*Tendrías una cita conmigo?*
Renato sonrió con el mensaje de Gabriel, imaginándoselo en la cervecería, encerrado en una oficina muy similar a la suya, deseando estar juntos en ese momento.
*Obvio que si. Me parece perfecto. En unos minutitos salgo de la oficina. Es mi última noche libre de la semana. Y Quiero pasarla con vos*
La respuesta de Gabriel llegó casi instantáneamente.
*Genial. Te tengo un regalo*
*Posta?*
Renato sonrió más amplio, le llegaban a doler los cachetes, mientras esperaba que Gabriel le dijera cuál era la sorpresa. Estaba agradecido que Fausto no estuviera cerca, porque últimamente lo ha estado gastando por actuar como un adolescente enamorado, y en serio, en ese momento no necesitaba a su empleado haciendo soniditos de besos a sus espaldas.
*Sip. Recién me llegó la notificación de que fue entregado, así que lo más probable es que estará esperándote cuando llegues a casa*
Renato no tenía idea de que podría ser, pero sentía que se derretía por dentro pensando en Gabriel comprando algo para él, guardándose el secreto y todo.
Bueno, quizás Fausto tenía razón.
Su celular vibró de nuevo, sin darle tiempo a contestar.
*Ponetelo esta noche*
Ooook. Eso suena... interesante.
Renato le envió algunos mensajes mientras caminaba las pocas cuadras hacia su departamento, intentando sacarle alguna pista de lo que podría ser el regalo, pero Gabriel se rehusó a darle en el gusto. Lo único que le dio fue la hora y el nombre del restaurant y le dijo que no llegara tarde.
Bueno, no tenía intención de llegar tarde al encuentro. Renato era un sediento dispuesto a todo por pasar un poco de tiempo con Gabriel. No pensaba perder ni un solo segundo.
Cuando llegó a su departamento, había una pequeña caja marrón sobre la alfombra de la entrada, que recogió rápidamente. Era muy pequeña para ser ropa. Quizás era alguna... joya?. Tal vez Gabriel le compró un reloj o algo por el estilo. Bueno, eso sería un regalo perfecto, pero el castaño no estaba seguro de haber hecho algo especial como para ganarse ese presente. La dirección del remitente era de una empresa cuyo nombre no le decía nada, así que optó por meterse al departamento lo más rápido posible para abrir el envoltorio.
Luego de destrozar la caja y los plásticos que la envolvían, Renato se quedó observando su regalo, con la boca abierta y la mente nublada.
Era un anillo masculino.
Gabriel le compró un anillo masculino. Y quería que se lo usara esta noche.
Pasaron unos treinta segundos antes de que el shock se desvaneciera, y la excitación tomara lugar, profunda y caliente en sus entrañas. Quería mandarle un mensaje a Gabriel, pero se resistió a la urgencia, sabiendo que sería mejor si no lo hacía, sabiendo que sería mejor usar el juguetito y llegar a la cita dispuesto a lo que sea que Gabriel quisiera hacer.
Teniendo en cuenta que aún le quedaban un par de horas, se tomó su tiempo en la ducha, asegurándose de quedar bien limpio, pensando en las ganas que tenía de tocarse a sí mismo, y luego pensando en las ganas que tenía de que Gabriel lo tocara. Tuvo que poner el agua fría para calmar el ardor de su cuerpo. Probablemente Gabriel lo quería poner ansioso, necesitado. Así que prefirió no tocarse antes de la cita.
Cuando salió de la ducha y se secó el cuerpo, agarró el anillo y se acercó al espejo de cuerpo entero que tenía en su habitación. Le volvió a echar un vistazo, deslizando sus dedos sobre el cuero, y las dos piezas metálicas que formaban el botón. Era un artículo bastante básico, para nada intimidante, a pesar de que Renato nunca había ocupado uno. Se encontraba respirando agitado sólo con mirar el anillo.
