Capítulo 23

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Renato bebió otro trago de cerveza y dejó la botella en la mesa de centro de Gabriel, para recostarse otra vez. Enroscó los dedos de sus pies, que colgaban en un extremo del sillón, y dejó caer su cabeza nuevamente en el regazo del rizado, cerrando los ojos mientras el calor del alcohol se asentaba en su pecho.

"No te quedes dormido", le advirtió Gabriel, con una sonrisa en su voz.

"No, tranquilo", dijo Renato sin abrir sus ojos. "Solo estoy disfrutando la birrita. Muy buena esa que me diste"

"La has probado unas quinientas veces antes"

"Si, exacto, porque es muy buena"

Ambos llevaban varias cervezas en el cuerpo, estaban un poquito mareados, con los músculos relajados mientras miraban la televisión. En dos días más iban a partir a la casa de los padres de Gabriel, en donde Renato iba a conocer a su familia, y apoyar al rizado frente a lo que sea que su padre diga de su relación. Pero en ese momento no iban a hablar de eso. No esa noche. La idea de esa velada era hacer nada juntos, era relajarse en sus pijamas, con los platos sucios acumulados en el lavavajillas. La idea era disfrutar de la compañía del otro, sin notar cuando el sol se escondiera tras las cortinas cerradas, con una colcha cubriendo las piernas de Renato, que se encontraba acostado sobre las piernas de Gabriel. Renato hizo un sonidito de placer cuando el rizado comenzó a jugar con su pelo, enredando sus dedos en los mechones del castaño, acariciando suavemente, arrastrando sus uñas por su cuero cabelludo de vez en cuando.

No paso mucho tiempo antes de que terminaran otro par de cervezas, quedando en un estado ligero de ebriedad, en ese límite liviano y relajado, en ese límite que hacía al castaño querer girar su cabeza y besar el estómago de Gabriel. De fondo sonaba un programa de esos de reconstrucción de casas, y Renato podía recordar la conversación que tuvieron acerca de este mismo programa cuando estuvieron en la conferencia de cervezas. Pareciera que fue hace mil años, a pesar de que en realidad no ha pasado tanto tiempo. Han cambiado tantas cosas, pero incluso en esa época, el castaño ya tenía claro que esto no era solo un juego. Que esto con Gabriel no se trataba solo sexo.

"¿Me estas jodiendo? ¿En serio esta chica quiere que su casa quede cerca de la playa porque le da miedo usar baños públicos? No puedo creer que la gente tome decisiones por esas pavadas", la voz de Gabriel sacó al castaño de sus recuerdos, su tono entusiasmado y sus palabras arrastradas, haciendo al menor sonreír.

"¿Qué pavadas?"

"Basándose en cuantas veces tienen que mear"

"Bueno, igual nunca se va a poner de acuerdo con el marido", se rio Renato. "El pibe quiere algo más tradicional, pero en fin"

"Me irrita ver este programa. Seguro yo hago mil maravillas con ese presupuesto"

Renato hundió un poco más su cabeza en el regazo de Gabriel, arqueando su espalda para sentir como se extendía su columna. La habitación estaba girando, haciendo que Renato se riera un poco más de la cuenta. "¿Y vos qué harías?"

"Me compraría una casa con una pileta. Siempre he querido tener una pileta".

La casa de Gabriel era bonita, limpia y acogedora, pequeña pero encantadora y con mucho carácter. Renato se rio de sí mismo, por la manera en la que estaba pensando, como el narrador del programa que estaban mirando. El castaño se encogió hombros, "Podrías poner una pileta en el patio si quisieras"

Gabriel resopló. "No tengo la guita. Además no le subiría mucho el valor a una casa tan chiquita como esta. Pero bueno, lo tendré en mente si algún día me gano la lotería".

Y de repente, Renato se levantó, sin pensarlo, un poco mareado, pero con la intención de besar los labios de Gabriel. El beso fue húmedo y lento, sus labios chocando perezosamente, embriagados por el alcohol y por el sabor del otro, deteniéndose de vez en cuando mientras sus manos exploraban un poco, como si no pudieran hacer ambas cosas al mismo tiempo, por lo menos no en ese estado.

