Capítulo 9

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Nuevo cap, love is in the air 🙊 Espero les guste 💜

                                           •••

Era la primera noche desde que Dolh se había inaugurado que Renato no quería estar en el bar. En todo este tiempo se ha llegado a sentir exhausto, frustrado, estresado, preocupado, y aun más exhausto. Pero nunca se quiso ir. Nunca deseó haber estado en cualquier otro lugar. El bar, sin importar lo que pasara, siempre había sido su orgullo. Su zona de confort.

Pero esta noche, cada vez que sacaba una cerveza, se acordaba de Gabriel.

Gabriel, que probablemente ahora se estaba cogiendo a una chica. Renato estaba bastante seguro de que eso era lo que estaba ocurriendo en ese preciso momento.

No debería importarle. No tenía permitido preocuparse. El rizado no era suyo. Ni siquiera estaban en una relación. Ahora, probablemente, ni siquiera eran amigos con derechos. No tenía permitido sentirse enojado ni dolido. No tenía derecho a opinar en la vida de Gabriel.

Pero, a pesar de todo, si lo hacía.

Cuando el lugar estuvo lo suficientemente vacío, como para delegar la responsabilidad en Fausto, el castaño ya no daba más del cansancio. Se fue a su departamento con una extraña sensación de confusión, soñando con su cama, suave y cálida, que le proveería el escape que tanto necesitaba.

Mañana será un mejor día, se decía para sí mismo. Todo se sentía peor en el momento en que ocurrían las cosas, la soledad siempre se sentía más intensa en la noche. Se iba a despertar en la mañana, distanciado de todo lo que estaba pasando por una buena noche de descanso, y con la luz del día iba a sentir como si todo hubiera sido un mal recuerdo.

Va a tener que seguir viendo a Gabriel, obviamente, pero de alguna manera iba a tener que lidiar con la incomodidad de la situación.

Ahora mismo, lo único que quería era dormir.

...

Con suerte alcanzó a dormir un poco más de una hora, antes de que alguien tocara su puerta.

Al principio, pensó que era la puerta de algún vecino, porque no había nadie que viniera a visitarlo a esas horas de la noche. Pero los golpes siguieron insistentes, y estaba casi seguro de haber escuchado a alguien llamándolo por su nombre.

"¿Qué mierda?" murmuró, casi tropezándose mientras se arrastraba en bóxer hacia la puerta.

Era Gabriel. Por supuesto que sería él.

Renato no sabía si estar feliz de verlo o enojado por haberlo despertado, sobre todo teniendo en cuenta donde había pasado la noche el rizado.

"Hola. Perdón por despertarte. Debería haber llamado antes"

La voz de Renato sonó hostil. "¿Qué pasa?", estaba enojado. Muy enojado.

"Eh, es que yo...", Gabriel titubeó, moviendo nervioso las manos que tenía dentro de sus bolsillos, parecía como si estuviera esperando algo de él. "Es que... quería verte".

Renato resopló molesto, el dolor que estaba sintiendo burbujeó hacia la superficie, tomándolo por sorpresa. "¿En serio?"

Dando un paso atrás, Gabriel cruzó sus brazos sobre el pecho,  casi de manera protectora, y frunció el ceño. "Perdón. No quise... eh ¿Pasa algo?"

"Decimelo vos"

Esta era la oportunidad de Gabriel. Por un segundo, Renato se permitió tener la esperanza de que habría alguna explicación. Quizás Gabriel iba a decir algo para darle sentido a todo lo que estaban viviendo, hacer que todo este quilombo desapareciera.

"No", dijo Gabriel con cuidado. "No pasa nada. ¿Puedo entrar? ¿Podemos hablar?"

No iba a decir nada de la puta con la que se había ido. Y ahora estaba aquí, como si nada, ¿queriendo pasar el rato? Renato se repitió en su cabeza que no eran nada, que no estaban juntos. No tenía derecho a estar enojado.

Pero no tenía que seguir lastimándose a sí mismo.

"No creo que sea una buena idea"

"¿Por qué no? Tato, ¿Qué pasa?", la voz de Gabriel sonaba firme, lo que hacía enojar aún más a Renato.

