Capítulo 11

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Bueno chicxs aquí va el siguiente cap. En unos minutos les dejo el siguiente. Mañana vuelvo al trabajo 😭 pero intentaré subir igual de seguido. Todavía queda mucha historia y morbos que explorar. Espero les guste 💜

                                          •••

Renato estaba de buen humor. Despertó en la misma forma en que se había quedado dormido, con Gabriel rodeándolo con sus brazos. Y después de eso, el día sólo se puso mejor. Descubrió que Gabriel daba los mejores besos mañaneros, medio dormido y perezoso, y más cariñoso de lo que el rizado quisiera admitir. El castaño había hecho planes para salir esa noche. Quería tener su primera cita oficial con Gabriel. Prácticamente estuvo flotando todo el día en su trabajo, tomando algunas decisiones finales con respecto a la construcción. El nuevo sector del bar cada vez se sentía más cerca y real.

Y ahora ya era hora de prepararse para salir.

Se duchó y se afeitó, vistiéndose rápido y entusiasmado. En menos de veinte minutos ya estaba listo para salir. Esta noche, al fin iba a tener la oportunidad de simplemente disfrutar de Gabriel. En público. Sólo iban a ver una película al cine. Gabriel se iba a quedar trabajando hasta tarde y probablemente no les alcanzaría el tiempo para hacer mucho más. Pero ninguno quería esperar a tener un día libre. A Renato se le aprieta el corazón cada vez que recuerda la manera en que Gabriel lo miró cuando sugirió tener una cita, totalmente emocionado y feliz. Igual que como se sentía Renato.

Y su corazón se volvió a apretar cuando vio a Gabriel, parado afuera del cine, recién salido del trabajo, un poco cansado y perdido en sus pensamientos. Pero en el momento que vio a Renato acercándose, sonrió. Una sonrisa dulce, hermosa, que causó que se le arrugara la nariz.

Renato no dudó en acercarse a besar esa sonrisa. "Hola".

Gabriel se sonrojó un poco, sus ojos se dispararon alrededor como si no estuviera seguro de que podían besarse en público, pero la sonrisa no desapareció de su rostro. "Hola".

"¿Cómo estuvo tu día?", preguntó Renato. Todavía no quería entrar, porque adentro ya no podrían hablar con tanta libertad. Quizás la película no había sido la mejor idea. Prefería mil veces sentarse y conversar con Gabriel por horas.

"Bien. Se me hizo un poco eterno, pero yo creo que fue porque estaba ansioso por verte".

Renato sonrió. "Yo también".

"Ya compré las entradas. ¿Vamos? o ¿Querés comprar pochoclos?"

"Prefiero un chupetín", respondió automáticamente, dirigiéndose hacia la zona de venta, con una sonrisa de nene feliz que no podía detener en momentos como estos. "Y todos los dulces que tengan".

Unos minutos más tarde se deslizaron en sus asientos cerca del fondo de la sala, los brazos abarrotados de sodas y cajas con dulces. Ya era tarde, y había pocas personas en el lugar. Renato se sentía genial, una corriente eléctrica naciendo en la base de su columna ante el pensamiento de estar sentado tan cerca de Gabriel, de sentirlo justo a su lado por dos horas, disfrutando juntos algo tan simple.

"¿Querés uno?", preguntó Gabriel, abriendo la caja que venía con bolitas de chocolate.

"No, gracias", sonrió Renato. "Dame las gomitas".

Las luces se atenuaron, y Gabriel se metió un par de dulces en la boca antes de dejar la caja en el suelo. Renato se acomodó, haciendo un poco de show para que el rizado notara que dejó su mano apoyada sobre su propio muslo. Gabriel no dudó en deslizar su mano bajo la del castaño para entrelazar sus dedos.

Era difícil no sonreír, pero Renato logró calmar su emoción, dándole un pequeño apretón a la mano del rizado antes de enfoca su mirada en la pantalla.

Aparecieron los personajes, unos adolescentes que lo más seguro es que iban a terminar muertos en los primeros diez minutos de la película, porque al parecer no les daba el cerebro para saber que tenían que salir corriendo de la casa abandonada que estaba en medio de la nada. Renato intentó mantenerse concentrado, se suponía que la película iba a ser entretenida y aterradora, pero el pulgar de Gabriel comenzó a acariciar pequeños círculos sobre su piel, deslizando sus dedos de ida y de vuelta en un ritmo suave y lento. Sus manos estaban tan cálidas, eran tan fuertes y firmes.

Renato perdió la batalla, no pudo concentrarse. Terminó girando su cabeza para mirar a Gabriel, que estaba sonriendo mientras miraba la pantalla.

"¿Querés chapar?", susurró Renato, acercándose un poco y haciéndole ojitos para tratar de convencerlo.

