Hola chicxs, no me maten, sepan disculpar la espera eterna 😅 La vida no me ha dado mucho respiro este último tiempo, pero aquí les traigo dos capítulos más de Curiosidad. Especialmente para todas esas personitas bellas que me han pedido actualización, espero no hacerlos esperar tanto tiempo nuevamente.
Espero les guste 💜
•••
Renato caminó de puntillas a través del pasillo, sintiéndose como un adolescente a punto de cometer un delito, sacudió la cabeza ante lo estúpido de sus pensamientos pero incapaz de tranquilizar las mariposas en su estómago.
Entró en el cuarto de Gabriel, en donde vivió su infancia y adolescencia, sin darse la vuelta hasta que la puerta estuvo cerrada, intentando hacer la menor cantidad de ruido a pesar de que el resto de las personas ya estaban dormidas en el piso de arriba.
Y luego se giró, sintiéndose instantáneamente curioso con el lugar, queriendo conocer cada detalle, cada pequeña cosa que reviviera el pasado de Gabriel. Renato pensó que probablemente el lugar no estaba igual a como lo fue cuando Gabriel vivió allí. Había un par de cajas en un rincón, había espacios que se sentían vacíos, como si lo que sea que haya estado en ese lugar se hubiera ido con Gabriel cuando se mudó a capital, o quizás al sótano o a la basura, quien sabe. Pero aun había un poster en la puerta del armario (alguna banda de rock que Renato no conocía), y había un montón de trofeos sobre la cómoda.
Con la luz tenue de su celular, Renato no pudo ver bien de qué eran los trofeos, a menos que se hubiera acercado más. Pero se guardó la curiosidad y se dirigió hacia la cama, en donde Gabriel estaba acurrucado bajo las mantas, solo tenía su cabeza y sus hombros descubiertos, estaba mirando a Renato con los ojos abiertos de par en par.
Renato dejó su celular en la mesa de luz y tiró la mantas hacia atrás lo suficiente para meterse debajo, junto a Gabriel, cálido y suave, vestido en su pantalón de pijama y remera vieja. Le hizo espacio a Renato, pero no se movió muy lejos, estiró sus brazos buscando a Renato tan pronto como el castaño se recostó a su lado, tirándolo cerca mientras él se acomodaba enterrando su cara en el pecho del menor.
Renato lanzó las sabanas sobre sus cabezas, acurrucándose con Gabriel y dejando un besito sobre sus rulos. "¿Futbol?", supuso en un susurro.
"¿mmm?", gruñó Gabriel.
"Los trofeos. ¿Jugabas futbol?"
Gabriel alejó su cabeza lo justo para asentir. "Sip. Era delantero. ¿Cómo supiste?"
Renato sonrió. "Conozco tu cuerpo. Esas piernas definitivamente son de futbolista"
"¿Ah si?", en su respuesta podía escuchar la sonrisa. Renato estaba seguro de que si pudiera verlo en la oscuridad, encontraría las mejillas del rizado totalmente sonrojadas.
El castaño deslizó una mano por la espalda de Gabriel y le apretó el culo, dejando que sus dedos jugaran con sus músculos por unos segundos. "Seguro todas las minas se babeaban por vos, con el uniforme y todo"
"Mamá debe tener algunas fotos por ahí. Se las podrías pedir"
Renato contuvo la risa, y siguió recorriendo el cuerpo de Gabriel con sus manos. "Quizás lo hago. Si hubiéramos ido a la misma escuela, seguro yo también me hubiera babeado por vos. Es que ya te imagino, todo hermoso, el chico popular, con mil chicas colgándote del brazo".
Gabriel bostezó y con movimientos perezosos rodó sus caderas contra las del castaño. "Apuesto a que vos también eras el pibito popular del colegio. El chico inalcanzable".
"No para vos", susurró Renato en el oído de Gabriel.
"Me demoré como 27 años en darme cuenta que me podría gustar un chico... ¿Qué te hace pensar que me hubiera fijado en vos en ese tiempo?"
Renato chupó el lóbulo de la oreja de Gabriel, su mano apretando la cadera del rizado. "Bueno, para empezar yo hacía mejores petes que cualquier mina en el colegio"
Gabriel jadeó y dejó salir un gruñido bajo. "¿Vos me querés matar a mi?"
"Vos quisiste que viniera a tu habitación", dijo el menor encogiéndose de hombros. "Pero decime una cosita. ¿De verdad nunca se te pasó por la cabeza meterte con un chico?"
Renato sintió como la pija de Gabriel se contrajo entremedio de sus cuerpos. No pudo evitar bajar su mano y acariciarlo a través del suave algodón del pijama del mayor.