"¿Qué qué pasa? ¿Posta?"

Gabriel sólo lo observaba en silencio.

"Gabi. Te fuiste del bar con una mina".

Los ojos del rizado se abrieron de par en par, y luego dejó caer la cabeza. Atrapado. Culpable.

Una vez que Renato comenzó a hablar, no pudo parar. Las palabras salieron como si un embalse se hubiera roto. "Y sé que sólo estamos garchando y que no me debería importar, pero me importa, lo siento, pero no puedo ver cómo te vas con otra persona. ¿Acaso me lo pensabas decir? ¿O pensabas venir aquí a coger como si no hubiera pasado nada?"

Gabriel levantó la cabeza con una expresión de súplica, levantando sus manos para tocar a Renato. El castaño dio un paso atrás. "No es lo que- ¡No, Tato! Por favor, déjame entrar. Tenemos que hablar"

Renato lo observó.

"No garche con esa chica. ¿Me dejas entrar para que hablemos, o grito todo lo que quiero decir para que se enteren todos tus vecinos?"

El castaño sintió una pequeña sensación de alivio y esperanza en su interior, pero aún estaba cauteloso. Asintió y dio un paso atrás para dejar entrar a Gabriel. Se dirigieron al sillón, pero solamente Renato se sentó.

"Perdón por todo lo que pasó esta noche"

"¿Me estás pidiendo perdón por haberte ido con esa mina o porque te vi?", a Renato le importaba bien poco lo confundido que se estuviera sintiendo Gabriel. No lo iba a dejar irse por la tangente con el tema.

"Por las dos cosas", la respuesta de Gabriel fue tan rápida que Renato le creyó. "Pero te prometo que no garche con ella".

Nuevamente, Renato sólo lo observó, esperando.

"No pude". Gabriel se retrajo mientras hablaba, moviéndose para sentarse en el otro extremo del sillón, inclinándose para apoyar su cabeza entre sus manos. "Quería olvidarme de vos"

"¿Qué?"

"Es que... no quería que pasara esto, que te metieras así en mi cabeza, Tato. De verdad que no quería. Pero... el otro día, cuando estuvimos en el hotel, todo fue tan diferente... me asusté. Y sé que se supone que sólo estamos teniendo sexo, pero yo sentí que... yo quería..."

Gabriel giró su cabeza y miró a Renato, esos ojos hermosos abiertos de par en par, confusos, buscando respuestas. Buscando respuestas por parte de Renato.

Toda la ira que sentía se desvaneció, el corazón del castaño comenzó a palpitar más rápido. "Te gusto".

Gabriel asintió mientras agachaba su cabeza, escondiendo la cara entre sus manos.

Renato se deslizó más cerca hasta que sus costados entraron en contacto, empujó con su cabeza la de Gabriel, murmurándole al oído. "Tonto, vos también me gustas".

"¿Posta?"

El rizado sonaba como un nene indefenso, tanto que Renato tuvo que contener la risa mientras le dejaba un beso en el lóbulo de su oreja. "Posta. La última vez que cogimos en el hotel fue diferente. No te podes imaginar lo agradecido que me sentí, porque he estado sintiendo cosas por vos desde hace bastante tiempo. Quizás desde la primera vez que garchamos".

Gabriel dejó caer sus hombros un poco una vez que se relajó, levantando sus ojos para observar al castaño. "¿Y ahora, qué hacemos?"

"Hablamos", suspiró Renato, alejándose un par de centímetros. "Contame qué pasó esta noche".

Gabriel tragó saliva. "Estaba aterrado, porque pensé que lo que había pasado en el hotel fue sólo..."

"¿Parte del trato al que llegamos?", sugirió el castaño.

"Si. No me imaginé que vos... ya sabes. Así que dejé que esa chica me sacara del bar para olvidarme de todo esto. Pensé que sería mejor así... que mi vida volvería a ser lo mismo de antes".

Era incomodo ver a Gabriel así, luchando consigo mismo por explicarse, expuesto y aterrado. Pero Renato no estaba dispuesto a detenerlo. Necesitaba que dejara salir todo. "¿Y qué paso?"

