Capítulo 5

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"Aquí está la llave de su habitación". La chica que se encontraba en la recepción del hotel parecía simpática. Un poco cheta para el gusto de Renato, pero seguramente era así por todo el entrenamiento en servicio al cliente que se enfocaba en dar la mejor atención a esos viejos ricachones que se encontraban en viajes de negocios. Pero al menos, su sonrisa era genuina cuando le entregó la pequeña tarjeta. "Los encargados de la conferencia nos pidieron anunciar a sus invitados que a las 20 horas se realizará el encuentro de mixología. Aquí le dejo un mapa del lugar, dejé destacada la ubicación de su habitación y el lugar en donde se desarrollaran el resto de las actividades".

Renato asintió y aceptó la llave y el mapa. "Gracias".

"Que disfrute su estadía. Y por favor, hágame saber si puedo ayudarlo en lo que sea para hacer más placentero el tiempo que resida en nuestro hotel". El tono de su voz era coqueto, deslizando la sugerencia de manera 'sutil'. Renato casi se sintió mal por ella, obviamente no era su tipo. El castaño sonrió  agradecido y se alejó del mesón.

El hotel era gigante. Renato arrastró su maleta mientras salía al jardín en el interior del hotel. Caminó lentamente observando la gran cantidad de puertas que se veían a lo lejos, en un costado pudo ver una pequeña cascada que culminaba en una pequeña corriente que recorría los límites del lugar. Renato cruzó un pequeño puente, al mirar hacia el agua pudo ver varios pececitos de colores, y al levantar la vista se encontró con un restaurant de sushi que probablemente iba a visitar uno de estos días.

El aire húmedo del lugar, varió abruptamente al llegar al hall en donde se encontraba la corrida de ascensores, el aire frío delató la presencia del aire acondicionado. Tomó un ascensor hasta llegar al piso que le correspondía, encontrando la puerta con el número de su habitación. En su interior encontró dos camas con acolchado blanco y cortinas con bonitos patrones floreados que protegían las ventanas. Los cuadros en las paredes eran pinturas simples y sobrias, que transmitían el encanto del lugar.

Renato dejó su maleta al costado de una de las camas, luego se acercó a la ventana para observar la vista. Se sorprendió al darse cuenta que en realidad no era una ventana, sino que eran unas puertas de vidrio que lo llevaban a un pequeño balcón en donde podía ver el jardín en toda su extensión. Desde arriba parecía un pequeño paraíso, con colores llamativos y espacios que ya quería recorrer.

Con un suspiro feliz, entró nuevamente en su habitación para cambiarse de ropa y dirigirse al encuentro de mixología.

                                               •••


"Stef!" llamó Renato en voz alta.

Una chica alta, con cabello rubio, se dio la vuelta ante el sonido de su voz, su cara adornada por una gran sonrisa, mientras se acercaba dando pequeños saltos hasta llegar a su lado y tirarse en sus brazos. El castaño envolvió sus brazos alrededor de sus hombros estrechos y la apretó.

"¡Tatito! ¿Cómo estás?", la chica se alejó para poder mirarlo a la cara. "Que alegría verte aquí. No conocía a nadie. Ya me estaba empezando a deprimir".

"Bueno, yo también vine solo", dijo Renato. "Así que nos vamos a tener que hacer compañía ¿eh?"

Stefi era relacionadora pública y planificadora de eventos. Renato se la había encontrado un montón de veces en este tipo de eventos. La chica le tenía cariño porque nunca había intentado levantársela, y porque cuando estaban juntos ningún chabón se acercaba a molestarla. Por otro lado, al castaño le encantaba que la chica tuviera la misma energía que él.

"Mira. Está lleno de hombres guapos", Stef le dijo guiñándole el ojo. Lo tomó del brazo y lo guio hasta uno de los stands para pedir una cerveza para cada uno. Cuando le entregó el vaso plástico, el castaño se dio cuenta que  venía con un papelito que incluía la información de la cervecería.

