Comienza el angst 🙊
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Había un millón de cosas por decir. Un millón de excusas. Un millón de razones por las cuales debería levantarse de la cama y detener todo en ese preciso momento.
En cambio, Renato se inclinó y besó a Gabriel otra vez.
Esa era la única respuesta que tenía para ofrecer.
Se perdieron en lo suyo, caricias oscuras y secretas que eran permitidas porque estaban allí, en un cuarto ajeno mientras el resto del mundo dormía.
Gabriel unió sus manos sobre la cintura de Renato como si quisiera mantenerlo justo ahí, sobre su cuerpo. Los sonidos que estaba dejando salir hacían temblar al castaño, un suspiro que estaba a punto de convertirse en un gemido, tan suave y necesitado que dolía.
Pero eso no fue lo que derritió a Renato.
Lo que derribó sus inhibiciones absolutamente, lo que hizo que dejara caer su cabeza en el cuello de Gabriel y lo hiciera mantenerse escondido ahí por un minuto, fue cuando Gabriel envolvió sus manos alrededor de las muñecas del castaño, tirando de él hasta que quedó recostado completamente sobre su cuerpo, sus dedos entrelazado suavemente como si estuvieran destinados a estar así, tal cual.
Renato no movió sus manos mientras besaba el cuello de Gabriel, gentil y lento esta vez. Acarició con su nariz la piel del lugar, como quiso hacer desde la primera vez que se tocaron. Se permitió amar la sensación, simplemente porque era Gabriel, no porque era un juego al que estuvieran jugando.
Y no movió sus manos cuando Gabriel empujó su cuerpo contra el del castaño, queriendo estar más cerca, sentir más, dejando salir esos jadeos suavecitos cada vez que Renato se frotaba contra él.
Mantuvo sus manos unidas mientras descendió por el cuerpo de Gabriel, entre sus piernas. Sus brazos, ahora extendidos, mientras besaba la punta de la pija del rizado antes de bajar hacia su entrada.
Los dedos de Gabriel apretaron los suyos ante la primera caricia con su lengua, pero el rizado aun no elevaba su voz. Se quedó acostado en la oscuridad, estremeciéndose bajó la boca del castaño, abierto y vulnerable, completamente honesto esta vez. Quizá por primera vez.
Había más lubricante y condones en la mesa de luz – cosas que Renato había comprado la noche anterior, antes de pasar por el restaurant de sushi. El castaño se estiró para alcanzar el lubricante, odiando lo frío que se sentían sus dedos cuando se vio obligado a soltar a Gabriel.
Una sonrisa tímida fue la respuesta que obtuvo del rizado, quien observaba con ojos medio abiertos como Renato se erguía en sus rodillas para abrir la botellita. La tarea le tomó más tiempo del habitual, porque Renato no se podía concentrar con las manos de Gabriel que recorrían sus muslos, una suave caricia como si no pudiera evitar tocarlo.
Abrir al mayor fue sencillo. Gabriel abrió sus piernas y cerró los ojos, dejó ingresar dos dedos con tanta facilidad que agregó un tercero en el segundo embiste, moviéndose lento hasta encontrar su próstata. Gabriel dejó salir un gruñido, no ese sonido alto de placer como los que hizo la noche anterior, sino más bien, un sonido profundo y satisfecho que nació de una parte primitiva en su interior.
Nunca, nadie ha hecho esto, pensó Renato. Todas las veces que ha estado dentro de Gabriel, sin darle la importancia de que nadie más ha estado ahí. Él era el único que conocía lo estrecho y caliente que se sentía, como se apretaba a su alrededor, como gimoteaba cada vez que se enterraba en él.
Quería ser el único que supiera todas esas cosas. El único que pudiera ver así a Gabriel.
Gabriel tomó el condón, abriéndolo rápidamente y deslizándolo con sus propias manos sobre la pija de Renato. El castaño intentó ignorar el hecho de que Gabriel estuviera temblando tanto como lo estaba haciendo él. Si analizaba mucho la situación, se iba a correr al mismo tiempo en que iba a perder su corazón, y no estaba seguro de sobrevivir a eso.