"No podía dejar de pensar en vos. No pude hacerlo. Por eso vine. Pensé que, aunque para vos solo fuera sexo, para mí sería mejor que nada".

Renato asintió, aceptando la explicación de Gabriel. El rizado parecía aliviado, no quería hablar más, se hundió en el sillón con un suspiro profundo, pasándose ambas manos por los rulos.

"Para mi no es solo sexo, Gabi" le dijo el menor. "Hace tiempo dejó de ser sólo sexo. Pero, ¿te puedo preguntar algo?".

Gabriel asintió.

"Se supone que empezamos todo esto porque te sentías confundido. No sabías si te gustaban los chicos. ¿Todavía estás confundido? Porque no quiero complicarte la vida. Tenés que tener claro que no importa lo que vos decidas. Todo va a estar bien. Yo voy a seguir siendo tu amigo, sea como sea". Las palabras sonaron muy cursi, pero era importante que Gabriel lo tuviera claro.

"Sinceramente, no tengo idea como... etiquetarme. Pero a mí no me importa eso. Yo estoy seguro de que vos me gustas. Mucho. Y no es sólo por el sexo. De verdad, no me esperaba esto, no estaba buscando nada a cambio, pero... aquí estamos".

Renato no recuerda la última vez que se sintió así. Era como volver a su primer enamoramiento de pendejo, la adrenalina del primer beso, ese momento en que el mundo se detiene justo antes de pasar de ser vos y yo, a ser nosotros.

Lo único que quería el castaño, era tocarlo.

"Vení", susurró Renato, recostándose en el sillón y abriendo sus piernas.

Gabriel no dudó. Se subió al regazo del menor sin pensar, sentándose sobre él con esas piernas musculosas, la tela de sus jeans rozando los muslos desnudos de Renato, y envolviendo sus brazos alrededor de los hombros del castaño, escondiendo la cara en su cuello. Renato lo abrazó y lo apretó con fuerza, dejó salir el aliento, sabiendo que podía, que tenía permitido acurrucarse con su cuerpo y simplemente ser.

El calor del cuerpo de Gabriel, presionado sobre su regazo, hizo que la pija del menor se despertara.

Cuando movió un poco sus caderas, Gabriel alejó el rostro de su cuello, uniendo sus labios en un beso frenético y afiebrado. Era caliente, sucio y húmedo, lleno de intensidad. Había algo en el beso que no había estado presente antes. Ahora no se estaban conteniendo, no estaban tratando de esconder nada del otro. Ahora suspiraban, se tomaban del pelo, enterraban sus manos en la piel del otro, se miraban a los ojos, porque tenían permiso para hacerlo. A Renato no le importaba sentir los labios entumecidos, hinchados e inservibles de tantos besos. No le importaba que estuvieran con sus bocas abiertas sin estar chapando realmente, porque la lengua de Gabriel seguía frotándose contra la suya, y el rizado quería esto tanto como él.

Gabriel se alejó lo suficiente para sacarse la remera. Renato podía ver todavía las marcas en su piel, las mismas que él había dejado allí. Trazó con un dedo las marcas más pronunciadas. "Esa chica con la que te fuiste... hubiera visto todas estas marcas", reflexionó el castaño. "¿Cómo se lo habrías explicado?"

Gabriel cerró los ojos y se inclinó sobre su tacto, rodando un poco las caderas como si no lo pudiera evitar. "No sé".

"Dale", lo incitó el castaño, recordando lo hermoso que se veía Gabriel cuando le estaba dejando esas marcas. Presionó sobre una hasta sentir como el mayor siseaba. "¿Qué le hubieras dicho?"

"Le habría dicho que vos me las hiciste".

"¿Y?", se inclinó hacia delante, para dejar un chupón sobre el pezón del rizado.

"Aahhh", gimió el rizado. "Y... le habría dicho que no las podía tocar"

Sus palabras hicieron que una onda de posesividad recorriera el cuerpo del castaño. "¿Por qué no?"

"Porque son tuyas". El rizado se mordió los labios mirando a Renato por un momento, luego habló tan bajito que el castaño casi no lo pudo escuchar. "Soy tuyo".