Mierda, el cuero se sentía maravilloso alrededor de su pija, apenas se tuvo que tocar para ponerse duro, antes de cerrarlo en la base de su erección, justo sobre sus bolas. Se sentía un poco raro, una presión particular, una restricción ardiente que podía sentir alrededor de la pija que a cada segundo engordaba más. En ese momento todo se reducía a su miembro, la sensación, la necesidad y el instinto de la sumisión, pero aun así no era suficiente. El anillo evitaba que las sensaciones llegaran al límite, y Renato estaba seguro que pronto iba a estar rogándole a Gabriel por permiso para correrse.
La vibración de su celular lo sobresaltó. Caminó hacia la cómoda, en donde lo había dejado y... woowww, hasta caminar se sentía diferente en su entrepierna. Estaba acostumbrado a que el movimiento quitara un poco de intensidad de una erección, a que su cuerpo absorbiera las sensaciones de otra manera, pero todo cambiaba con el anillo. Toda su sangre estaba justo ahí, pesada y espesa entre sus piernas, incapacitado de encontrar alivio alguno.
*Mandame una fotito cuando lo tengas puesto. Quiero ver*
Renato sonrió y volvió a caminar hasta el espejo, en donde tomo una fotografía de su cuerpo completo, desnudo y erecto, con el anillo alrededor de su pija. Tomó otra foto desde su punto de vista, apuntando hacia abajo, y luego envió las dos.
Gabriel no respondió. De todos modos, Renato no esperaba una respuesta por parte del rizado.
El castaño llegó al restaurant unos minutos antes de la hora acordada, y buscó ávido con su mirada a Gabriel en la barra.
"Hola", sonrió Gabriel, como si no pasara nada. "Nuestra mesa aún no está lista. Te pedí una birra mientras tanto"
Renato tomó asiento y sonrió, sintiéndose de pronto un poco tímido. "Gracias"
"¿Cómo estuvo el trabajo?"
¿De verdad Gabriel pensaba actuar como si no pasara nada? Renato tenía la pija atrapada en sus jeans, con el cinturón bien asegurado para evitar que se notara la erección a simple vista, sabía que tenía los cachetes colorados y todo. ¿Y ahora Gabriel pensaba ignorarlo?
"Todo bien", dijo Renato. "Tranquilo, comparado con lo que se me viene en la semana. ¿Y vos?"
"Entreviste a un par de contratistas, pero en realidad no me gustó ninguno"
"Bueno, yo te ofrecí ponerte en contacto con la compañía que me ayudó con la construcción del bar. Esos chicos son excelente"
Gabriel se inclinó ligeramente y rozó con su mano el muslo de Renato. Fue un toque pequeño, pero el castaño lo pudo sentir en todo su cuerpo. "Igual podría tomarte la palabra"
Mierda.
Hablaron un poquito más acerca de la cervecería y los planes que tenía Gabriel con ella. Por lo general, a Renato le encantaba escuchar al rizado hablar de su trabajo. El chico tiene una mente brillante para los negocios, y es más creativo y apasionado de lo que el resto de las personas puede ver. Pero esta noche, a Renato no le importaba en lo absoluto el trabajo de Gabriel o la ampliación de la cervecería. El castaño no podía hilar pensamientos coherentes, tenía toda la sangre concentrada en su entrepierna, en vez del cerebro.
Cuando su mesa estuvo lista y se pusieron de pie, Renato sintió como los músculos de su espalda se estiraron rígidamente, dándose cuenta que durante todo este tiempo había estado inclinado en dirección a Gabriel, prácticamente sobándose contra el contrario. Gabriel le sonrió y siguió al anfitrión que los guió hasta su mesa.
Maldito calienta pijas, pensó Renato, todavía palpitando dentro de sus jeans.
Apenas terminaron de hacer su pedido, Gabriel deslizó sus piernas entre las de Renato, por debajo de la mesa. "Quiero que sepas...", dijo en un tono de voz bajito, "que las fotos que me enviaste hicieron que me corriera en menos de un minuto".
