Capítulo 14

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Solo diré: perdón y no me maten 😥

                                            •••

Renato llegó a la casa de Gabriel un poco pasada la media noche, una vez que pudo pagarles lo acordado a los chicos de la banda y asegurarse de que todo quedara en orden en el bar. Se fue en su auto, cantando con la radio a todo volumen, sintiendo como su humor mejoraba conforme transcurría el tiempo. Todos esos pensamientos caóticos y melodramáticos se esfumaron a lo largo de la noche. Y ahora lo único que quería hacer era salir corriendo a la casa de Gabriel para ver con que morbo lo iba a sorprender esta vez.

Gabriel le abrió la puerta y sonrió dentro del chape intenso que le dio el castaño. El rizado se dejó guiar hasta el sillón, Renato cayó sobre su regazo y lo besó duro, sintiendo como Gabriel le devolvía el beso con igual intensidad, maravillado en la sensación de las manos del mayor encerrándose sobre su espalda baja para acercarlo a su cuerpo, sintiéndose mareado cuando Gabriel gruñó en su boca como si esto no fuera suficiente, como si quisiera más, siempre más. Esta era la reafirmación que necesitaba Renato, el confort que no pudo obtener en el bar, la seguridad de saber que Gabriel lo deseaba tanto, que estaban juntos en todos los sentidos de la palabra.

Eventualmente, Gabriel se alejó, deslizando sus labios por la mandíbula del castaño, dándole pequeños mordisquitos, mientras comenzaban a mover sus caderas en círculos.

"¿No me-" Renato comenzó a decir, deteniéndose a jadear cuando Gabriel chupó sobre su pulso en el cuello. "¿No me habías dicho que querías tachar algo de la lista?"

Gabriel asintió. "Si, pero quiero que chapemos un ratito primero"

Renato no estaba seguro por qué, pero esas palabras hicieron que repentinamente su pecho se sintiera muy pequeño para el tamaño de su corazón. Las manos de Gabriel subieron por los muslos del castaño hasta posarse sobre cada cachete de su culo. Al siguiente segundo, Renato estaba cayendo de espaldas, los brazos fuertes de Gabriel guiando su cuerpo sobre el sillón. Abrió las piernas para que Gabriel se acomodara entre ellas, pero ninguno de los dos empujó con sus caderas.

Simplemente se dedicaron a chapar. Gabriel acunó el rostro del castaño y lo besó tan delicado y dulce que Renato sentía que no podía respirar. Dios, esos labios. Renato suspiró sobre ellos, tan suaves, llenos y perfectos. Ninguno tenía prisa, sonreían al sentir como sus rodillas y codos estorbaban sus movimientos de vez en cuando, sonreían mientras sentían como sus labios se entumecían de tantos besos, que cada vez fueron más desordenados.

"Esto es...", Gabriel dijo finalmente, suspirando y acariciando con su nariz el cuello del castaño.

Renato recorrió con su mano la espalda de Gabriel, hasta llegar a su cabeza, en dónde enredó sus dedos entre los rulos del mayor. Le encanta tirar ese pelo hermoso. "Esto es ¿qué?"

"Perfecto", murmuró Gabriel.

Renato se quedó ahí, sobre su espalda, absorbiendo la información. Gabriel se irguió, la dulzura había desaparecido. Ahora estaba sonriendo, caliente y sucio, con una ceja levantada y los labios curvados, sus caderas comenzando a moverse suavemente. "Quiero grabarte".

La pija de Renato reaccionó como si hubieran estado hablando de ella. "¿Qué?"

"Eso es lo que viene en mi lista". Gabriel se agachó para besar su oreja, arrastrando sus dientes sobre el lóbulo. "Sé que ya lo has hecho, pero-"

"No, no le he hecho"

"¿Qué?", Gabriel se alejó un poco para mirarlo, con el ceño fruncido. "Pero la primera noche en el bar... cuando estábamos jugando, vos dijiste..."

"Me he grabado a mí mismo. Unos videos cortitos para mandar. Pero nunca... nunca lo he hecho así".

Renato sintió como la pija de Gabriel se hinchaba aún más, pudo observar como sus ojos se oscurecían en el momento en que sus pupilas se dilataron ante la excitación.

"¿Puedo?, ¿Me dejas, Tato?", preguntó Gabriel, agachándose nuevamente para tirar el cuello de la remera de Renato y morder sobre su clavícula. "Dios, tengo tantas ganas de hacerlo"

"¿Si?", preguntó Renato, aunque su voz salió más como un gemido. Empujó sus caderas contra las de Gabriel, juntando sus cuerpos y disfrutando de la fricción que se producía entre ambos. "¿Por qué?".

No sabía que iba a contestar Gabriel. Tal vez quería que lo vieran juntos después, quizás quería grabarlos para que más tarde pudieran observarse desde otro ángulo.