"Si, así es", gruñó el castaño, abriendo de un tirón el cinturón del rizado, para luego meter sus manos por detrás para apretarle el culo. "Sos mío"

Y con eso, el castaño se derrumbó. Totalmente, perdido.

Tuvieron que retorcerse y hacer algunos malabares para desnudar por completo a Gabriel sin que se bajara de su regazo, y un poco más para que el castaño se pudiera sacar los boxers. Pero a ninguno le importó. Era la excusa perfecta para tocarse, frotarse y respirar sobre la piel del otro.

"¿Y qué le hubieras dicho de mí?", Renato continuó con el juego, esperando escuchar más confesiones del rizado, esas palabras dulces con las que sólo podía soñar hasta hace unos minutos atrás.

"En realidad si le hablé de vos".

Renato dejó de moverse, logró ignorar la erección del rizado, que pulsaba sobre su propia pija. "¿Qué?"

Gabriel agachó la cabeza mientras sus mejillas se ruborizaban. "Fuimos a su departamento, y chapamos un rato en su sillón. No pasó ni un minuto y le pedí que parara. Le dije que no podía hacerlo, que había otra persona".

"Me imagino lo feliz que se puso", sonrió Renato.

"En realidad, fue bastante agradable. Me ofreció algo de beber y me preguntó cómo sos".

Renato tomó al rizado de su barbilla y le levantó el rostro. "¿Y qué le dijiste?".

"Le dije que sos el chico más dulce que conozco. Que sos inteligente y divertido. Y que- que me haces sentir cómodo conmigo mismo"

Todas eran palabras genéricas. Palabras seguras. Pero aun así hicieron que el pecho de Renato se apretara con fuerza. "¿No le dijiste que tengo un culo divino?", bromeó el castaño.

"Nop", sonrió Gabriel. "No le dije eso, pero sólo porque no podía dejar de pensar en tu pija".

La pija del castaño saltó como si supiera que estuvieran hablando de ella. La sonrisa de Gabriel se ensanchó al mismo tiempo que levantaba una mano para tocar la boca del menor.

Sin hablar, Renato chupó los dedos de Gabriel, húmedo y desordenado, lamiendo entre sus dedos, hasta lograr que la mano del contrario estuviera empapada. Gabriel bajó su mano y la envolvió alrededor de ambas erecciones, su pulgar esparciendo el líquido pre-seminal que escapaba de la pija del castaño. Los sonidos húmedos que se producían mientras el rizado los masturbaba, eran tan buenos como las respiraciones agitadas que el mayor dejaba salir, las mismas respiraciones que el castaño inhalaba con su boca.

Renato dejó que el rizado moviera su mano al ritmo que él quisiera, recostándose sobre el sillón y observando, disfrutando el panorama por primera vez, como siempre quiso hacerlo. Gabriel ya no estaba experimentando, ya no estaba intentando averiguar si le gustaban los chicos. El rizado sólo quería sentirlo, sólo quería estar ahí con el castaño, compartiendo el mismo aire.

No pasó mucho tiempo antes de que las sacudidas se volvieran más rápidas, antes de que sus suspiros pasaran a ser gruñidos, antes de que Renato agarrara los bíceps de Gabriel, sosteniéndose mientras se corría, alto y fuerte sobre la mano del rizado.

Gabriel lo acompañó un par de sacudidas más tarde, Renato seguía sosteniéndose a él, y dejó caer su cabeza, uniendo la frente de ambos.

Respiraron juntos por un momento, acostumbrándose al nuevo territorio que estaban pisando.

"Vamos", le murmuró Renato finalmente. "Vamos a limpiarnos y después a la cama".

Se limpiaron en el baño entre besos suaves y sonrisas aún más suaves, chocando sus cuerpos de vez en cuando, convirtiendo cada roce en una caricia.

Y luego se acomodaron en la cama.

"No te quedes dormido", le advirtió Renato. "Todavía no terminamos".

Gabriel se rio y acercó su culo al cuerpo de Renato. "No quiero que termine nunca".

"Debería haberte dicho que me gustabas", dijo Renato.

