Capítulo 24

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Y bueno, el último de la noche. Tan pronto pueda actualizo nuevamente. 💜💜💜

                                             •••

"¿Estás listo?", preguntó Renato, lo más tranquilo que pudo. No pasaría nada si Gabriel le dijera que no. El hecho de que recién se hayan estacionado, al frente de la casa familiar de los Gallicchio, en una calle amplia y pavimentada que claramente se podía ver desde el gran ventanal al frente de la casa, no significaba que no podían darse media vuelta y marcharse de vuelta a capital.

"No", suspiró Gabriel, inclinando un poquito su cabeza cuando Renato rozó la curva de su oreja con la punta de sus dedos. "Pero, vamos"

La casa era grande y estaba bien mantenida, era de ladrillo sólido, un diseño clásico, exactamente como Renato se lo esperaba. Había un cartelito de bienvenida en la puerta, formal pero atrayente, y el castaño no pudo evitar sentirse molesto ante el trozo de madera, mientras Gabriel estaba ahí parado con la vista perdida, preparándose mentalmente para entrar en la casa. El lugar se veía tan agradable, tan inofensivo, y le jodía un montón pensar otra vez en las  cosas que tuvo que haber dicho el padre de Gabriel, para hacer que el rizado no quisiera ni siquiera emitir comentario al respecto. Se tragó la furia lo mejor que pudo. No estaba aquí para estar enojado. Estaba aquí para estar con Gabriel, para dar juntos este nuevo paso en su relación.

Gabriel finalmente asintió, como si hubiera terminado de tener una conversación interna consigo mismo, luego dio un par de golpes en la puerta antes de agarrar la manilla y girarla para abrir.

"¡¿Hay alguien en casa?!", llamó, con la voz falsamente entusiasmada.

"¡Acá!"

La voz era femenina y jovial. Renato siguió a Gabriel a través del pasillo de la entrada hasta el living, el piso era de madera y las paredes de colores neutros. Se encontraron con una chica más joven que Gabriel sentada en el sillón, que al verlo se puso de pie de un salto.

"¡Gabi!", la chica sonrió, acercándose para darle un abrazo.

"Hola Ani", dijo, mirando sobre el hombro de la chica a Renato, con ojos nerviosos. Renato sonrió amplio como si no estuviera sintiendo los mismos nervios que el rizado.

"Y me imagino que vos sos Renato", le dijo la chica, alejándose de Gabriel y estirándole una mano. "Yo soy Ani, la hermana de Gabriel"

"Hola, un gusto", sonrió Renato, sacudiendo la mano de la chica, preguntándose internamente que era lo que tenían las hermanitas pequeñas en común, porque Ani se veía igual de dulce que su hermana Bruna, y no pudo sentir ni una pizca de tensión o rechazo por parte de ella.

"Y ese de ahí es Leandro" dijo Ani, apuntando con su cabeza en dirección al chico aún sentado en el sillón. "Nuestro hermano mayor"

Podía apreciar una similitud con Gabriel en su rostro, claro, el chico no era tan atractivo como su hermano, pero compartían algunas cosas en sus facciones, quizás la pinta de bonachón, la forma de sonreír, no sabía qué. "Hola", asintió Leandro.

Se sintió un poco incómodo, un poco rígido, pero no pudo detectar juicio ni odio en su voz. Renato sonrió ligeramente hacia el chico. "Que tal"

"¿Y mamá?", preguntó Gabriel.

"No sé", Ani se encogió de hombros. "Me imagino que arriba, cambiándose de ropa para la cena"

"Aquí estoy". La voz provenía desde las escaleras, y todos dirigieron sus miradas a la mujer que venía descendiendo por los peldaños.

Era exactamente como Renato se la había imaginado. Una mujer bonita y gentil, con una presencia reconfortante como toda madre, ese tipo de mujer que tiene el aspecto de que te va a hacer una chocolatada y que te va a lavar la ropa, antes de mandarte a hacer los deberes con un consejo sabio. Bajó rápidamente las escaleras y abrió sus brazos, poniéndose de puntillas para darle un beso en la mejilla a Gabriel y envolverlo con fuerza en un abrazo apretado.