La sonrisa de Gabriel se amplió, pero no se dio la vuelta para mirar al castaño. "Vinimos a ver la peli", le dijo, deslizando sus manos unidas por el muslo del menor.

Renato se acercó un poco más, lo justo y necesario para rozar sus cabezas, para acariciar con sus labios la oreja de Gabriel. "Dale, Gabi, chapemos"

Gabriel dejó salir una respiración pesada, pero aun así no giró su cabeza. Con un suspiro, Renato se rindió, resignado a sentir la tensión crecer en su cuerpo. Acercó su brazo al cuerpo de Gabriel, y se dispuso a ver la película. Al final fue mejor de lo que esperaba.

"¿Tenés que levantarte temprano mañana?". Cuando salieron, Renato estiró sus brazos sobre la cabeza, respirando el aire frio de la noche. "¿O podes quedarte un ratito más conmigo?"

"¿Qué estás pensando, pendejo?"

"Dale, vení conmigo"

Llegaron a Dolh cuando recién lo habían cerrado. Lo que llamó la atención del rizado, teniendo en cuenta que era por lo menos una o dos horas antes de lo habitual.

"Les dije a los chicos que cerraran más temprano porque la gente de la construcción tenían que venir a hacer unos trabajos".

"¿Y te creyeron?"

Renato se encogió de hombros. "No sé, pero no me importa, ¿Entremos?"

Y ahí estaba, ese rubor perfecto, dulce y caliente, en las mejillas del rizado, haciéndose más intenso cuando paso por delante de Renato para ingresar al bar.

"¿Querés beber algo?"

Gabriel negó con la cabeza. "No es eso lo que quiero".

Renato sonrió y guio al mayor por las escaleras. El nuevo sector del bar finalmente estaba instalado y listo para darle uso, la madera oscura brillaba bajo la luz tenue. Todavía no llegaban ni a la mitad del amplio lugar, y Renato ya sentía la pija dura, imaginándose exactamente lo que quería hacer con Gabriel.

El rizado silbó, un sonido suave y bajo, recorriendo con sus manos la superficie lisa de la barra. "Es hermoso".

"Se vería más hermoso si te recostaras sobre la barra"

Las palabras fueron como un disparo al inicio de una carrera de autos. Gabriel reaccionó en tiempo record, chocando su cuerpo contra el de Renato, estampando su boca con tanta fuerza que dolió. Renato envolvió sus brazos alrededor de Gabriel, acercándolo, juntando sus cuerpos, sosteniéndolo fuerte, simplemente disfrutando el beso que estaban compartiendo. Gabriel tiró de su pelo, entregándose por completo y derritiéndose un poco mientras Renato lo apretaba con más fuerza.

"¿Habías hecho esto antes?" preguntó Gabriel sobre la boca del castaño, dejando que este lo empujara hasta chocar contra la barra.

"No", suspiró Renato, deslizando sus labios por el cuello del mayor. "Nunca había traído a nadie a este lugar"

Gabriel sonrió, complacido ante sus palabras. El corazón del menor latió más rápido, por milésima vez desde que se encontraron.

Esto era exactamente lo que quería. Era exactamente lo que había imaginado cuando lo escribió en su lista. Gabriel estaba enrojecido y respirando pesado, presionado contra la barra. Todo lo que estaba en el lugar le pertenecía. Incluyendo a Gabriel. Cuando escribieron las listas el rizado todavía no era suyo, pero Renato ahora tenía claro que siempre lo había deseado de esa manera, desde el momento en que se tocaron por primera vez, el castaño lo quiso todo para él. Y ahora por fin lo tenía, Gabriel era suyo.

"Date la vuelta"

Debería tomarse las cosas con calma. Debería desvestir al rizado lentamente, adorar su cuerpo como merecía. Pero una parte animal de Renato despertó en el centro de su pecho. Una oleada de posesividad se encendió mientras miraba a Gabriel, que se daba la vuelta obedientemente para recostar su torso sobre la barra, dejando a disposición su culo. Dios, así nadie podría esperar, nadie podría tener paciencia. No podía darse el lujo de alargar el momento, de saborearlo. Renato necesitaba cogérselo.

Ahora ya.

Bastaron unos pocos segundos para liberar su pija, sacar la botellita de lubricante del bolsillo - en donde estuvo quemando un agujero toda la noche - y sacar un condón de su billetera, que había guardado antes de salir de su departamento.

Gabriel no se movió. Se quedó quieto, jadeando pesadamente mientras esperaba. Gruñó alto cuando sintió como el menor bajaba de un tirón sus pantalones y ropa interior, lo justo y necesario para dejar su culo a la vista, sus dedos temblorosos agarrándose firme al borde de la barra. El castaño extendió su mano sobre la espalda del rizado, todavía cubierta por su remera, empujándolo hacia abajo, inclinándolo hasta que su pecho tocó la barra, y quedó en la posición exacta en la que Renato lo quería. Dio un paso atrás, lo necesario para apreciar la curva de ese culo perfecto y estrecho, que se asomaba bajo el borde de su remera. Tomó el lubricante y se esparció un poco sobre los dedos.