Renato echó un vistazo alrededor mientras bebía un sorbo. La cerveza era buena, pero no tanto como la de Gabriel, así que tan pronto se alejaron del stand botó el papel en un basurero. No había ido al congreso buscando a otra persona que abasteciera su bar. Había decidido participar por las oportunidades de publicidad y para aprender cómo lograr que su bar fuera más eficiente y exitoso. Su local ya estaba siendo abastecido por la mejor cerveza.

Stefi tenía razón. Había muchos chicos atractivos dando vueltas en el salón. "¿A quién le echaste el ojo?", le preguntó a la rubia.

Quizá debería buscarse alguien para él, pero en realidad no estaba de humor para eso. A pesar de que sería una buena idea para ayudarlo a superar este 'crush' estúpido que estaba sintiendo por Gabriel. Pero no, esa noche sólo quería relajarse y divertirse.

"Bueno, me gustó ese bombón que está allá".

Renato siguió la dirección que estaba indicando la chica, encontrándose con un hombre que estaba sonriendo mientras hablaba con algunas personas que estaban en su stand. Estaba ocupando unos jeans oscuros y una remera blanca que abrazaba sus músculos. Renato pensó que sólo le faltaba un cigarrillo en la oreja entre medio de ese pelo negro para ser igual a John Travolta de Grease Brillantina.

"Eeeh, buena decisión. ¿Le vas a ir a meter conversa?"

Stef se encogió de hombros, bajando su mirada a la cerveza que tenía en la mano. "Tal vez".

"Stefi", dijo Renato, levantándole la cara desde su barbilla. "Deberías hacerlo. El pibe sería el más afortunado del mundo si le regalas una velada con vos".

La chica se rio y rodó los ojos. "¿Y vos qué?

Renato bebió un trago de su vaso. "Yo creo que esta vez me voy a comportar", dijo, esperando que la rubia no le hiciera más preguntas.

"Bueno, es tu decisión. Pero mira, que hay unos chicos que son justo de tu tipo.  Como ese que está por allá. El que está levantando el barril."

Renato miró donde la chica le indicaba, y se quedó petrificado.

Gabriel estaba levantando un barril. Gabriel le estaba entregando el barril a un chico, junto con la información de su cervecería. Gabriel había venido a la conferencia.

¿Por qué estaba Gabriel en la conferencia?

"¿Tato?", Stefi sacudió una mano para llamar su atención. "Me imagino que te gustó ¿no?", dijo soltando una risita. "Che, deja de mirarlo tan intenso"

"¿Ah?". Renato desvió su mirada lentamente de Gabriel y arrastró un poco los pies. "No. No es eso. Es que conozco al chico. Se llama Gabriel, y es el dueño de la cervecera que abastece Dolh. No tenía idea que iba a estar aquí".

"¡Genial!" dijo Stef, "Deberías ir a saludar, aunque sea".

"Si", dijo Renato, "Debería"

"Nos vemos más rato entonces. ¿Ok? Me voy a chamuyar al chico rudo que te mostré antes"

"Divertite". Renato intentó sonar apoyador, pero sabía que su voz había salido extraña.

En un largo trago, Renato terminó su cerveza, botó el vaso vacío y tomó un par de respiraciones profundas para calmarse un poco antes de caminar hacia Gabriel. ¿Lo había tomado por sorpresa? Si. Pero no necesariamente era algo malo. Se iba a acercar a decir hola, y después ambos iban a estar tan ocupados con los eventos de la conferencia que ni se iba a acordar que el rizado estaba aquí. Esto era sólo una pequeña piedra en su camino, no era un problema grave ni nada.

"Hola, ¿Cuántos vasos te doy?", preguntó Gabriel, sin molestarse en levantar la vista cuando Renato se acercó.

"Ninguno. He tomado tu cerveza hasta hartarme", sonrió el castaño.

Gabriel levantó la cabeza de un tirón, Renato pudo ver la sorpresa escrita en su rostro, luego un flash de algo que parecía ser reticencia, pero pronto su expresión cambio a una de calidez mientras reía, bajo y genuino. "¿Cómo no se me pasó por la cabeza que ambos íbamos a salir de la ciudad para venir a la misma conferencia?"