"Me alegro tanto de verte, cariño", dijo, dándole un par de palmaditas en la espalda.

Los hombros de Gabriel estaban un poquito tensos, pero le devolvió el abrazo con igual devoción, cerrando sus ojos por unos segundos y aprovechando la instancia para respirar profundamente.

"Yo también, ma", murmuró, luego miró a Renato. "Mamá, él es Renato"

El castaño dio un paso adelante, esperando que su sonrisa no luciera falsa, y estiró su mano, deseando que las cosas salieran bien. "Un gusto conocerla, Sra. Gallicchio".

La mujer se tomó un momento para analizarlo, sus ojos recorriendo su cara como si estuviera buscando respuestas, intentando entender. Los segundos pasaron, y la sonrisa de Renato se empezó a desvanecer, pero un segundo después la mujer aceptó su mano y le dio un buen apretón. "Llamame Lily, por favor"

La sonrisa de Renato se volvió natural. "Lily", dijo asintiendo. "Gracias por la invitación. Y feliz cumpleaños"

"Gracias. En un par de horas vamos saliendo al restaurant"

Gabriel sonrió juguetón, algo tenía en mente. "¿Hibachi?"

Leandro resopló sonoramente y rodó los ojos. "Obvio"

"A mamá le encanta la comida japonesa", explicó Gabriel, girándose para mirar a Renato. "Siempre vamos para su cumpleaños. Y a Lean... no le gusta mucho que digamos"

"Mira", Leandro se puso de pie, apagando la TV y lanzando el control remoto al sillón. "No tengo ningún problema con la carne y el arroz que sirven. ¿Pero el sushi? Sabe para el orto"

Lily entrecerró los ojos y puso ambas manos sobre sus caderas, en una posición tan típica de madre que Renato se tuvo que morder la lengua para no soltar una carcajada. "No es sushi, Leandro Gallicchio, es erizo de mar, y es exquisito. Y más cuidadito con esa boca, mira que tenemos un invitado, por Dios"

Renato no pudo evitar reírse. "Bueno, a mí me gusta la comida japonesa. Así que si Leandro no quiere, yo te ayudo a comer con gusto"

Gabriel miró de Renato a su madre mientras Lily observaba al castaño, con una expresión ilegible. Y luego de un momento, con movimientos deliberados, se giró hacia Leandro. "Bueno, al parecer ya tenemos con quien reemplazarte"

Y con eso, Renato se dio cuenta que ya se la había ganado. La mujer iba a intentarlo. Gabriel parecía que en cualquier momento se iba a desmayar del alivio que estaba sintiendo. El castaño prácticamente pudo ver como la tensión se drenaba de sus músculos.

Bueno, eso duró hasta que se escucharon unos pasos por el pasillo. Cada persona en la habitación se puso rígida, e inmediatamente se dieron vuelta a mirar a Renato, para finalmente bajar los ojos hasta el piso. Gabriel encorvó los hombros, y el castaño tuvo que resistir las ganas que tuvo de protegerlo de todo mal.

"Juan", lo llamó Lily, y el hombre apareció desde el pasillo. Al igual que con la madre de Gabriel, el papá era justo lo que Renato se había imaginado. Un poco más bajo que Gabriel, se veía como un hombre confiado y con poder. Lo pudo notar en la postura recta de sus hombros y su mirada directa, incluso en su manera de vestir.

"Juan mira quien llegó", la voz de Lily aun sonaba relajada, pero Renato pudo notar como su mirada se paseaba cautelosa entre el padre y el hijo, con una pequeña arruga entre sus cejas.

"Gabriel", asintió Juan.

El rizado dio un paso adelante y sacudió la mano de su padre. "Hola, papá"

Renato espero ser presentado, pero Gabriel no dijo nada. En realidad no necesitaba hacerlo. Juan sabía perfectamente quien era Renato, y por la forma en la que lo estaba mirando ninguno de los presentes se atrevió a decir palabra.