"Es que... es cómo si nos estuvieran observando", dijo Gabriel, aun besando la piel del castaño, tan embobado en lo suyo que no podía contener nada de lo que decía. "Quiero cogerte sabiendo que la cámara está mirándonos. Lo quiero tener todo grabado".

El estómago de Renato se retorció nuevamente, pero esta vez no fue de placer.

Gabriel quería sentirse observado. Pero no por personas.

Renato sabía que estaba siendo poco razonable. Gabriel no había querido decir eso exactamente. Pero no podía guardarse la mala sensación bajo la alfombra. No esta vez. Todavía podía sentir el dolor que le causó Gabriel cuando le soltó la mano en el bar, el dolor de verlo compartir con todos en la mesa, pero no con él.

"No", susurró, y Gabriel se congeló sobre su cuerpo, tan rápido, que pareciera que el castaño se lo hubiera gritado en el oído.

"¿Qué?"

"No", esta vez su voz sonaba más firme, a pesar de estar al borde del llanto. Tragó con fuerza mientras Gabriel se sentaba, cerca pero sin tocarlo.

"Está bien", asintió Gabriel. "No tenemos que hacerlo".

Renato se sentó, intentando calmarse mientras miraba el suelo. "Perdón. Yo..."

Una mano se posó en su hombro, lentamente y con mucho cuidado, como si Gabriel no supiera si podía tocarlo o no. "No me pidas perdón. No me tenés que explicar nada. Yo... ¿Estás bien?".

Al castaño le encantaría decirle que si. Le gustaría mentir y ser capaz de decirle a Gabriel que no le encendía mucho la idea de ser grabado. Le gustaría poder hacerlo en este momento. Hacerlo por Gabriel.

Pero no estaba bien.

"No. No lo estoy".

Gabriel se lamió los labios y enderezó los hombros, como si se estuviera preparando para un golpe duro. "¿Qué pasa?"

Las manos de Renato temblaban mientras se las pasaba por el pelo. Se preguntó internamente si se estaba arriesgando mucho, si estaba cometiendo un gran error al traer el tema a colación. "Hoy, quería darte un beso en el bar"

Un suspiro pesado de Gabriel, fue lo necesario para saber que el rizado entendía cuál era el problema.

"Te quería dar un beso", continuó, "y vos te alejaste. Y te entiendo. De verdad, que si. Sé que dijiste que necesitas tiempo, que necesitas que lo mantengamos privado. Pero. Pero me sentí tan...". No pudo seguir hablando. Tragó el nudo en su garganta y parpadeó con fuerza, intentando detener las lágrimas.

Gabriel se quedó callado por un largo rato, el silencio hacía que a Renato se le hiciera un nudo en el estómago. "No me siento preparado", susurró finalmente.

"Pero ¿Por qué?", preguntó Renato. "¿Tenés miedo? ¿Soy yo el problema?". El castaño odiaba la inseguridad de su voz, lo pequeño y asustado que sonaba.

Nuevamente, Gabriel se tomó su tiempo para contestar. "Simplemente... no me siento preparado".

Renato sintió sus palabras como una patada en el estómago.

Eso era todo. Gabriel no estaba listo para tener una relación con él. Eso era lo que estaba intentando decir.

Renato exhaló con fuerza y se pasó una mano por la boca. "Bueno... yo no quiero ser el secreto de nadie"

Juntó todas sus fuerzas y se puso de pie para dirigirse a la puerta. Caminó lento, dándole la oportunidad a Gabriel de detenerlo, de gritar su nombre, de arreglar las cosas. No le costaría nada. Renato sabía que con unas pocas palabras bonitas – aunque al día siguiente fueran promesas vacías – a él le bastaría para quedarse esta noche con el rizado. Porque él quería a Gabriel. Lo necesitaba.

Pero las palabras nunca llegaron. Gabriel se quedó sentado en el sillón, dejando que Renato atravesara la puerta y se metiera en su auto. Permitió que Renato manejara hasta su departamento, sin ninguna llamada, sin ningún mensaje, sin decir palabra alguna.

Renato se desplomó en su cama, fría y vacía, y no se permitió llorar como su cuerpo le pedía. Sólo se quedó observando el techo, atormentándose con los recuerdos de todas las veces que se acariciaron, de la risa de Gabriel que hacía vibrar todo su cuerpo, de lo tierno que se veía en las mañanas. Todavía estaba despierto cuando sonó su alarma, y se tambaleó hasta la ducha para hacer algo por su vida.

Cuando llegó la hora de irse al trabajo, aun sin noticias de Gabriel, decidió que lo mejor sería olvidar el asunto por el momento. Eventualmente tendrían que hablar. Aunque todo lo que tenían se hubiera terminado (algo que el castaño aún no se sentía preparado para procesar), igual iban a tener que seguir trabajando juntos. Renato iba a tener que esperar. Ser paciente.