Gabriel se encogió de hombros. "Yo creo que necesitaba darme cuenta de las cosas por mí mismo"

"Bueno, me alegro que pudieras. Y que ahora... eh, ¿Qué somos ahora?"

Gabriel se sentó y prendió la luz, completamente serio. "Me gustas. Mucho. Y no quiero estar con nadie más".

"Ok", asintió Renato, sabiendo que el rizado aun no terminaba de hablar.

"Pero todo esto todavía es nuevo para mí ¿sabes? nunca he sido bueno con esto de las relaciones. Y esto... es un gran cambio"

"¿Y eso... qué significa?".

"¿Podemos mantener esto privado?"

Renato dudó, no sabía que sentir al respecto.

Gabriel acunó su rostro y lo obligó a mirarlo a los ojos. "Privado. No secreto. No me avergüenzo de nada. Mi idea no es pretender que soy paki mientras me vengo cada noche a escondidas para dormir con vos. Tenés que tener eso claro". Soltó la cara del menor y se dejó caer nuevamente en la cama. "Pero necesito tiempo para procesar todo esto. Y además quiero que tengamos tiempo para seguir disfrutándonos como lo hemos hecho hasta el momento".

Renato no sabía que había hecho bien en su vida anterior para merecer a Gabriel.

Se inclinó hacia delante y lo besó con ganas. "Lo que vos quieras".

"¿Lo que yo quiera?", Gabriel sonrió sobre los labios del castaño.

"¿Querés escoger algo de la lista?".

"No. Esta noche, no", dijo Gabriel. "Sólo quiero que me cojas".

....


Se quedaron dormidos hasta tarde, el sol ya estaba en lo alto cuando Renato despertó con una lengua húmeda en su pezón. En el momento que encontró su mirada con la de Gabriel, todavía medio dormido pero al mismo tiempo hambriento por el otro chico, Gabriel se deslizó más abajo y tragó su pija, sin detenerse a pesar de sentir como el menor se hinchaba dentro de su boca, golpeando el fondo de su garganta y haciéndolo atragantarse un poco.

"Dios, Gabi", gimió el castaño, quedándose recostado y dejando que Gabriel lo acariciara con su lengua. "¿Estás seguro de que soy el primer chico con el que has estado? Me la chupas como si fueras un profesional"

Pudo sentir la sonrisa de Gabriel mientras deslizaba sus labios de arriba abajo sobre la pija del menor. "Sos el único, Tato", murmuró.

Después de ese hermoso despertar, Renato permaneció acostado, hecho un desastre, mientras Gabriel se preparó rápidamente para marcharse. "Me tengo que ir al trabajo. Pero antes tengo que pasar por mi casa para cambiarme de ropa. ¿Te- te gustaría venir conmigo a cenar esta noche? En mi casa, así podemos hablar un poquito más".

"Si, me encantaría. Mándame un mensaje con la hora", dijo Renato, sentándose para acercar a Gabriel y poder darle un beso, cerrando sus dedos sobre la remera del rizado, demasiado emocionado por sentir que tenía permiso para hacer esto, emocionado de que podían hacer planes juntos y ser los más gomas si se les pintaba. "Y después de hablar, podríamos hacer algo que tengas en tu lista. No voy a perder la oportunidad de seguir experimentar con vos".

Gabriel sonreía mientras caminaba hacia la puerta de la habitación. "Yo tampoco"

Renato se quedó acostado por un tiempo antes de levantarse y preparar todas sus cosas para ir al trabajo. Hoy le tocaba ir temprano al bar, principalmente por trabajo administrativo y por un inventario que tenía que dejar hecho antes de abrir el bar en la noche. Pero no le importaba nada, el castaño sentía que flotaba mientras se duchaba y se vestía.

Estaban juntos. Él y Gabriel. Juntos.

Lo único que le molestaba, era pensar en todo el tiempo que perdió viendo a Gabriel como un colega de trabajo. Si hubiera abierto los ojos antes, si hubiera prestado un poco más de atención, si sólo hubiera sabido...

Bueno, daba lo mismo. Ahora estaban juntos.

Y Renato se iba a asegurar de recuperar todo el tiempo perdido.

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