Con ojos fríos, Juan desvió su mirada de Renato y los centró en Gabriel nuevamente. "Me tendrán que disculpar pero estoy ocupado instalando unas repisas en el cobertizo del jardín. Y quiero terminarlo antes de salir al restaurant".

Y sin más, se retiró, desapareciendo tras la puerta sin dirigirle la palabra a Renato.

Gabriel dejó caer su cabeza, y otra vez, Renato tuvo que resistir las ganas de tocarlo, de hacer algo.

"Voy a darme una ducha y cambiarme de ropa", dijo Ani, rompiendo el silencio, y sonriendo un poco incomoda antes de dirigirse al pasillo, abriendo la puerta y dando unos pasos hasta alcanzar las escaleras.

Leandro se aclaró la garganta. "Y yo debería, eh". El chico ni siquiera intentó inventar una excusa, simplemente miró a Renato con expresión de disculpa, para luego moverse rápidamente hacia el pasillo, desapareciendo en una habitación cercana.

Lily ignoró a Renato, pero dio un paso adelante, posando una mano en el hombro de Gabriel. "Está todo bien", murmuró, y Renato supo que no debería estar escuchando esta conversación. "Ya va a entrar en razón. No te preocupes, ¿bueno?, lo que pasa es que la noticia nos sorprendió, eso es todo".

Gabriel asintió y se inclinó hacia la mano de su madre, la cual le estaba dibujando círculos amplios por lo ancho de su espalda, de manera rítmica y reconfortante. Renato observó la escena, deseando poder hacer más que estar ahí parado con las manos en los bolsillos.

Pero, ¿por qué no?, claro que podría hacer algo por Gabriel.

"¿Gabi?", dijo con suavidad. "Voy a ir a sacar las maletas del auto ¿bueno?"

Gabriel se encogió de hombros. "Mejor no. Quizás deberíamos buscar algún hotel para pasar la noche. O podríamos irnos después de la cena"

"No digas pavadas", dijo Lily. "Todos te echamos de menos. Tenés tu cuarto arriba esperándote. Y Renato puede dormir en la antigua habitación de Lean".

Renato asintió, agradecido por la muestra de apoyo de la mujer, a pesar de la noticia de que iban a tener que dormir en diferentes habitaciones. Esta era su casa, y claramente tenía que respetar sus reglas.

"¿Segura?", preguntó Gabriel.

"Si, cariño. Tu papá se está comportando como un hijo de puta. Pero eso no significa que no te quiera aquí"

El comentario le sacó una risa al rizado. "Bueno, parece que Lean no es el único que tiene que tener cuidadito con la boca"

Aun se estaban riendo cuando Renato se escabulló  por un costado. Pero no se dirigió al auto. En cambio, caminó alrededor de la casa hasta llegar al patio trasero, el cual era bastante grande, un espacio amplio que terminaba en un pequeño cobertizo en el borde de la propiedad.

A duras penas, Juan se encontraba sosteniendo una repisa con una mano, mientras que con la otra intentaba fijarla a la pared. Era obvio que era un trabajo para dos personas, pero el hombre estaba bufando y resoplando con tanta furia que en cualquier momento le iban a crecer un par de brazos extras de la ira que manejaba.

Renato se acercó hacia el extremo opuesto de la repisa y lo ayudó a levantarla, sosteniendo la madera en la posición correcta. Juan le dio una mirada feroz, y luego se dio la vuelta para girar los tornillos como correspondía. Un momento después, dio un paso atrás observando su trabajo.

"Gracias", dijo el hombre, frío y educado.

"De nada. Soy Renato",  dijo, sin hacer el intento de ofrecer su mano. Sabía que Juan no la aceptaría.

"Lo sé"

"Yo sólo quería-"

"Escuchame", Juan lo cortó a media frase. "Seguro sos un buen pibe y todo, no es necesario que me trates de comprar. Esto no se trata de vos"

Renato hizo caso omiso a la condescendencia en su tono y decidió ser tan directo como Juan. "¿Y de qué se trata entonces?"