Una nueva oleada de necesidad se expandió en Renato, haciendo que se removiera incomodo mientras se imaginaba a Gabriel, respirando rápido y pesado al mismo tiempo que empuñaba su miembro, y observaba la foto de la pija de Renato rodeada por el anillo.
"Así que...", Gabriel se apoyó sobre el respaldo de la silla como si nada, relajado y con postura abierta. "¿Te gustaría ir a ver una peli después de cenar? O podríamos ir a ver alguna banda en un boliche, no sé..."
Renato dejó escapar una respiración, enterrando los dedos en sus muslos mientras intentaba controlar las reacciones de su cuerpo. "Una película está bien"
Gabriel asintió, y le sonrió al castaño mientras tomaba otro sorbo de su cerveza.
Una vez que terminaron de cenar, se dirigieron al cine. Para ese momento, el menor ya se sentía un poquito mejor. Gabriel se abstuvo de insinuaciones y lo dejó tranquilo durante el resto de la cena, sin embargo aún estaba portando una erección dolorosa, a la que al menos ya se había acostumbrado. Una vez que aceptó la idea de que no se iba a correr pronto, su cuerpo se relajó un poquito, y ahora se encontraba disfrutando el calor constante y las pulsaciones en su entrepierna.
Como si Gabriel pudiera presentir que por fin había logrado calmarse, agarró a Renato y lo empujó dentro de un baño del cine, cerrando la puerta detrás de él.
"Mostrame, déjame ver"
Renato no estaba seguro que lo calentaba más, si era lo que estaban haciendo o el tono de voz del mayor, grave y rasposo.
Con manos temblorosas, el castaño se bajó el cierre y empujó sus caderas hacia delante, ofreciéndose a Gabriel. El rizado estiró una mano y tiró del bóxer, alejándolo de su cuerpo para poder ver adentro.
"Por Dios, Tato", jadeó y se mordió el labio. "No sabés lo que me haces"
Su pija se contrajo y saltó bajo la atenta mirada de Gabriel, rogando por un poco de atención sin que Renato tuviera que emitir palabra. El mayor trazó lentamente la longitud de la pija del castaño con un dedo, esparciendo las gotas de líquido pre-seminal desde la punta hasta el anillo de cuero en la base.
Renato gimió, y puso una mano sobre su boca para tapar un poco el sonido. "Puta madre", gruñó. "Esto es... es parte de tu lista ¿no?"
Gabriel asintió. "Me gustaría usarlo también. Pero no ahora. Otra noche"
Renato empujó sus caderas hacia adelante, queriendo que Gabriel lo tocara un poco más, pero el rizado le subió el bóxer y le subió el cierre de los pantalones. "Dale, vamos. Ya va a empezar la peli"
La puta mierda.
Renato dejó que Gabriel se retirara primero del baño, comiéndoselo con la mirada, ese culo perfecto marcado dentro de esos jeans apretados.
"Controlate", se susurró a si mismo, sonriendo un poco ante lo ansioso que ya se sentía. Se mojó la cara con agua fría antes de salir del baño. Agradeció al cielo que la sala del cine estuviera a oscuras. Estaba seguro que cualquiera que mirara en su dirección podría darse cuenta de lo alterado que estaba.
Ambos chicos se sentaron en las butacas de atrás, lejos del resto, en donde generalmente se sentaban los adolescentes con las hormonas descontroladas. Renato sabía que Gabriel había elegido esta película porque ya había salido hace un par de semanas y no había mucha gente en la sala. Lo cual era bueno. El castaño apenas podía ocultar su erección. Si hubiera alguien más sentado en la misma fila, seguramente notaría a la primera la carpa en sus pantalones.
"Me voy a morir", se quejó, al mismo tiempo que las luces se apagaban por completo. "El cuerpo humano no está diseñado para aguantar la pija dura por tanto tiempo".
Gabriel se rio suavemente, estirando una mano para apretar el muslo de Renato, y dejando su mano apoyada en el lugar. "No seas exagerado. No ha pasado tanto tiempo"
"Sos el peor, que lo sepas", dijo Renato, acercándose un poco para que su hombro y brazo quedara presionado contra el de Gabriel sobre el apoya brazos.