"¿Y eso? ¿Por qué fue?", murmuró Gabriel.

"Porque estás muy bueno. Y porque pienso que tu casa es perfecta así, tal cual"

"Estás en pedo", Gabriel se rio, acariciando con sus dedos la mejilla del castaño.

"¿Y? vos también"

Gabriel se rio más fuerte, ayudando a Renato a sentarse, para luego empujarlo en la dirección contraria, el rizado subiéndose sobre su cuerpo, sus pechos presionados uno contra el otro, sus piernas enredadas. "Si, es verdad"

Renato echó la cabeza hacia atrás, suspirando mientras el mayor besaba su cuello, mordiendo la piel sobre su pulso.

"¿De verdad pensás que es perfecta así?"

A Renato le tomó un par de segundos darse cuenta qué Gabriel le estaba haciendo una pregunta, y otro par de segundos darse cuenta de que le estaba hablando de la casa.

"Mmhmm", asintió, deslizando sus manos por debajo de la remera del rizado, para poder acariciar su espalda, enterrando sus dedos en los músculos a su paso.

"Igual necesita algunos arreglos". Gabriel enroscó su lengua alrededor de la oreja del castaño, trazando el contorno hasta que Renato se estremeció, su pija endureciéndose dentro de la suave tela de algodón de su pijama.

En ese momento, Renato tomó la decisión de nunca más volver a usar ropa interior, porque, Dios, la fricción se sentía increíble.

"Si voy a seguir viviendo en esta casa por unos años más, me gustaría renovar algunas cosas"

Renato no podía entender porque Gabriel insistía en seguir hablando de la casa ahora que sus caderas estaban frotándose, ahora que podía sentir la erección del rizado sobre la suya, a través del fino material de sus pijamas.

"Como la cocina", continuó Gabriel. "¿Qué podríamos renovar en la cocina?"

Podríamos. Qué podríamos. Los dos. Juntos.

Renato cerró los ojos de nuevo e intentó concentrarse a pesar del alcohol en su sangre. No debería haber dicho '¿qué podría renovar en mi cocina?'. Pero no, esas no fueron las palabras que utilizó el rizado.

El corazón del castaño estaba saltando en su pecho, y lentamente depositó sus dedos sobre el pecho de Gabriel, sintiendo lo rápido que estaba palpitando su corazón. Renato se sentía como si estuviera flotando, como si lo único que existiera en ese momento fuera el calor del cuerpo del mayor, el suave desliz de sus labios mientras dibujaba un camino a besos por el rostro de Renato, lamiendo delicadamente su mandíbula.

"Podríamos pintar". Una corriente de electricidad lo a travesó cuando dijo esas palabras, refiriéndose a ellos dos, y se permitió sonreír, elevando una mano para trazar el contorno de la cara de Gabriel, que no despegaba sus ojos de su rostro. "Podríamos... podríamos cambiar el blanco por un color más cálido".

"Si", sonrió Gabriel. "También podríamos cambiar el piso".

Renato estaba sonriendo con tanta fuerza que sus mejillas le dolían, pero no le importaba en lo absoluto. Soltó un par de risitas mientras seguía trazando líneas en la cara de Gabriel.

El mayor se lo permitió por un rato, luego hizo ademán de morder los dedos del castaño. "¿Qué hacés?"

"No sé", Renato se encogió de hombros, ni una pizca de vergüenza en su voz. "Te toco"

Gabriel empujó sus caderas contra las del castaño otra vez, acorralando al menor contra el sillón. "¿Y no me querés tocar de otra manera?"

Quizás era porque estaba en pedo, o quizás era porque se sentía demasiado feliz, pero el castaño no pudo evitar dejar salir un suspiro feliz que se convirtió en gemido a lo largo del camino. "Si", dijo demostrando su aprobación. "Me podés tocar como quieras. Cuando quieras. Donde quieras"

Gabriel rio bajo en su garganta, y se arrodilló entre las piernas de Renato, recorriendo con sus manos los muslos del castaño, el material de su pijama acumulándose en sus manos. "No me hagas promesas que no me puedas cumplir"

"Quiero cumplírtelas", le aseguró. "Quiero que me toques, todo el tiempo quiero que me toques"

Gabriel sonrió. "Me gustas mucho así. Sos el borrachín más lindo y tierno de todos"

Renato movió sus pestañas y le hizo un puchero. "¿Vos decís?"

