. Gabriel va a recordar esto, lo va a sentir, por mucho tiempo. El pensamiento hizo que la pija de Renato saltara en sus pantalones mientras seguía haciendo un festín de la piel del contrario.

El castaño se perdió en el cuerpo de Gabriel, se sentía ebrio con los sonidos que estaba haciendo y la manera en que seguía tocando al menor, tirándolo para mantenerlo cerca, apretándolo como si quisiera que Renato lo mordiera un poco más fuerte. Renato perdió la noción del tiempo, y para cuando volvió en sí, Gabriel tenía marcar de dientes y chupones en todo su torso, sus caderas, la parte alta de sus muslos, su piel gritaba el nombre de Renato como si lo hubiera escrito en tinta.

Era hermoso.

Gabriel era hermoso.

Renato se preguntó que más podría hacer con el cuerpo del rizado. Sin pensarlo, levantó una mano y golpeó suavemente el muslo de Gabriel. El castaño dudaba que hubiera sido muy duro, con suerte tuvo que haber molestado un poco. Pero el mayor reaccionó como si lo hubieran tocado con un brasero, como si su piel estuviera demasiado sensible. El rizado casi aulló, subiendo sus manos para agarrarse al cabecero, cerró sus ojos con fuerza y ofreció su cuerpo en sacrificio.

"Más fuerte" jadeó.

"¿Confías en mí?" preguntó Renato.

Por un momento, Gabriel salió de su trance. Seguía igual de enrojecido, igual de entregado como hace un segundo, pero había una claridad y seguridad en su voz cuando respondió sin vacilar. "Si".

Renato apretó la base de su propia pija y cerró los ojos, tomó una respiración profunda antes de asentir y volver a mirarlo. "Date vuelta"

Los ojos de Gabriel volvieron a nublarse, dejándose ir nuevamente mientras se daba la vuelta, ofreciendo su espalda y su culo. Renato lo atacó como si fueran lienzos nuevos que pintar, mordió los músculos a su paso, succionó con fuerza la piel a disposición hasta lograr que Gabriel enterrara sus dedos en la cama.

Cuando alcanzó el culo del rizado, lo ignoró completamente. Pudo sentir la frustración del contrario cuando se dirigió a la parte posterior de sus muslos. Pudo sentir también lo cerca del orgasmo que estaba, por la forma en que empezó a frotarse contra las sabanas.

"Para", le dijo Renato. "Quieto. O me detengo".

"Mierda", gruño Gabriel, retorciendo los dedos de sus pies.

Renato se irguió y le dio un palmazo a Gabriel, más fuerte que la primera vez, justo en donde se une el muslo y su trasero.

"¡Tato!", gritó Gabriel contra la almohada, como si fuera la única palabra que pudiera decir o pensar. Dios, el castaño se derretía por dentro.

"¿Querés que me detenga?" preguntó serio, no quería pasarse de la raya.

"No, por favor... no pares. Necesito..." Gabriel se removió incómodo, como si no encontrara las palabras para expresar lo que necesitaba.

Renato lo golpeó otra vez, observando como flexionaba los músculos y el culo se enrojecía. Empezó alternando palmadas en las nalgas y los muslos, golpeando lo más fuerte que su consciencia le permitía, atento a los sonidos de Gabriel, esperando a ver si en algún momento cambiaba de desesperación a dolor. Pero nunca sucedió. Gabriel seguía gimiendo, siguió recostado indefenso, permitiendo que Renato lo marcara con sus manos.

Y luego sus caderas se comenzaron a mover nuevamente. "Tato, me voy a... no puedo... me voy a correr"

"Date la vuelta"

En el momento que Gabriel estuvo de frente, en el segundo en que estuvo a su disposición, Renato se metió la pija del rizado en su boca. Gabriel se corrió de manera instantánea, chorreando sobre la lengua del castaño antes de que siquiera pudiera chupar una vez, antes de que siquiera pudiera metérselo completo hasta la garganta. El menor tragó, dándole a Gabriel una cavidad húmeda y cálida donde vaciar su orgasmo. Dios, el rizado se corrió fuerte y abundante. Pareció durar una eternidad, los músculos del rizado temblando hasta que de un momento a otro cayó rendido. Cuando bajó de la nube en la que se encontraba, se dejó caer en la cama, tirando un brazo sobre su cara, respirando pesado.

Renato dejó salir la pija de su boca y se limpió la cara con el dorso de la mano. Luego se recostó al lado del rizado.

"Eu", dijo suavemente. "Gabi, ¿Estás bien? ¿Te gustó?"

"Dios, Tato, fue... maravilloso", replicó Gabriel. "Sólo, dame un segundo".

Renato esperó paciente, sin tocar al rizado, pero mantuvo su cuerpo cerca para que supiera que estaba junto a él. Luego de un par de minutos, retiró el brazo de sus ojos y parpadeó hasta encontrar el rostro de Renato.

"Perdón. Me fui de mambo y vos no-"

"Está todo bien" sonrió Renato. "Era tu turno, ¿te acordas?"