"Y a vos te encanta"
Vos me encantas, pensó el castaño, pero solo sonrió y se recostó un poco más sobre el asiento, haciendo que la mano de Gabriel subiera levemente por su muslo.
A media película, Renato estaba intentando comprender que estaban haciendo los actores. No tenía puta idea de lo que estaba pasando en la pantalla, y a pesar de ponerle esfuerzo en tratar de escuchar lo que decían los personajes, no podía concentrarse en nada. Todo su mundo estaba enfocado en los dedos de Gabriel, que se movían lentamente de arriba abajo sobre su muslo, trazando un patrón al azar, que nunca pasó a nada más.
Renato se iba a volver loco en cualquier momento.
"¿Me podés tocar por favor?", siseó finalmente. "O lo hacés o te podés ir cambiando de asiento y así me dejas en paz"
Gabriel se inclinó cerca del castaño, rozando con sus labios la oreja de Renato al mismo tiempo que acariciaba con su nariz el cabello que estaba a su alcance. "No mientas, vos no querés que me vaya a ninguna parte". Su mano se deslizó un poquito más hacia arriba, sus dedos seguían moviéndose en círculos perezosos, tocando casi de manera imperceptible un costado de la pija del menor. "¿o si?"
"No", dijo Renato. "Vos sabes que no"
La lengua de Gabriel recorrió de arriba abajo el contorno de la oreja del castaño, trazó el lóbulo, mordisqueando con sus dientes, succionando con sus labios. Las sensaciones se fueron directo a la pija de Renato, quien tuvo que contener un gemido, tragárselo y apretar las manos en puños para aguantar las ganas que lo embargaban.
Necesitaba correrse. Si Gabriel le quitara el anillo y le diera un par de sacudidas a su pija, lo más seguro es que se correría de una, ahí mismo en el cine, sobre su propio estómago y pecho, y sería el más feliz del mundo. Pero al parecer el rizado estaba más que contento chupando y lamiendo su oreja, con la mano sobre su pija pero sin darle alivio real.
Diez minutos después, Renato ya no tenía idea de que se trataba la película, ni siquiera sabía quiénes eran los actores que participaban en la trama, no podía concentrarse en las caras que estaban en la pantalla.
La mano de Gabriel lo estaba frotando a través del pantalón, mientras que sigiloso, mantenía un ojo en el resto del cine, asegurándose que ninguna persona se diera vuelta a mirar, a pesar de que no pudieran ver mucho en la oscuridad. Renato agradecía al cielo que nadie les estuviera prestando atención, porque le estaba costando todas sus energías mantenerse quieto y en silencio. Se removía lo mínimo posible, el sudor caía por su cara, su pija estaba tan dura que dolía, pero no quería que Gabriel se detuviera, quería que siguiera hasta tenerlo suplicando.
Bueno, y las suplicas comenzaron tan pronto como la película terminó y se encendieron las luces.
"Llevame a casa", susurró Renato, presionando su cuerpo contra la espalda de Gabriel cuando por fin se pusieron de pie y caminaron por el pasillo. "Llevame a tu casa y cógeme, por favor"
Gabriel sonrió. "Sus deseos son ordenes, Sr. Quattordio"
Les iba a tomar mucho tiempo pasar a dejar el auto de Renato al departamento y luego irse juntos en el auto de Gabriel hasta su casa, pero el rizado insistió con la idea. Probablemente sólo para ver como perdía un poco más el control. El castaño estaba tembloroso y respirando pesado, y ya no podía mantenerse quieto. Agarró una de las manos de Gabriel que tenía puesta en el volante, y se la llevó a la boca para chuparle los dedos, rogándole al mayor que le hiciera una paja mientras conducía, dejando salir cada pensamiento sucio que llenaba su mente, porque realmente ya no aguantaba más, estaba tan cerca de correrse, tan alterado que sentía que todo estimulo lo estaba llevando al borde de un orgasmo que lamentablemente no podía alcanzar.