El roce de los labios de Gabriel fue suave, juguetón, insuficiente. El castaño se alzó para poder profundizarlo, persiguiendo el beso cuando Gabriel se alejó, hasta lograr que el menor estuviera sentado nuevamente, con los brazos envueltos alrededor del cuello del rizado para mantenerlo en el lugar. Tan pronto sus lenguas se encontraron, Renato lo atrajo hacia abajo, quedando el mayor encima suyo, no quería estar sentado, no quería nada más que estar acostado, acorralado bajo el peso de Gabriel.

Eventualmente, Renato pudo notar como sus caderas se mecían rítmicamente, haciendo que sus pantalones sobraran en la ecuación. Bajo sus manos y metió los dedos en el borde del pijama para empujarlos hacia abajo, pateó con sus piernas como un nene que no sabía de que otra manera resolver el problema.

Gabriel soltó una carcajada y lo tomó de las muñecas. "Pará, pará, tranquilo, yo te ayudo"

Pero primero se sacó su propia remera, y Renato se dedicó a observar toda esa piel y esos músculos que le fueron revelados. Gabriel siempre tenía las mejores ideas. El castaño alargó una mano para tocarlo, tocando con sus dedos esos lunares que le gustaban tanto, sus ojos sedientos por esos hombros anchos y masculinos.

Gabriel lo dejó manosearlo lo que quisiera, dejó que lo acariciara por un rato, para luego deslizar sus propias manos bajo la remera de Renato, dejando un rastro de besos en el camino a medida que iba subiendo la prenda, sonriendo ante la forma tan obediente en que el castaño elevó sus brazos, permitiendo que pudiera retirarle remera por la cabeza. Lo siguiente fue el pantalón. Renato se sintió feliz cuando al fin quedó desnudo, y más aún cuando Gabriel se puso de pie el tiempo necesario para sacarse su propia ropa.

Si señor, así es como tenía que ser, piel contra piel, el desliz húmedo provocado por el sudor que su cuerpo ya había comenzado a exudar, el estremecimiento repentino cuando la pija de Gabriel se frotó contra la suya. Al parecer el rizado sentía lo mismo, gimió bajito sobre la clavícula de Renato mientras dejaba pequeños besos, acariciando la piel con su nariz, y finalmente acomodándose a su antojo sobre el cuerpo del castaño.

"¿Querés hacer algo de la lista?", preguntó el mayor, susurrando en el oído de Renato.

"No... esta noche te quiero solo a vos". Una parte del cerebro de Renato sabía que había una razón por la cual quería relajarse esta velada, sabía que había una cosa estresante de la cual se quería olvidar, pero en ese preciso momento no podía recordarlo, especialmente cuando Gabriel le estaba chupando la lengua de esa manera.

Bueno, misión cumplida entonces, sea lo que sea había quedado en el olvido. Dejó que su mente se fuera a la deriva, a ese lugar tan especial en donde pertenecía a Gabriel por completo, en donde su cuerpo respondía y se movía sin conexión con sus pensamientos, como si las manos y la boca del mayor lo estuvieran guiando.

Sus dedos se entrelazaron por un momento mientras Gabriel mordía un camino hasta los pezones del castaño, jugó con ellos hasta lograr que Renato se arqueara, gruñera y sudara bajo su cuerpo, con movimientos lentos y líquidos, dejándose empapar por las sensaciones.

"¿Sabés lo que quiero?", la voz de Gabriel sonó como la cerveza que recorría las vena del menor, suave y adictiva y caliente como el fuego.

"¿Qué?"

"Quiero ver cómo te corres"

Gabriel se sentó en sus talones, demasiado lejos para el castaño, pero no dejó que Renato se sentara, presionó su pecho para mantenerlo acostado sobre su espalda cuando hizo el intento de seguirlo para chapar un rato más.