"Conozco a mi hijo. Y esto...", Juan dijo 'esto', pero en el fondo quería decir 'vos', Renato no era ningún boludo. "esto no es lo que quiere".

Renato hizo lo posible por mantener su voz lo más calmada y neutral posible, no quería sonar agresivo ni nada. "¿Y qué es lo que quiere?"

Había tanto dolor en el rostro de Juan, su expresión cuidadosamente controlada, pero para el castaño era evidente, cuando le respondió. "Él quiere... mi hijo tiene su cervecería, y una buena vida en capital. Tiene amigos y un hogar, y ya es hora de que empiece a pensar en una familia. En tener hijos. No quiero que se sienta miserable por culpa de... esto"

"Con todo respeto, señor", dijo Renato con cuidado, manteniendo sus emociones fuera de su voz. "No creo que yo sea la razón por la cual Gabriel se sienta miserable".

Juan miró sorprendido a Renato, como si nunca nadie le hubiera llevado la contraria. El castaño pensó que probablemente no estaba muy lejos de la realidad.

"¿Puedo ser honesto con usted?"

Juan le regalo algo cercano a una sonrisa, lo que no suavizó la frialdad de sus ojos. "Bueno, seguro lo haces aunque yo me oponga"

Renato le devolvió la pequeña sonrisa. "Tiene razón. Gabriel es dueño de la cervecería, tiene una buena vida en capital. Es feliz. Y sé que usted no aprueba nuestra relación, y que no hay nada que yo pueda decir que lo haga cambiar de opinión. Pero por favor, por el bien de su hijo, no haga algo de lo que después se pueda arrepentir".

Juan se quedó mirando a la nada.

"Estos últimos días ha estado muy alterado. Digo, desde que les contó a ustedes. Gabi cree que ahora lo odian"

Juan se pellizcó el puente de la nariz, y dejó salir una respiración temblorosa. "Por supuesto que no odio a mi hijo"

Ahí estaba. Esas eran las palabras que Renato necesitaba escuchar. Necesitaba ver por sí mismo que el padre de Gabriel no era un completo pelotudo. Necesitaba saber que solo era un hombre asustado, que lo sacaron fuera de su zona de confort.

"Sería bueno que Gabi lo escuche de su boca". Renato se dio la vuelta y se alejó del cobertizo. No quería tentar su suerte. No tenía idea si esa conversación ayudaría en algo o no, pero por lo menos no había salido tan mal como se lo había imaginado.

Renato sintió una chispita de esperanza mientras tomaba sus maletas del auto. Volvió a la casa a paso rápido, guiñándole un ojo a Gabriel cuando este levantó las cejas preguntándole en que se había demorado tanto.

Más tarde Lily le mostró la habitación que iba a ocupar, dejó su maleta y no tuvo tiempo de pensar ni analizar nada, porque en poco tiempo más iba a ser hora de salir al restaurant.
 

                                               •••

El restaurant era un lugar brillante y ruidoso, con personas riéndose, parrillas por donde salían grandes llamaradas, copas chocando. Ani y Lily estaban descansando a Leandro con el tema del sushi mientras Juan los observaba en silencio, un poco taciturno. Renato estaba sentado en el extremo contrario de la parrilla, al lado de Gabriel, sosteniéndose las manos por debajo de la mesa, donde nadie los podía ver.

Gabriel nunca lo había agarrado con tanta fuerza. Ni siquiera todos los mimos que le estaba haciendo con el pulgar sobre su mano estaban ayudando a calmarlo.

"Tranquilo"; le susurró Renato. "Todo va a salir bien"

Gabriel asintió, giró su rostro y le sonrió, mientras el resto de su familia estaba prestándole atención al chef, que estaba construyendo un mini-volcán con las capas de cebolla y el aceite que encendía con un chispero. "Le gustaste a mamá. Y papá... bueno, por lo menos no está gritando. Así que, en resumen, si, vamos bien"

Renato le apretó la mano a Gabriel una vez más e intentó concentrarse en el show del chef, en la risa de Ani, y el rico sushi que Lily estaba compartiendo con él. Todos estaban haciendo vista gorda ante el hecho de que Juan no estuviera hablando, incluso cuando el mesero le cantó feliz cumpleaños a Lily y le regaló un postre como cortesía de la casa.