"¿Cómo lo hacés para estar tan tranquilo? Yo me estoy muriendo Gabi", preguntó el menor. "¿Acaso no queres cogerme?"
Gabriel lo miró por un segundo, y el castaño pudo notarlo ahí, en los ojos verdes del rizado, esa hambre oscura que hacía que Renato quisiera desvestirse y ponerse en cuatro sobre la primera superficie que encontrara. "No te hacés una puta idea de las ganas que te tengo, Renato"
Renato logró evitar entrar en combustión espontánea antes de llegar a la casa de Gabriel. Los chicos prácticamente corrieron del auto directo hacia la habitación del rizado, el menor sacándose la ropa a tirones a medida que se acercaban al lugar. Y tal como lo había imaginado hace un momento, se subió sobre la cama y se puso en cuatro, sin un ápice de modestia o vergüenza mientras suplicaba silenciosamente con su cuerpo.
"Mierda". Pudo escuchar el sonido de la ropa de Gabriel mientras se desnudaba, y de un momento a otro pudo sentir las manos del rizado en todas partes, bajando por su espalda hasta llegar al final de su columna, subiendo por la parte posterior de sus muslos, sobre su culo.
Gabriel se tomó su tiempo en buscar el lubricante. Renato no pudo hacer más que observarlo mientras se movía por la habitación. La pija del rizado estaba hinchada y enrojecida, más que en otras ocasiones, y se preguntó internamente cuando tiempo llevaría Gabriel con esa erección, quizás no lo había notado al estar tan alterado con las propias reacciones de su cuerpo.
"Dios, Tato, sos perfecto", dijo Gabriel, subiéndose a la cama y arrastrándose hasta quedar presionado contra el culo de Renato. El castaño podía escuchar los sonidos húmedos que hacía el mayor mientras se lubricaba la pija. Un segundo después sintió como la punta de su miembro rozaba su entrada. "¿Puedo?"
"La puta madre, Gabi, si... lo necesito, por favor"
Renato sabía que necesitaba un poco de dilatación previa, probablemente estaba demasiado estrecho, pero no le importaba una mierda. No creía poder soportar más jueguitos previos. Gabriel se movió lento, derramando más lubricante directamente sobre la entrada del castaño mientras se iba deslizando centímetro a centímetro en su interior, forzando a que Renato se abriera con el paso de su pija. Para el castaño era el mejor dolor, un ardor agudo y delicioso que hacía que se quejara y gruñera de placer al mismo tiempo. Su pija se contraía, intentando correrse, pero una vez más sólo sintió como palpitaba y pulsaba sin lograr llegar al orgasmo.
"Más fuerte", demandó Renato. "Dale, Gabi"
Gabriel siguió avanzando despacio, permitiendo que el cuerpo del menor se fuera adaptando a la penetración.
"Gabi, dale, por favor. Cogeme"
Renato empujó sus caderas hacia atrás, apretó su agujero alrededor de Gabriel en un esfuerzo de sentirlo más profundo. Y con ese acto, logró lo que quería. Gabriel lo agarró con fuerza por las caderas, hundiendo sus dedos en los músculos, y se enterró por completo de una sola estocada, al mismo tiempo que se agachaba para cubrir el cuerpo del castaño.
"La reconcha-", gruñó el rizado, el aliento caliente sobre la nuca de Renato. "Estás tan apretado"
"Abrime entonces", Renato soltó en una exhalación, su respiración agitada mientras se aferraba a las sabanas. "Rompeme el orto, Gabi"
Finalmente, Gabriel le dio a Renato lo que quería. Lo que necesitaba. El rizado se irguió sobre sus rodillas, ajustando sus manos para sostener al castaño con más fuerza, y luego comenzó a embestir.