La molestia que sintió quedó olvidada en el segundo en que el mayor envolvió su mano alrededor de su pija.

Se movió lento. Sus dedos apretando con delicadeza, su pulgar moviéndose en pequeños círculos alrededor de la cabeza, esparciendo el líquido pre-seminal, haciendo que sus caricias fueran más resbalosas y húmedas. Renato abrió un poco más sus piernas, acomodándolas a cada lado de las caderas de Gabriel, recostado sobre su espalda, pero tratando mantener su cabeza arriba para poder ver todo lo que el rizado estaba haciendo con él.

Gabriel se sentó entre sus piernas y se dedicó a observarlo, dejó que sus ojos recorrieran todo el cuerpo del castaño unas cuantas veces, para finalmente detenerse en su erección. Rodó sus dedos de arriba a abajo, arrastrándolos hasta la base, hasta rozar las bolas del menor, lo masturbó unas cuantas veces, jugando con su hendidura. Durante todo el tiempo, mantuvo sus ojos centrados en lo que estaba haciendo, como si quisiera memorizar cada centímetro de la pija del castaño, como si quisiera presenciar como palpitaba el miembro necesitado por su tacto, como si quisiera saber el tono rosado exacto que adquiría bajo su mirada intensa.

Renato estaba igual de hipnotizado que Gabriel. No podía apartar sus ojos de los largos dedos del rizado, la forma armónica en que se movían, la habilidad que tenían, la forma en que el pecho de Gabriel subía y bajaba más rápido a cada minuto que pasaba.

No había ninguna prisa, así que Renato dejó caer su cabeza otra vez y cerró los ojos, suspirando ante la dulce sensación de los dedos de Gabriel acariciándolo, esa sensación que ardió a través de su cuerpo hasta llegar a su columna, hasta asentarse en sus entrañas a fuego lento, palpitando al mismo ritmo que su corazón, al mismo ritmo de los movimientos de Gabriel.

Perdió la noción del tiempo. Su cerebro alcoholizado no podía concentrarse por más allá de unos pocos segundos, así que se rindió. Renato dejó que su mente quedara en blanco y se dedicó sólo a sentir las caricias y los movimientos de Gabriel. Y  éste, a pesar de haber dicho que quería ver a Renato correrse, no parecía tener ningún apuro en hacerlo llegar al orgasmo. Masturbó a Renato como si ese fuera su objetivo, simplemente tocarlo y apretarlo entre sus dedos. Nunca aceleró sus caricias, nunca intentó apurar a Renato. El rizado apenas movió su cuerpo de lugar.

Y sin lugar a duda, Renato podía asegurar que esta era la mejor paja que le habían hecho en su vida, simplemente por la manera en la que Gabriel lo estaba mirando, como si fuera a perder el control en cualquier momento, cómo si se lo fuera a comer vivo.

Luego de lo que parecieron horas, Gabriel finalmente aceleró el ritmo de su mano, apretando con más fuerza mientras presionaba ese lugar sensible bajo la cabeza de su pija. "Dale, mostrame, Tato. Quiero verte"

Renato se empujó dentro de su puño, permitiéndole a su mente volver a funcionar, concentrado en el ardor de sus entrañas y la sensación maravillosa que le producía el calor de la mano de Gabriel. Se sentía muy cerca del orgasmo, más de lo que esperaba, su cuerpo comenzó a temblar, como si hubiera estado esperando todo este tiempo, listo para dejarse ir.

"Mierda, Gabi", respiró agitado, enroscando los dedos de sus pies en el sillón.

"Dale", lo incentivo Gabriel. "Dejame ver como te corres"

Renato apretó los dientes cuando la primera corriente del orgasmo lo golpeó, presionó sus hombros contra el colchón mientras levantaba las caderas y arqueaba su espalda, empujando su cuerpo hacia la mano de Gabriel mientras se corría.

De alguna manera, su cuerpo estaba lo suficientemente relajado para permanecer con los ojos abiertos, lo que le permitió apreciar la manera en que Gabriel lo estaba observando, como la pija del rizado saltaba y se contraía en su entrepierna mientras el castaño se derramaba en chorros espesos y blancos sobre su mano.