"Ni siquiera se me ocurrió mencionarlo. No sabía que te gustaban estos eventos.", dijo Renato. "¿Habías asistido a uno antes?"

"No, ósea no a uno tan grande como este", se encogió de hombros Gabriel. "Pero vos sabes, estoy tratando de ampliar el negocio"

"Bueno, venir a estas cosas ayuda mucho", asintió Renato, agarrando un vaso y sirviéndose el mismo un poco de cerveza del barril que tenía a disposición el rizado.

"Eso espero"

Se hizo el silencio entre ambos. Renato podía sentir como aumentaba la tensión. Tenía que decir algo para romper el hielo. Gabriel parecía estar en el mismo dilema, buscando que palabras decir.

"Así que... eh. ¿A qué seminario vas a ir?", Renato sabía que sonaba ridículo, como un adolescente hablándole a su amor platónico en el pasillo de la escuela. Bueno, estaba haciendo su mayor esfuerzo en el momento.

"No recuerdo cuales son las que están mañana", replicó Gabriel, igual de incómodo, moviéndose nervioso como si no supiera que hacer con sus manos. "En serio, no tengo idea donde dejé todos los papeles de las cosas en las que me registré. Supongo que mañana voy a tener que pedirle a alguien que me regale otro itinerario".

"Yo tengo uno en mi habitación". Las palabras salieron de la boca del castaño antes de que pudiera siquiera pensar en detenerlas.

Pero no se arrepintió.

Estaba fuera de la ciudad, en una conferencia genial rodeado de desconocidos, en un hotel hermoso. Y Gabriel estaba aquí. Gabriel, que no tenía idea que Renato había tomado la decisión de alejarse de él durante lo que quedaba de esta semana. Gabriel, que había escrito una lista de kinks que quería explorar. Con Renato.

¿Qué importaba si estaba desarrollando este pequeño 'crush'?, no era nada del otro mundo. Se había enganchado un poco. Era obvio que podía manejarlo sin problemas. Si era necesario podría ponerle fin a todo el asunto cuando estuvieran de vuelta en la ciudad. ¿Por qué no podría darse el gustito de disfrutar este fin de semana? Estaba claro que no le iba a decir a Gabriel lo que estaba sintiendo, y tampoco era algo que pudiera hacer desaparecer chasqueando los dedos.

"¿Posta?", preguntó Gabriel, un poco  inseguro.

"Si", sonrió Renato, dejando salir el aliento, obligándose a relajarse un poco. "Si queres, podes venir a mi habitación más tarde para echarle un vistazo"

Gabriel se sonrojó un poco como lo hacía siempre, haciendo que el pecho del castaño se apretara de repente. "Si, me gustaría"

Renato no tenía por qué hacerlo, pero se inclinó hasta el oído de Gabriel para susurrarle el número de la habitación. Pudo sentir como el rizado se estremecía un poquito. "Y podes traer la lista también".

El resto de la noche pasó como un borrón lleno de impaciencia para el castaño. Fue de mesa en mesa, catando cerveza, hablando con otros propietarios, poniendo todo su esfuerzo en parecer desinteresado en caso de que Gabriel lo estuviera observando. No quería parecer desesperado. Pero no podía evitar mirar en su dirección cada cierto tiempo, compartir una pequeña sonrisa, levantarle una ceja, coquetearle silenciosamente a través del salón, hasta que las personas empezaron a migrar a sus habitaciones, y por fin tuvo la excusa perfecta para retirarse también.

Cuando llegó a su habitación, espero impaciente a Gabriel. Recorrió todos los canales de la televisión, revisó las actividades que tenía agendadas para el siguiente día, salió al balcón a mirar las estrellas. Ahora estaba todo tranquilo en el jardín, oscuro y quieto, mientras el hotel se preparaba para una noche de descanso.

El golpe en la puerta envió una oleada de adrenalina a través de su cuerpo, intentó controlar el temblor de sus manos mientras cruzaba la habitación para abrir.

"Hola" sonrió, abriendo la puerta para que Gabriel pudiera entrar.

El mayor le devolvió la sonrisa, pasándose la mano por el pelo mientras ingresaba. Se dirigió a una de las sillas, luego se giró y observó a Renato como esperando instrucciones de él.