Gabriel sonrió suave. "Pero, ¿Puedo... Dejame..."

Antes de que Renato pudiera comprender lo que el chico planeaba hacer, Gabriel descendió por la cama, dejando besos dulces y húmedos en la piel del castaño, hasta llegar a su pija dura, que tragó completamente. Dios, después de ignorar por tanto rato las palpitaciones dolorosas de su pija, la sensación de placer casi lo hizo llorar. En menos de un minuto Renato se corrió en la lengua del rizado. Debería sentirse un poco avergonzado por haber durado tan poco, pero Gabriel no lo podía culpar después de todo lo que habían hecho. Gabriel lo miró desde abajo, sus labios hermosos estirados alrededor de su miembro, brillosos de saliva, su cuerpo lleno de chupones y marcas rojas que Renato había dejado ahí. Nadie, absolutamente nadie, podría durar más de un minuto con semejante hombre.

Después de un momento, Gabriel se recostó a su lado, luciendo bastante orgulloso de sí mismo. Pero cuando el castaño le sonrió de vuelta, algo cambió en su semblante. El chico mordió su labio hinchado y se puso de espaldas mirando al techo. Un silencio incómodo se estableció en el ambiente.

Renato estiró una mano y frotó su mano de manera reconfortante sobre su estómago. "Ya te dije, Gabi. Aquí nadie juzga a nadie. Vos podes disfrutar todo lo que quieras. ¿Recordas lo que dijimos?... además todo lo que hicimos esta noche, fue más que placentero".

"¿Lo dices en serio?" Gabriel sonaba tan inseguro de sí mismo. Renato quería acurrucarse a  su lado, encerrarlo entre sus brazos y besar sus párpados. Pero en cambio, mantuvo su mano sobre el estómago del rizado. "¿No fue... mucho para vos?"

"Para mí no. ¿Y para vos?"

"Para mí fue increíble"

"Entonces estamos bien". Renato sonrió y encogió los hombros como poniéndole punto final al problema. Gabriel soltó una risita y finalmente se relajó.

Juntos se deslizaron bajo las colchas. Renato se giró para apagar las luces, luego se acercó al cuerpo de Gabriel, instantáneamente enredaron sus cuerpos como lo habían hecho la noche anterior. No se debería sentir tan bien, no debería hacerlo sentir seguro y cómodo como para dormir así por días, no debería hacerlo sentir como si quisiera terminar así cada noche, totalmente satisfecho y feliz.

Pero así es cómo se sentía.

Y por la forma en que Gabriel suspiraba y se acurrucaba más cerca, el último pensamiento de Renato antes de dormir, fue que tal vez Gabriel sentía lo mismo, también.

                                             •••


La mañana siguiente, Renato despertó sabiendo que era muy temprano. Todo estaba en silencio, oscuro y quieto. Probablemente todavía les quedaba un par de horas antes de que sonara la alarma. Renato se preguntó internamente si sería muy cringe quedarse allí despierto, bañándose en la sensación de tener a Gabriel medio estirado sobre su cuerpo, respirándole en el cuello.

Pero no se pudo quedar quieto, y unos minutos más tarde, Gabriel se despertó cuando cambió de posición para aliviar sus músculos entumecidos.

Sus ojos se encontraron, apenas visibles en la oscuridad de la habitación, pero Renato pudo sentir su mirada. Era intensa, algo silencioso estaba transmitiéndose entre los dos, algo tan suave e íntimo como la cama que estaban compartiendo, tan íntimo como sus cuerpos encajados el uno con el otro.

Dedos cálidos se entrelazaron con los de Renato, uniéndose y apretándose bajo las sábanas. Sus pies frotándose en el extremo de la cama. Renato se acercó antes de darse cuenta.

Esta vez no habían elegido nada de la lista.

No tenía permitido besar a Gabriel. No en este momento. No deberían estar tomados de la mano, no deberían estar haciendo nada hasta elegir otro 'experimento' de la lista.

Se suponía que las cosas debían mantenerse dentro de los límites de su acuerdo.

Pero no pudo evitarlo. Besó a Gabriel.

Y Gabriel le devolvió el beso.

Se quedaron acostados besándose. Algo de los dos. Para los dos. No había ninguna lección nueva que aprender, ningún kink que probar, no había ninguna razón más que las ganas que tenían de hacerlo.

Querían besarse simplemente porque querían compartir ese momento.

El corazón de Renato palpitó con fuerza cuando Gabriel se alejó, tiró del castaño hasta quedar de espaldas, con las manos enredadas en el pelo del menor, acercándolo para besarse otra vez, sus pechos presionados, uno contra el otro. Renato posó una mano en el rostro de Gabriel, frotando con el pulgar su mandíbula mientras movía sus labios despacio, tan lento, queriendo quedarse por siempre en este sueño.

"¿Tato?", susurró Gabriel.

Era una pregunta.

Renato estaba al borde de un abismo peligroso, preguntándose si debería responder.

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