Gabriel no tuvo piedad. Apretó una mano en la cintura de Renato, mientras la otra la enterraba en el pelo del castaño para tirar de su cabeza hacia atrás. La pelvis del mayor chocaba contra el culo de Renato en cada embestida, lo suficientemente fuerte como para dejar su piel enrojecida mientras le abría el culo con la pija. Se empujaba en su interior con tanta fuerza que el cuerpo del castaño se arrastraba hacia las almohadas poco a poco, pero el agarre firme de Gabriel lo hacía volver hacia su cuerpo una y otra vez. Fue un garche profundo y brutal, Renato se sentía tan lleno, era todo lo que había estado deseando durante horas. Durante toda la noche.
Y aun así no podía correrse.
De alguna manera, Gabriel prolongó el momento, gruñía y gemía, pero mantenía su orgasmo a raya para poder seguir cogiéndose al castaño, sabiendo que Renato estaba a su merced bajo su cuerpo, sabiendo que no se podía correr hasta que él se lo permitiera.
Renato sentía que se moría.
Gabriel lo iba a matar.
El rizado siguió enterrándose en su interior, hasta que el castaño no pudo emitir más sonidos, hasta que sus brazos y piernas cedieron y quedó con su estómago presionado sobre el colchón, hasta que ya no pudo hacer más que quedarse en posición y recibir todo lo que Gabriel le estaba dando.
"¿Estás listo? ¿Te querés correr?", preguntó Gabriel, y las palabras atravesaron el sopor de Renato, haciendo que se estremeciera con más fuerza.
No podía responder, así que levantó el culo lo suficiente para que Gabriel metiera una mano por debajo de su cuerpo. Las caderas del rizado perdieron el ritmo, y se enterró una vez más hasta el fondo, para después desabrochar el botón del anillo.
En el mismo instante en que desapareció la presión, Renato se corrió.
El orgasmo lo atravesó por completo, estremecimientos violentos se difundieron a través de su cuerpo. Ni siquiera necesitó que Gabriel lo tocara, se derramó con tanta fuerza que su cuerpo entero se movió como una ola con las sensaciones, sus músculos convulsionaban con cada espasmo mientras su visión se iba a negro. El castaño jadeó, y cuando sintió que sus pulmones por fin se volvieron a llenar de aire, pudo escucharse a si mismo gritar, toda la energía acumulada estallando desde su interior en el orgasmo más intenso que recuerda haber tenido.
Y después simplemente colapsó.
Gabriel siguió cogiéndoselo, se enterró unas cuantas veces más en su culo hasta que también alcanzó el orgasmo, mordiendo el hombro del castaño y gruñendo su nombre una y otra vez como si fuera una plegaria.
Cuando Renato finalmente logró concebir pensamientos racionales nuevamente, se dio cuenta que seguía bajo el cuerpo de Gabriel, sostenido en el lugar por su peso, mientras el rizado le regaba el cuello de besos, de arriba abajo, llegando hasta cada extremo de sus hombros. "¿Estás bien?", susurró, y el calor de su aliento hizo que un último escalofrío se esparciera a través del cuerpo de Renato.
"Bien no es la palabra correcta. Se queda corta. Yo creo que no existe la palabra para describir como me siento". Decir esas palabras agotaron todas las energías que le quedaban, apenas y emitió un gruñido cuando Gabriel se retiró de su cuerpo para recostarse a su lado.
Deberían levantarse e ir a tomar una ducha, o al menos limpiarse, pero Renato no podía mover ningún musculo, y al parecer Gabriel no tenía intención de moverse tampoco. El rizado los cubrió a ambos con la sabana y masajeó la espalda del castaño, con dulzura, como intentando irradiar tranquilidad al menor, y con el cuerpo aún pegado a su costado.
Renato se quedó ahí, disfrutando el momento y lo bien que se sentía por dentro.
Por un momento pensó que Gabriel había dicho algo, pero no pudo descifrar que fue, ya estaba cayendo en un sueño profundo, demasiado ido como para preguntar.

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Curiosidad
FanfictionGabriel es dueño de una cervecería que abastece el bar de Renato. Y eso es todo. Hasta ahí llega su relación. Renato es inmune a la perfección y los encantos del otro chico, sobretodo, teniendo en cuenta que Gabriel es el epítome de la heterosexuali...