Si alguna vez el castaño sintió dudas al respecto, en este momento no podía recordar el por qué. Ahora sólo le importaba la expresión de Gabriel, tímido pero entusiasmado, el olor de su perfume. Sólo importaba el recuerdo de su piel y las ganas que tenía Renato de sentirlo otra vez.

"Me alegro que hayas venido", dijo Renato, caminando lentamente, bebiendo cada centímetro de la vista que era Gabriel.

"Me alegro de que vos estés aquí", respondió el mayor. Su voz sonaba como si le faltara el aliento, haciendo que la pija del castaño saltara dentro de sus jeans. "Una agradable sorpresa".

Renato ya se había quitado los zapatos, así que se dedicó a desabrochar los botones de su camisa mientras observaba a Gabriel, esperando que el chico hiciera un movimiento.

"No- eh, no hay problema con que esté aquí ¿cierto?, no quiero ser cargoso ni nada. Sé que no esperabas encontrarme por estos lados"

"Gabi, tranqui, no hay ningún problema", le aseguró Renato. "Lo prometo. Ahora, decime, ¿Qué tenés en tu lista?"

"¿Qué?"

"Tu lista. ¿Qué es lo siguiente?"

Gabriel sacudió la cabeza como si estuviera intentando aclarar sus ideas. Finalmente puso sus manos a trabajar, sacándose la chaqueta y tirando la remera sobre su cabeza. "Bueno..."

"Dale. Ya hemos garchado más de una vez. No tenés por qué sentir vergüenza de hablar de estos temas"

Gabriel sonrió, dejando que sus ojos bajaran por el pecho del castaño, y luego respiró profundamente. "Bueno, lo que tengo en mente no es nada tan complicado, es... es algo que nunca he hecho con un pibe".

"Ok. ¿Qué cosa?"

"Quiero que me cojas... por detrás. Ósea, yo en cuatro, ¿entendés?"

Renato se lamió los labios. "Más que claro"

La piel de la cintura del rizado era tan cálida y suave como Renato lo recordaba, lo acarició en ese lugar mientras lo giraba para llevarlo hasta el balcón. "También podría cogerte así de pie, aquí en el balcón. Pero tendrías que quedarte callado para que nadie mire hacia arriba".

Sabía que estaba llevando las cosas a un límite, del cual no habían hablado. No se podían exponer. Se supone que esto es un secreto entre los dos. Pero Gabriel, sólo apoyó su espalda sobre el castaño, gruñendo despacito, antes de girarse y plantarle un beso, largo y húmedo sobre los labios.

"No creo que me aguanten las piernas", murmuró, empujando suavemente a Renato dentro de la habitación, bajando sus manos para abrir el botón de su pantalón.

Renato soltó una risita. "Sácate los pantalones", le dijo, retirando las manos de Gabriel para comenzar a desvestirse el mismo. En el momento que dejó caer sus jeans, casi dejó caer la mandíbula al piso.

"¿Qué?" preguntó Gabriel, con los pantalones a medio bajar, con expresión nerviosa.

"No tengo lubricante. Ni condones".

Gabriel sonrió por un momento, luciendo secretamente complacido. ¿Acaso estaba alegre de que Renato no viniera preparado? ¿De qué, obviamente, no venía con la intención de cogerse a nadie? Eso significaría que el rizado no quería que estuviera con otra persona, quizá el también...

Gabirle metió la mano en uno de sus bolsillos y sacó una pequeña botellita de lubricante y una caja que sólo incluía dos condones. "El hotel tiene una farmacia, y me imaginé que sería bueno pasar antes de venir aquí"

Ah. Por eso estaba sonriendo. Obvio, eso tenía mucho más sentido.

Renato intentó acallar los quilombos de su cabeza y centrarse en el presente. Gabriel tenía los insumos que necesitaban. Ahora podían volver a desvestirse para coger. No podría haber nada mejor que esto.