Renato pensó para sus adentros, que los Gallicchio eran una linda familia. Con Ani entraron en confianza casi instantáneamente, Leandro se fue soltando de a poco en medida que compartían más conversación, y Lily claramente estaba poniendo de su parte, saliéndose de su zona de confort para complacer a Gabriel, preguntándole a Renato de su bar, contándole historias de la infancia de Gabriel. Sin contar a Juan, el castaño no podía soñar con una mejor velada, especialmente teniendo en cuenta para la catástrofe para la que venía preparado. Gabriel se fue relajando poco a poco, sonriendo junto a su familia, descansando a Renato en frente de todos, en un inconfundible modo romántico.

Juan habló finalmente al término de la cena, después de haber pagado la cuenta, cuando todos estaban terminando lo que quedaba de sus bebidas.

Gabriel estaba hablando de la cervecería, discutiendo con Leandro la posibilidad de una ampliación. "Yo creo que en un año voy a poder costearlo. Espero que no se alargue. Sobre todo porque yo mismo estoy haciendo la mayoría del trabajo".

Juan se inclinó sobre la mesa y habló como si hubiera sido parte de la conversación todo el tiempo. "Tal vez Renato te puede ayudar. En la tarde fue al jardín y me ayudó a colocar una repisa. Al parecer tiene habilidad con estas cosas"

Fue una afirmación bastante ridícula. Sostener una repisa mientras otra persona la atornilla a la pared no tiene nada que ver con la renovación y expansión de una cervecería. Pero al menos fue un cumplido, una palabra amigable.

Todos giraron sus cabezas para mirar a Renato y Gabriel, y el castaño a su vez, se giró para mirar al rizado.

Gabriel agachó su cabeza por un segundo y tragó con fuerza. "Si. Tal vez me puede ayudar"

Fue un pequeño detalle, un momento ínfimo, pero Renato pudo notar en la cara de Gabriel que para él fue más que eso. Mucho más.

Juan desapareció apenas llegaron a la casa de los Gallicchio, lo que no sorprendió al castaño. Juan no estaba de acuerdo con su relación, y probablemente iban a tener muchos días como este, antes de llegar a tener una buena relación. Pero Gabriel se veía más tranquilo, su sonrisa alcanzó sus ojos cuando se despidió de Leandro con un abrazo antes de que este se marchara para su propia casa, o cuando le dijo buenas noches a su hermana y a sus padres antes de que se fueran a la cama.

Renato no podía pedir más.

Bueno, igual le gustaría poder compartir la cama con Gabriel, pero sabía que eso era imposible. Se dijeron buenas noches y cada uno caminó hacia una habitación diferente. Renato se metió en la cama y cerró sus ojos, esperando quedarse dormido rápidamente, ojalá pudiera dormir de corrido hasta la mañana siguiente. Así disfrutarían unas cuantas horas más con la familia del rizado y luego volverían a capital, a su vida, en donde por fin podría hablar con Gabriel de todo lo que estaba sintiendo.

Pero el sueño nunca llegó.

En cambio, casi dos horas después, con la casa a oscuras y en silencio, la pantalla de su celular se iluminó sobre la mesa de luz.

*Estás despierto?*

*Sip. No puedo dormir. Te extraño*

*Ven a mi cuarto*

*Epa, Conde. No se te olvide que estamos en la casa de tus padres*

*Estan durmiendo arriba. Vení. Porfa. Quiero verte*

Renato suspiró y sacó las piernas por un costado de la cama, el piso de madera frío contra sus pies descalzos. Tan silencioso como pudo, camino por el pasillo hasta la habitación que fue de Gabriel durante su adolescencia, no se molestó en tocar la puerta, simplemente abrió y entró a ese rinconcito que era puro Gabriel.

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