"Mierda", siseó Gabriel. "Quizás... quizás un par de veces"
"Contame"
Gabriel se quedó en silencio, empujándose contra la mano de Renato, así que el castaño se alejó, poniendo su cuerpo rígido.
"Tato..."
"No hasta que me cuentes todos tus secretitos sucios de pendejo"
Estaba tan caluroso debajo de las mantas. El castaño podía oler la esencia de Gabriel, el ligero olor a sudor y sal y hormonas que producía la excitación. Renato se quería quedar por el resto de su vida en este pequeño mundo que habían creado.
Gabriel se tomó unos segundos, probablemente sopesando si sería una buena idea compartir esos secretos. Luego se acercó al cuerpo del castaño lo que más pudo, hasta unir su entrepierna con la erección del contrario. El ángulo no era el mejor, no era suficiente, demasiado suave. "Nunca fue un chico en particular", susurró Gabriel. "Yo diría que fueron... chicos en general"
"Continua", lo incitó Renato, deslizando su mano dentro del pantalón de Gabriel hasta alcanzar la piel desnuda de su culo. Dios, su piel era tan suave, su culo se sentía tan tonificado y perfecto. Renato apretó los dientes y se preguntó internamente si realmente fue una buena idea haber ido a la habitación del rizado. Ahora no iba a poder irse sin antes hacer que Gabriel se corriera.
"Había estado con chicas, y era divertido y todo. No me quejo. Pero a veces, en los camarines, o en las habitaciones de los hoteles en donde nos quedábamos cuando participábamos de algún campeonato... a veces me preguntaba..."
"¿Qué cosa?"
Gabriel dejó salir un ruidito roto, mientras se estiraba hacia arriba, aun moviendo sus caderas, uniendo sus labios para susurrar sobre su boca, con la voz tensa y la garganta apretada. "Me preguntaba cómo se sentiría. Si sería más rudo, que se yo. O qué tipo de ruidos haría un hombre en la cama"
"Mierda", Renato suspiró, incapaz de contener el aliento en el calor que habían generado debajo de las colchas. "Gabi..."
"Y me preguntaba si.... si sería mejor. Pensaba que quizás un chico sabría mejor cómo manejarme la pija, teniendo en cuenta que otro hombre sabe lo que se siente mejor en la suya propia. Pero en realidad nunca le di mucha bola a esos pensamientos".
Y con eso fue suficiente. Renato no pudo soportar más. Gruñó bajito en la boca de Gabriel mientras lo besaba, tomando la lengua del rizado entre sus labios para chuparla, mientras deslizaba sus caderas con fuerza, asegurándose de que el mayor lo sintiera completamente.
"¿Sabes lo que deseo?", Renato empujó a Gabriel sobre su espalda para poder recostarse sobre su cuerpo. "Deseo haberte conocido en ese entonces. Habría ido a verte a todos los partidos. Habría ido a verte todo sucio y sudado, con los músculos doloridos. Y después me habría escabullido dentro de los camarines, cuando ya todos se hubieran marchado"
Los dedos de Gabriel se enterraron en los costados del castaño, atrayéndolo hacia su cuerpo, desesperado y hambriento.
Renato sonrió en la oscuridad, luego buscó el pulso de Gabriel en su cuello, y succionó suavecito unos segundos, antes de volver a hablar con la boca pegada a la garganta del rizado. "Me hubiera puesto de rodillas y te hubiera chupado la pija contra los casilleros, o la pared de la ducha. O ambas. En donde fuera que me lo permitieras. Y cuantas veces me lo pidieras".
"Tato", Gabriel susurró, una advertencia en su voz. Pero al castaño no le importó en lo más mínimo, ya estaba demasiado al límite.
"Shh no hagas ruido", dijo el menor, mientras con sus manos tiraba el pantalón de pijama del rizado.
Gabriel asintió y empujó los hombros de Renato, intentando hacerlo descender sobre su cuerpo. Renato besó un camino por el pecho del mayor, sin importarle que aun tuviera puesta la remera, deteniéndose lo necesario para trazar con su lengua la piel que estaba descubierta a la altura de su abdomen plano.
Gabriel se mantuvo en silencio, se limitó a apretar los hombros de Renato antes de mover sus manos hasta el cabello del castaño, preparándose para lo que venía mientras el menor le bajaba el pantalón hasta los muslos. Renato no veía nada debajo de las sabanas, pero se dejó guiar por el tacto, sus manos sobre las caderas del rizado y su boca nuevamente sobre su estómago, lamiendo un camino en descenso hasta alcanzar la pija perfecta de Gabriel.