Cuando finalmente ambos estuvieron desnudos, duros y prácticamente goteando, Renato se permitió observar a Gabriel. Aparentemente, se extendió más de lo necesario, porque Gabriel, aburrido o impaciente, tomó la decisión de subirse a la cama de rodillas y elevar sus manos para atraer al menor.

Esos brazos eran como imanes, Renato se sintió atraído como si hubiera una fuerza invisible que estuviera tirando de él. Se acomodó contra el cuerpo del rizado, sólido y cálido, mientras unía sus bocas para besarlo. Chaparon hasta que ya no pudieron respirar, sus manos divagando por todos lados, hasta que Renato no aguantó más. Se arrastró para posicionarse detrás de Gabriel, sin preocuparse de lucir sexy, apretó el culo del rizado una vez, para luego recorrer su espalda mientras lo empujaba para que se apoyara en sus manos y rodillas.

El cuerpo del mayor estaba tenso ante la anticipación, estremeciéndose ante cada toque. Cuando Renato se agachó para dejar un beso en su espalda baja y bajar con su lengua poco a poco, Gabriel se empujó hacia atrás, deseoso e impaciente. Renato sonrió mientras su boca alcanzaba la entrada del rizado, para por fin comenzar a abrirlo con su lengua.

"Mierda", gruño Gabriel, retorciendo los dedos de sus pies mientras el castaño lo sostenía de las caderas, y deslizaba su lengua tan profundo como su anatomía se lo permitía.

Agarró el lubricante y humedeció sus dedos. Mientras deslizaba sus dedos en el interior del mayor, uno a la vez, para abrirlo lentamente, pudo apreciar las líneas de sus músculos, la forma en la que los lunares de su espalda parecían danzar mientras se retorcía y se contorneaba. El rizado era tan sensible, tan abierto y dispuesto a todo. Se notaba como disfrutaba cada caricia. Tanto como lo disfrutaba Renato. Para el castaño era raro encontrar alguien que compartiera el mismo nivel de pasión que sentía. Observó maravillado al rizado, pensando que no había motivo para guardarse esos pensamientos. Tenía todo el derecho de decirle lo hermoso y caliente que era, de hablarle sucio, de tocar cada centímetro de su cuerpo.

"Me calientas tanto, Gabi", gruñó, alejándose del mayor para agarrar el condón.

Gabriel dejó caer la cabeza entre sus brazos mientras respiraba entrecortado, esperando impacientemente a que el castaño se pusiera el condón. Renato decidió en ese momento que no quería ponérselo el mismo. "Gabi. Me ayudas"

Gabriel giró su cabeza con una expresión exasperada que rayaba en lo adorable, pero rápidamente cambió a una mueca de excitación al darse cuenta de lo que le estaba pidiendo el menor. Se puso de rodillas y se giró por completo, tomó el condón y envolvió una mano en la erección del castaño, dándole unas cuantas sacudidas. Renato inhaló profundo, observando como el otro chico exploraba y sentía su miembro, enviando una corriente a través de su columna.

Finalmente, Gabriel rodó el condón sobre la pija del castaño, dejando que sus dedos acariciaran las bolas del chico antes de volver a ponerse en cuatro y ofrecer ese  culo perfecto. Renato golpeó con ambas manos las nalgas del rizado y las agarró con firmeza, abriéndolo para poder ver su entrada. Alineó su pija y se enterró en él. Gabriel estaba tan apretado, pero el gruñido que dejó salir fue de puro placer mientras el castaño empujaba toda la longitud en su interior, no se detuvo, no esperó a que el rizado se fuera adaptando, simplemente siguió hasta estar enterrado completamente.

"¿Rápido o lento?" preguntó.

"Lo quiero fuerte", gimió Gabriel. "No me importa la velocidad, sólo quiero sentirlo fuerte"

Renato sonrió, un poco sorprendido. Quizá era porque no se estaban mirando a los ojos, o quizá era porque estaban en la habitación de un hotel que parecía un sueño, pero estaba claro que Gabriel no se estaba conteniendo.

Y Renato tampoco lo iba a hacer.