El primer día sin Gabriel fue horrible. El día de trabajo se hizo eterno, a pesar de los intentos del castaño por hacer que el tiempo pasara más rápido. En poco tiempo había terminado con el trabajo administrativo y pasó el resto del turno limpiando. Fregó copas, limpió mesas, barrió esos rincones del bar que siempre quedaban olvidados. Cuando el turno terminó y su celular siguió sin recibir ninguna notificación de mensaje, decidió hacer doble turno. El ruido de las conversaciones y la rutina inconsciente de servir un trago tras otro, le hizo más llevadera la mayor parte de la noche. Si alguno de sus trabajadores sospechaba que le pasaba algo, ninguno hizo comentario.

El segundo día sin Gabriel fue peor. Tenía el día libre, y no encontraba ninguna excusa decente para aparecerse por el bar. Su celular seguía en silencio. Intentó concentrarse en alguna serie, pero no pudo, ni la mejor comedia le sacó una sonrisa. Finalmente, decidió llamar a Bruna.

"Nooo, bebé", suspiró su hermana, después de haberle contado toda la historia en una corriente de emociones que se desbordó al escucharla al otro lado de la línea. "Lo siento mucho".

"Bruna... todo se siente tan... no sé, inconcluso. Ni siquiera lo hablamos ¿sabes? yo simplemente me paré y me fui".

"¿Lo llamaste?"

"No"

La chica resopló una risa, pero sin mala intención. "Obvio que no lo ibas a llamar. Pero te estás volviendo loco, Tatito, dale, llámalo".

"No quiero que piense que soy un pendejo desesperado"

"Es que eso es lo que sos, hermanito"

Renato casi sonrió. La chica lo conocía muy bien. "Es que...", gruñó con fuerza, aliviado de poder expresar sus pensamientos, de tener alguien que lo escuchara. "Es que no lo entiendo. ¿Le doy vergüenza? ¿De verdad le importa tanto lo que piensen sus amigos y su familia? ¿Acaso no tiene claro si quiere tener algo serio conmigo?, porque si es eso, lo entendería. Si no está seguro de querer estar conmigo, tendría sentido que no quiera arriesgarse. Digo, en caso de que las cosas no funcionaran. Pero, entonces-"

"Tato, estás divagando", el castaño podía escuchar la sonrisa en su voz.

"Dios, Bruna, como me gustaría que estés acá conmigo", dijo Renato. "Ha pasado tanto tiempo. Vos sos la única que sabe todo esto. Vení a verme unos días, porfa"

"Voy a estar presente en la inauguración, Tato. Nos veremos pronto y nos pondremos al día como corresponde, te lo juro".

"¿Y qué hago mientras tanto?"

"Lo que hacemos todo el resto de los mortales. Te comes un helado y miras Netflix cuando estés en el depa, y en la noche te pones en pedo. Vas a superar esto, Tatito"

Renato tomó una respiración profunda y temblorosa, mientras asentía con la cabeza. "Te amo, hermana"

"Yo también te amo, hermano"

...

El tercer día sin Gabriel fue un día más en el trabajo. Renato no se sentía mejor, pero por lo menos sus emociones eran más planas y monótonas. Se metió debajo de la barra, para fregar la base, mientras escuchaba a la gente de la obra trabajar en el piso superior. Ya estaban haciendo los retoques finales. Un par de días más y por fin terminarían las obras. La próxima semana, el nuevo sector del bar se abriría para los clientes. Durante todo el día el castaño no pude dejar de pensar en eso, permitiendo que la expectativa le levantara el ánimo y le diera un motivo para enfocar su atención en algo positivo.

Se había imaginado que iba a compartir el momento con Gabriel, pero bueno...

"¿Tramitas vos el pedido?", dijo Fausto, sacando a Renato de sus pensamientos.

"¿Qué?"

"El pedido de cerveza. Gabi va a llegar en cualquier momento. ¿Lo tramitas vos o lo hago yo?"

Una parte de Renato quería pedirle a Fausto que por favor lo solucionara él. Esa misma parte quería encerrarse en su oficina y esconderse.  Pero la otra parte, necesitaba saber cómo iban a terminar las cosas, necesitaba ver a Gabriel, a pesar de que todo se fuera al carajo.

Renato se levantó y caminó hasta un lavamanos para sacarse el polvo y la suciedad. "Yo lo veo, Fausto".

Fausto asintió, y se fue a la parte trasera del bar a hacer quien sabe qué. Renato se quedó ahí, esperando a Gabriel, su cuerpo tenso, retorciéndose en un mar ansiedad.

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