Renato podía saborear su propio sudor, como también el de Gabriel, se sentía como si estuvieran dentro de un horno, cada trozo de piel que tocaba se encontraba ardiendo, salada y perfecta. Renato lamió y chupó y acarició hasta sentir como los muslos del rizado temblaban a los costados de su cabeza, jugó con las bolas de Gabriel, deslizando su lengua alrededor de su entrada y de vuelta hasta su pija, una y otra vez.
El rizado mantuvo su palabra y no hizo ningún sonido, pero su cuerpo se encontraba más rígido que nunca. Los hombros de Renato ardían con las marcas de las uñas del rizado, su cuero cabelludo hormigueaba en los lugares en los que Gabriel tiraba de su pelo. Por suerte la cama era sólida y no chirriaba, ya que Gabriel no podía dejar de moverse, retorciéndose mientras Renato le sacaba un orgasmo, rápido y agudo, que dejó al rizado jadeando.
Cuando Gabriel dejó de estremecerse, Renato subió por su cuerpo hasta salir del nidito que habían creado, y tomó una respiración profunda de aire fresco. Seguía estando oscuro, pero había luz suficiente como para distinguir bien el rostro de Gabriel. El rizado lucía desmadejado, feliz y relajado, adorablemente abrumado.
Renato se inclinó y le dio un beso, dejó que Gabriel lamiera su propio sabor de su boca, para luego tomarlo por las caderas.
"Vení", susurró.
Gabriel se dejó guiar por las manos del castaño, irguiendo su cuerpo para sentarse en el regazo del menor. Renato lo miró hacia arriba, intentando descifrar que estaba sintiendo el rizado a través de sus ojos, pero solo pudo distinguir la sombra de una suave sonrisa en su cara.
"¿Sabes lo que hubiera hecho en el colegio si hubieras estado ahí?", Gabriel susurró, con la voz cálida y espesa.
Renato apretó sus muslos, entrelazó sus dedos cuando el rizado puso sus manos sobre las suyas, mientras se agachaba para besarlo.
"A ver, ¿qué cosa?"
"Te habría invitado una noche a mi casa. Le habría dicho a mis padres que te ibas a quedar a pasar la noche para jugar videojuegos o algo así. Y luego, cuando todos se hubieran quedado dormidos, me habría montado sobre tu piernas igual que ahora"
Por Dios. Renato no podía hablar, lo único que pudo hacer fue contener su aliento y concentrarse en no gemir cuando Gabriel le sacó la pija de los pantalones.
"Te habría hecho una paja, así, lento y suave"
Renato se mordió el labio, sintiéndose totalmente perdido, de la misma forma que Gabriel se había sentido hace unos minutos. Se sentía demasiado bien como para quedarse callado, pero de alguna manera logró mantenerse en silencio. No emitió sonido alguno, ni siquiera cuando Gabriel comenzó a mover su mano en ese ritmo regular, que gritaba 'voy a hacer que te corras'. Mantuvo el silencio aun cuando el rizado pasó su pulgar sobre la cabeza húmeda de su pija. Incluso cuando con su mano libre comenzó a jugar con las bolas del menor.
Renato apretó las sabanas en sus puños, pero contuvo los gemidos en su garganta. Todo lo que estaba sintiendo en el momento hizo que el orgasmo llegará mucho más rápido, hizo que el ascenso fuera más dulce, cada pequeña sensación acentuada dentro de su cuerpo, sin escape y sin liberación que ayudara a disminuir el impacto.
Justo en el momento en que su pija empezó a pulsar, Gabriel se echó hacia atrás lo justo y necesario para agacharse y atrapar su orgasmo con la lengua, lamiendo el desastre que el castaño acababa de hacer. Por Dios, Renato deseaba que las luces estuvieran prendidas, daría lo que fuera por verse a sí mismo correrse en los labios de Gabriel, ensuciando su mano y su barbilla.
Su cuerpo entero se deshizo, se dejó caer sobre la cama sin un rastro de energía, todos sus esfuerzos se habían ido en evitar gritar mientras se corría.
Gabriel le guardó la pija dentro de sus pantalones y se recostó a su lado, con la boca lo suficientemente cerca para poder besarse, si el castaño juntaba las fuerzas necesarias para acercar su rostro.
"No puedo creer lo que hicimos", suspiró Gabriel.
"Bueno, ¿Y qué pensabas que iba a pasar si me invitabas a tu cuarto?", le bromeó Renato.