Un gruñido bajo y fuerte llenó el aire, y para sorpresa de Renato, el sonido provenía de él, sorprendido también de su propia respiración agitada, de cómo se estaba aferrando a los antebrazos de Gabriel, de que la corriente interna de emociones pudo encontrar la manera de salir a la superficie.

"Puta madre", murmuró Gabriel. "Sos tan hermoso. Tan caliente"

Renato debería sentirse saciado, debería sentirse cansado y satisfecho y completamente deshecho.

Pero ahora se sentía vacío.

"Cogeme", dijo. "Por favor, Gabi. Quiero sentirte adentro"

Gabriel asintió, descendió con sus dedos hasta la entrada del castaño y presionó un dedo en el borde.

"No", Renato sacudió la cabeza, tratando de alejar la mano del rizado. "Con tu pija. Sólo tu pija. La necesito adentro".

Gabriel lo miró fijo por unos segundos, como si su cerebro necesitara tiempo para procesar las palabras del menor. Luego sonrió. "Bueno, pero voy a ir despacio"

Renato le sonrió de vuelta. "Más te vale"

Gabriel se mordió el labio un momento, pensando, luego arrastró su mano por el estómago del castaño, cubriendo su palma con el semen del menor. Se lubricó la pija con los restos de su orgasmo, logrando volarle el bocho a Renato, ante la imagen tan obscena y caliente.

Después de eso, la niebla del deseo invadió sus sentidos, todo se redujo a la presión de la pija del rizado en la entrada del menor, esa embestida larga y tortuosa, enterrándose en su interior tan lento que el castaño casi no era consciente de como se deslizaba más profundo. Lo único que podía sentir era la dilatación constante y perfecta de su entrada, la forma en que se abría, la sensación del contacto, piel contra piel, la forma en que Gabriel estaba mordiendo su hombro para evitar gritar de placer.

Y de un momento a otro ya se había enterrado por completo, sus caderas unidas, el estómago de Gabriel atrapando la pija medio blanda del castaño entremedio de sus cuerpos.

Y Renato suspiró, satisfecho al fin, completo.

Gabriel comenzó a moverse, rodando sus caderas con cuidado, besando hasta la inconsciencia al castaño mientras comenzaba a embestir, hasta lograr que ambos estuvieran sin aliento, jadeando, sonriendo un poco cuando tenían que alejarse los milímetros necesarios para inhalar un poco de aire antes de volver a arremeter con sus labios.

El rizado se corrió igual que Renato, con fuerza pero letárgico, ondas profundas de placer atravesándolo una y otra vez mientras se enterraba en el castaño, hundiéndose en él hasta haberlo dado todo, hasta que su sudor goteo sobre la piel del menor, hasta que la pija de Renato comenzó a contraerse nuevamente, tratando de endurecerse frente a la imagen que le estaba regalando Gabriel, hermoso y perfecto como siempre.

Con cuidado, el rizado sacó su pija del interior del menor, los giró a ambos quedando en sus costados, acurrucados sobre un sillón que era demasiado pequeño para los dos. A ninguno le importaba tener que presionar sus cuerpos para compartir el espacio, enredar sus piernas sobre las caderas del contrario.

"Deberíamos limpiarnos ¿no?" le dijo Gabriel. "Y después irnos a la cama"

Renato soltó una risita, no pudo evitarlo, la corriente de químicos en su cerebro lo hacía sentir demasiado ligero. "No hasta que sepamos qué casa va a elegir la parejita del programa"

Gabriel se rio arrugando la nariz, y abrazó al castaño más cerca de su pecho. "Todavía estas ebrio"

"Sip. Pero vos amás al Tatito ebrio". Las palabras salieron de su boca sin pensar, no se habría dado cuenta de no ser por el minúsculo cambio en la respiración de Gabriel cuando escuchó lo que acababa de decir.

Contuvo el aliento y esperó, rogando al cielo que Gabriel lo ignorara y que cambiara de tema, no quería que las cosas se pusieran incómodas entre los dos.

Pero el rizado no lo ignoró. Presionó su boca sobre cabello del menor y habló bajito.

"Si, lo hago"

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