Enterró sus dedos en las caderas del rizado, lo sostuvo firme mientras se salía casi por completo, para luego entrar de una vez. Embistió con fuerza, haciendo que Gabriel se arrastrara un poco sobre el colchón. El mayor dejó salir un sonido de sorpresa, luego reajustó la posición de sus brazos y sus piernas para afianzar su equilibrio.

"¿Mucho?" preguntó Renato, deteniéndose para frotar con una mano entremedio de las escapulas del contrario.

"No. Cogeme con fuerza. Por favor"

Renato asintió a pesar de que el mayor no lo podía ver, y luego comenzó a moverse. No embistió rápido, pero si profundo. Cada golpe de sus caderas era fuerte, apretado y controlado, moviéndose en un ritmo severo cada vez que ingresaba en Gabriel. Una y otra vez. Estaba poniendo todo su esfuerzo en no gritar ante la estrechez y calidez del culo de Gabriel, la manera en que parecía que lo arrastraba más profundo en cada estocada, la forma en que se sentía, como si hubiera sido hecho para recibir su pija. Sólo su pija.

Por otra parte, Gabriel no contenía sus gemidos. Dejó caer su cabeza sobre el acolchado, y Renato podía escuchar los sollozos contenidos por la tela, los 'por favor', 'si', 'Tato'. Escuchar su nombre salir de esa boca era lo que más lo encendía. El rizado recibía con ganas todo lo que Renato le estaba dando, era salvaje la manera en la que movía sus caderas para chocar con su culo la pelvis del menor.

Renato no iba a durar mucho más, pero no pensaba correrse antes que Gabriel. Dejó caer su cuerpo, dejando que su pecho chocara contra la espalda sudorosa del rizado, enredando sus brazos y piernas hasta que el castaño pudo sentir cada centímetro de Gabriel en contacto con su propio cuerpo. Dios, podría quedarse así por el resto de su vida.

Disfrutó de la sensación por unos segundos, para luego bajar una de sus manos hasta la pija de Gabriel. El mayor saltó como si lo hubieran tocado con cable de alta tensión. Bastó con un par de sacudidas, y un par de embestidas al mismo tiempo, para que Gabriel se corriera entre los dedos del menor y sobre las colchas de la cama.

Renato intentó durar un poco más, pero sentir como Gabriel se apretaba alrededor suyo, tan fuerte, lo terminó de liquidar. Se enterró por última vez en ese culo perfecto y se dejó ir con un grito, derramándose caliente y abundante en pulsaciones espesas dentro del otro chico.

Ambos colapsaron, débiles y jadeantes, y el castaño pudo sentir como la mano de Gabriel chocó contra la suya. Por unos segundos, el rizado se movió nervioso, como si fuera a entrelazar sus dedos. Renato contuvo el aliento y no se alejó. Pero Gabriel si lo hizo. El castaño rodó hacia un costado y usó un borde limpio de la colcha para limpiarse el sudor de la cara.

"Señor", resopló el rizado.

"¿Se aprueba el experimento?" dijo riendo el castaño.

"Si. Absolutamente".

"Esperame. Voy a ir a buscar una toallita para limpiarnos".

Renato se levantó de la cama, lejos de esa piel cálida antes de empezar a recorrerla con su nariz, para dirigirse al baño. Se sacó el condón y lo desechó, agarró una toallita y la humedeció con agua tibia antes de limpiarse así mismo. Tomó otra toalla limpia para Gabriel y caminó de vuelta a la habitación. Se quedó paralizado ante la escena.

Gabriel se había quedado dormido.

La colcha era un completo desastre entre sus pies, el rizado estaba recostado sobre las sábanas limpias, con los labios medio abiertos y respirando pausadamente.

Dios, que hermoso que es.

Renato observó su abdomen cubierto de semen. Seguramente iba a estar todo pegajoso en la mañana. Pero a Renato no le daba el corazón para despertarlo.

Sintió el dolor en su pecho mientras silenciosamente apagó las luces y se metió en la otra cama, sin uso. Quería dormir al lado de Gabriel. Quería oler su pelo y su sudor, quería sentir su piel, quería despertar sin saber dónde terminaba uno y empezaba el otro.

Pero se iba a tener que conformar con el sonido de la respiración del rizado a través de la oscura habitación.

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