Se quedaron acostados en silencio por un momento. Renato decidió que ya era hora de ponerse en pie y volver a su habitación antes de quedarse dormido junto a Gabriel y correr el riesgo de que los descubrieran en la mañana.
"Gracias", susurró Gabriel, su voz sonó tan suave y vulnerable que frenó inmediatamente los pensamientos del castaño.
"¿Por?"
"Por estar aquí. Por todo. Yo no- no tenía idea como iba a reaccionar papá con todo esto"
Renato se acercó a Gabriel, permitiendo que sus cuerpos se amoldaran como las piezas de rompecabezas que parecían ser. "No hay otro lugar en el que quisiera estar, más que aquí con vos. Además tu papá no es tan terrible... pero... ¿estás bien? Digo, porque la noche estuvo bastante intensa"
"Estoy bien", suspiró Gabriel. "En realidad me había preparado para algo peor", el rizado se acurrucó más cerca del cuerpo de Renato. "Me alegro de que estés aquí. Que hayas conocido a mi familia"
"Yo también"
Renato se quedó con el mayor por todo el tiempo que pudo, pero ya le estaba costando mantenerse despierto. Gabriel gruñó cuando hizo el intento de alejarse, pero ya era hora de marcharse, así que le dio un beso en la frente y lo mantuvo en su sitio contra el colchón.
"Vos sabes que no me puedo quedar. Te veo en unas horas y nos tomamos un café ¿bueno?... y Gabi"
Esperó hasta que Gabriel abrió sus ojos y lo miró directamente.
"Todo va a salir bien. Sos el chico más fuerte que conozco"
Gabriel se acercó y le dio un último beso. Renato se obligó a mover las piernas, caminando de puntillas de vuelta hasta su habitación, en donde dejó caer su cuerpo sobre las sabanas frías.
Ahora, hasta unas pocas horas lejos de Gabriel se sentían como una eternidad.•••
La mañana siguiente, comieron un buen desayuno, preparado por la mamá de Gabriel. Ani bostezó unas cien veces mientras comían, y cada vez que miraba a Renato sobre su vaso con jugo de naranja, rodaba los ojos ante los intentos forzosos que hacía su madre por mantener una charla demasiado entusiasta. Bueno, Gabriel apreciaba el esfuerzo que estaba haciendo Lily por él y eso es lo que valía. Juan se mantuvo en silencio, con la cabeza enterrada en el periódico, pero al menos estaba allí con ellos, y para el castaño eso era suficiente.
Después del desayuno, decidieron que ya era hora de marcharse, así que Renato cargó las maletas en el auto mientras Gabriel se despedía de su familia. Juan lo abrazó, y luego desapareció dentro de la casa sin dirigirle una sola palabra a Renato. Dolió un poquito, siempre iba a doler cuando a una persona no le gustas simplemente por ser gay, pero la situación que estaban viviendo era mucho más complicada que eso, y Renato podía soportar que Juan le hiciera un desaire, mientras Gabriel no tuviera que sufrir lo mismo por parte de su propio padre.
Ani le dio un abrazo apretado, y Lily le dio un par de golpecitos en el hombro de manera afectuosa, mientras le dejaba sobre las manos unos contenedores con comida.
"Les preparé algo para el camino, en caso de que sientan hambre", explicó la mujer. Tenía una sonrisa incomoda en su rostro, pero pareció sincera cuando dijo "Fue un gusto conocerte, Renato"
"Igualmente. Gracias por recibirme en su casa"
Gabriel estuvo callado durante las pocas horas que demoraba el viaje de vuelta a capital, pero no se veía triste ni molesto. Renato prefirió no invadirlo, dejó que el rizado procesara sus propios pensamientos. Se moría porque Gabriel le hablara, porque le contara todo lo que estaba pensando, así Renato podría darle todo lo que necesitara, pero el rizado no funcionaba de esa manera. Lo más seguro es que Gabriel le contaría las cosas cuando se sintiera preparado, cuando tuviera el tiempo necesario para examinar las cosas detalladamente por sí mismo.
En el intertanto, Renato se iba a quedar allí, en el asiento del copiloto, con su mano entrelazada con la de Gabriel, ambas apoyadas sobre su muslo, observando las líneas de la carretera desaparecer bajo los neumáticos.
Se iba a quedar sentado e iba a ser paciente, sintiéndose más enamorado que nunca, tanto, tanto que su corazón llegaba a doler.

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Curiosidad
FanficGabriel es dueño de una cervecería que abastece el bar de Renato. Y eso es todo. Hasta ahí llega su relación. Renato es inmune a la perfección y los encantos del otro chico, sobretodo, teniendo en cuenta que Gabriel es el epítome de la heterosexuali...