La tarde había pasado demasiado rápido para mi gusto. Con Nishdali no habíamos vuelto a hablar sobre Sam y realmente yo lo agradecía infinitamente porque en caso de que ella quisiera respuestas; yo no sería capaz de dárselas. Me sentía demasiado confundido por todo lo que había pasado esa tarde así que estar con ella era como una tabla de salvación a la que podría aferrarme un poco entre tanta confusión.
Todavía yo no era capaz de comprender nada de lo que estaba pasando y entre más tiempo pasaba más me daba cuenta que yo –o por lo menos mi esencia- me estaba humanificando, me volvía más a humano de a poco.
Pasadas las ocho y media de la noche -luego de despedirme de Nishdali- a paso lento entré en casa, Gabbe estaba sentada en uno de los sillones de la sala, en una mano sostenía una taza blanca seguramente de café y en la otra un libro de pastas negras.
Cuando levantó su mirada, me ofreció una pequeña sonrisa, para después volver a su lectura como sí yo no estuviese presente.
—¿Qué es lo que lees?—cuestioné sentándome en el otro sofá frente a ella.
—Shakespeare.
—¿Lo conociste?—pregunté de nueva cuenta completamente lleno de curiosidad.
Gabbe apartó sus ojos azules de su libro y me miró un momento con media sonrisa.—la parte que más me gustaba de su día era cuando decidía que era momento de dedicarle tiempo a sus escritos...—hizo una pausa—verlo escribir Romeo y Julieta fue realmente lo que más me gustó...
La miré.—¿Entonces por qué lo lees...?—Ella rio.
—Porque cuando lo hago puedo sentir de nueva cuenta que lo estoy observando mientras lo escribe...—anunció encogiéndose de hombros.
—Ah.—murmuré en respuesta.
Llevé mi vista hasta la pared donde descansaba el pequeño cuadro del ángel regordete y solté un suspiró.
—Erick...—susurró Gabbe y cuando la miré de nuevo; el libro estaba cerrado sobre sus piernas y la taza de café sobre la mesilla de la sala.—¿te sucede algo, cierto?
—No—mentí.
—Te conozco, Erick—sonrió un poco.—Sé que algo te sucede, así que puedes contármelo—agregó mirándome.
—No es nada—respondí.
—Oh, vamos, Erick...
—¿Tengo un huésped?—pregunté sin rodeos. Los ojos de la chica frente a mí se abrieron completamente llenos de sorpresa y confusión antes de soltar un pequeño suspiro.
—¿A qué te refieres exactamente?—preguntó enarcando una ceja.
—Un huésped. Mi alma está en el cuerpo de un humano, ¿no?—ella parpadeó varias veces.—es decir...este cuerpo, el de Colón, existía antes de que yo llegara ¿no es así?
—No lo sé.
—Convivo en la conciencia de un humano, ¿no es así?—hice una pausa—por eso tengo sueños y no puedo controlar lo que siento—Gabbe soltó un suspiro.
—No lo sé—repitió mirándome.—El único que sabe eso es Gabriel, fue él quién te hizo bajar—asentí levemente y cerré ms ojos con fuerza. —De verdad, siento no poder aclarar tus dudas, Er...
—Está bien, sólo quería decirlo en voz alta de todos modos.
—Creo que deberías ir a descansar. Dormir hace bien al cuerpo humano—sonrió.
—Buenas noches, Gabbe—le dije poniéndome de pie para dirigirme a mi habitación antes incluso de que ella pudiera desearme unas buenas noches.
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EL ÁNGEL GUARDIÁN|Erick B. Colón.|Completa.
Fiksi PenggemarLA CURIOSIDAD NO ES BUENA CUANDO ERES UN ÁNGEL GUARDIÁN.