Ya ha cogido antes con Gabriel, pero nunca se sintió así, nunca se sintió como si estuviera entregando parte de sí mismo. Mientras abría las piernas del rizado para acomodarse entre ellas, sus manos encontraron las de Gabriel nuevamente, uniéndolas otra vez al mismo tiempo que empujaba en su interior lentamente, centímetro a centímetro, hasta que sus caderas se encontraron, hasta que inevitablemente no pudo estar más cerca.
Gabriel comenzó a moverse al mismo tiempo que Renato, alzando sus caderas para encontrar las del contrario en cada movimiento, ninguno intentó encontrar un ritmo en específico, sólo se dedicaron a permanecer unidos, con las manos entrelazadas mientras compartían besos durante el acto. Ninguno intentó cambiar de posición. Ninguno hizo el esfuerzo de hablar sucio. Ninguno trató cambiar nada, porque eso hubiera convertido este momento en cualquier otro que ya hubieran compartido. Y esto estaba mucho más allá de esos límites.
Gabriel se corrió sin que lo tocara, arqueándose de manera hermosa, con los ojos apretados mientras gruñía. Cuando Renato sintió las pulsaciones de la pija del rizado contra su estómago, se dejó ir instantáneamente, sin poder controlarse.
Una vez que la euforia del orgasmo cedió, el castaño se quedó dentro de Gabriel todo el tiempo que pudo, ambos compartiendo besos suaves, las manos entrelazadas ligeramente en ambos lados de la cabeza de Gabriel.
Seguían en la misma posición cuando sonó la alarma de Renato, sorprendiéndolos a ambos.
Gabriel saltó ante el sonido repentino, y Renato se alejó reacio para apagar la alarma. Antes de poder volver a recostarse sobre el cuerpo del rizado, Gabriel ya se estaba sentando y poniéndose de pie. Renato sintió el cambio en el ambiente y observó cuidadosamente a Gabriel, buscando en su mente las palabras correctas que decir, algo que no sonara muy goma, algo que no aterrara a Gabriel y lo terminara alejando de él.
No pudo encontrar las palabras.
Pero Gabriel le ofreció una mano sin decir nada. Renato la tomó y se dejó guiar hacia el baño. Juntos, esperaron en silencio que el agua se entibiara para luego meterse a la ducha. Gabriel tenía el ceño un poco fruncido, su expresión denotaba que su mente estaba a kilómetros de distancia. Pero seguía allí. Renato enjabonó el pecho del rizado, frotando gentilmente sobre las marcas que había dejado la noche anterior, algunas ya estaban desapareciendo, pero había otras que iban a permanecer en su piel por algunos días. Le encantaban. Quería besar cada una, quería mantenerse allí de pie junto a Gabriel, chapando, o por lo menos, mantenerlo encerrado entre sus brazos. Pero Gabriel parecía demasiado preocupado como para dejarlo acercarse. El castaño, prácticamente podía oír los engranajes de su cabeza mientras intentaba procesar todo, así que decidió no presionarlo.
El resto de la mañana fue igual de silenciosa. Se vistieron, cepillaron sus dientes y empacaron sus pertenencias.
"¿A qué hora tenés el vuelo?", preguntó Renato.
"A las seis. Voy a tener que escaparme un ratito antes del último seminario".
"Entonces no alcanzaremos a vernos antes de que te vayas".
Gabriel sólo asintió.
"Escúchame", comenzó a decir Renato, pero Gabriel lo detuvo con una sacudida de su cabeza, la comisura de sus labios intentando armar una sonrisa que no consiguió.
"Perdón. Este fin de semana fue... un montón". Dio un paso y dejó un beso corto en los labios de Renato. "Pero no me arrepiento de nada".
No era suficiente. Sus palabras no aclaraban que era lo que iba a suceder de aquí en adelante. Pero era algo al menos.
"Llamame mañana, porfa"
"Si, lo haré. Adiós, Tato".

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Curiosidad
FanfictionGabriel es dueño de una cervecería que abastece el bar de Renato. Y eso es todo. Hasta ahí llega su relación. Renato es inmune a la perfección y los encantos del otro chico, sobretodo, teniendo en cuenta que Gabriel es el epítome de la heterosexuali...