Gabriel estaba apretado. Renato intentó ir lento, pero el rizado no se lo permitió. Empujó con sus caderas hacia atrás empalándose en los dedos del castaño, tan necesitado, tan perfecto que Renato no pudo evitar bajar su mano libre para darle un apretón a sus propias bolas.

"¿Esto... esto era lo que querías?", jadeó Gabriel, encontrando un ritmo con sus caderas mientras el castaño seguía abriéndolo.

"Mierda, Gabi. Si". Con los dedos todavía dentro de Gabriel, agarró el condón con su otra mano y lo abrió con la ayuda de sus dientes. "Si, esto es exactamente lo que quería".

Sacó los dedos de la entrada del mayor y dio un paso atrás, queriendo quemar este recuerdo en su memoria, para que cada vez que viniera a este lugar pudiera rememorar este momento. Era algo peligroso, el hecho de querer crear recuerdos así tan pronto, recuerdos que no podría borrar si las cosas resultaran mal. Pero no quería detenerse. No quería ser precavido con Gabriel.

"Dios, te ves...", no pudo terminar el hilo de sus pensamientos. Se puso el condón, y se lubricó la pija en silencio. Se acercó a Gabriel, acariciando con sus manos la espalda del rizado mientras frotaba el miembro entre sus nalgas.

"Tato", gimoteó Gabriel, su cuerpo tenso mientras extendía sus brazos para aferrarse al extremo contrario de la barra.

"Eso", gruño Renato. "Agarrate con fuerza".

Embistió de un golpe, tan fuerte que ambos cayeron hacia adelante, sus caderas chocando contra el culo de Gabriel.

"Puta madre", gritó Gabriel, su voz sonó como un eco en el área aun vacía.

Cada embestida fue severa. Renato sentía que no era suficiente, quería entrar más profundo, moverse más rápido, cogerse al mayor con más fuerza. En poco tiempo ya estaba sudando, casi completamente vestido, las prendas entre sus cuerpos lo hacía sentir más ilícito, más sucio y prohibido. Dios, se sentía perfecto.

Al parecer Gabriel estaba de acuerdo con sus pensamientos. Abrió un poco más sus piernas y levanto el culo como pudo, manteniendo su pecho presionado contra la barra, dejando que Renato lo manejara como quisiera, gruñendo más alto cada vez que Renato presionaba sus dedos con fuerza sobre sus caderas, gimiendo desesperado al final de cada embiste del castaño.

Entre medio de los ruidos que estaban haciendo, Renato podía escuchar el sonido del tráfico, podía escuchar la vibración suave de los refrigeradores en la planta baja, podía escuchar el zumbido de las luces de emergencia que nunca se apagaban. Todo se sentía tan bien. Renato se preguntó si Gabriel estaría de acuerdo con pegarse una escapadita a este lugar mientras el bar estuviera abierto. Tendrían que guardar silencio para no ser sorprendidos en el acto.

"Tato, me voy a correr..."

Renato se empujó con más fuerza, rodeó con su brazo la cintura de Gabriel para alcanzar su pija y masturbarlo. Se dobló sobre el cuerpo del rizado, logrando hacer que se corriera al mismo tiempo que él, estremeciéndose juntos con el orgasmo, Gabriel poniéndose de puntillas mientras el castaño mordía su hombro. De alguna manera sus manos se encontraron, enredándose mientras soportaban las olas del éxtasis.

"Wow", dijo Gabriel finalmente, removiéndose hasta que Renato se irguió y le dio el espacio para que se pudiera girar. "Eso fue-"

Renato lo interrumpió con un beso y un sonido de afirmación en su garganta, dejando que sus pijas medias blandas se rozaran entre sí, solo para sentir el calor de Gabriel, lo pegajoso que estaban sus cuerpos.

"Me corrí sobre la barra", dijo el mayor, mirando la madera resplandeciente, que ahora tenía líneas blancas cayendo por un costado de la superficie hasta el piso.

Una carcajada salió de la boca del castaño. Gabriel se le unió, resoplando un poco mientras se subía los pantalones.

"No te preocupes". Renato se sacó el condón y lo tiró en un basurero, preguntándose si la gente de la construcción lo notaría, pero en realidad no le importaba. Se subió los pantalones y suspiró contento.

Gabriel encontró finalmente un trapo y se dispuso a limpiar la barra. "Te lo digo en serio, el lugar quedó hermoso. ¿Cuándo lo pensas inaugurar?"

Renato se sentó en el suelo, con las piernas estiradas. "Pronto. Bueno, depende de lo que me diga el contratista".

"Me imagino que vas a tirar una celebración a lo grande"

Renato sintió y sonrió. "Obvio. El evento del año".

El rizado se dejó caer a un lado de Renato, presionando sus cuerpos mientras depositaba un beso en la comisura de su boca. "¿Puedo venir?"

"Más te vale, Conde"

Gabriel sonrió y acarició con su nariz el pelo del castaño, respirando profundamente. "¿Sabes?, sos el único que me llama así".

"¿Posta?"

"Si"

Renato se giró y chocó con suavidad su frente contra la de Gabriel. "Me parece muy bien"

"¿Puedo... Me puedo quedar con vos esta noche?"

Renato asintió mientras sonreía. "¿Ya querés segundo round?"

"No. Ósea, si. Siempre quiero con vos. Pero me refería a dormir... juntos".

"Bueno. Vamos"

Dejaron sus autos estacionados en el bar y caminaron la corta distancia que los separaba del departamento de Renato, disfrutando el aire frio y la tranquilidad de la noche. Cada ciertos pasos chocaban sus hombros, para no perder del todo el contacto.

"¿Y qué tal la cervecería? ¿No me habías dicho que estabas fermentando una nueva cerveza?"

"Así es", asintió Gabriel. "Una Apple. Las primeras partidas no salieron muy bien, pero ya falta poco".

Se lanzó a darle una explicación del proceso de fermentación que cautivó a Renato. A él le encantaba la cerveza, era un tema interesante y todo, pero le gustaba más escuchar a Gabriel. Sus ojos brillaban y su voz se tornaba tan fuerte y segura, hablaba con tanta pasión que era contagioso. Renato mantuvo una sonrisa pegada en la cara durante todo su discurso.

Podría hacer esto por siempre.

La emoción que estaba experimentando burbujeó en su interior, asentándose en su estómago, clara y permanente. Podría pasar toda su vida caminando junto a Gabriel, escuchándolo hablar de todas las cosas que amaba.

Nuevamente, pensó en el peligro que implicaban sus pensamientos. Gabriel sacaba a flor de piel su lado más temerario. Renato intentó mantener en mente que trabajaban juntos, que Gabriel recientemente había descubierto que le gustaban los chicos, que necesitaban ir lento por este camino. Estaba claro que lo de ellos era más que sexo. Pero Renato no podía bajar la guardia tan rápido.

Pero no podía evitarlo.

Cuando llegaron a su departamento, se desvistieron y se metieron a la cama, discutiendo sobre la película de terror que habían visto y comparándola con las favoritas de cada uno. Todo se sentía tan correcto, tan cómodo. A pesar de sus quilombos, Renato estaba en el lugar exacto en el que quería estar.

La conversación se fue desvaneciendo en la medida que el sueño fue ganando. Renato pensó que había soñado la voz de Gabriel cuando este pregunto. "¿Por qué no hicimos esto antes?"

"¿Hmmm?"

"Hemos trabajado juntos por tanto tiempo. ¿Por qué no sentimos esto antes?"

Renato se encogió de hombros, acurrucándose un poco más contra el cuerpo de Gabriel. "No sé. Digo, pensé que vos era totalmente paki, así que nunca te miré con otro ojos ¿sabes?"

"Yo creo que estuve todo este tiempo evitando mirarte así. Estaba cagado de miedo"

"¿Miedo? ¿Por qué?", Renato se apoyó sobre un brazo para prestarle toda su atención al rizado, sentía que Gabriel de verdad quería contarle esto.  Estaba bastante oscuro dentro de la habitación, no lo podía ver del todo bien, pero probablemente ese era el motivo por el cual había elegido ese momento para hablar, escondido entre las sombras, en medio de esa niebla de sueño que los envolvía.

"No de ser gay... pero sabía que sería un gran cambio en mi vida. Antes pensaba estar seguro de quien era, y me asustaba pensar que en realidad no me conocía tanto como creía".

"¿Todavía tenés miedo?"

"Un poco. Pero no de vos".

Renato volvió a recostarse, con la cabeza sobre el pecho del mayor. "Bueno. Si ayuda de algo, opino que te estas adaptando bastante bien al cambio"

"¿Podemos salir de nuevo? ¿Pronto? Pero no a ver una peli a última hora del día. Me gustaría tener una cita con vos, como corresponde."

"Si, por favor"

Gabriel hizo un pequeño sonido de afirmación en su garganta. Renato más que escucharlo lo sintió por la vibración de su pecho. Sus respiraciones se fueron acompasando, tan rítmicas como los latidos del corazón del rizado.

Se quedó dormido preguntándose donde irían a su siguiente cita. Y que otra cosa tacharían de la lista de Gabriel.

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