C32: El secreto de Gabriel.

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Miré a Gabbe quién observaba sus manos con impaciencia. Cerré mis ojos con fuerza y recargué mi espalda en el respaldo del sofá donde estábamos sentados, el tic tac del reloj estaba perforándome el cerebro. ¡Por el Trono, no podía aguantar un solo segundo más!

—¡No puedo soportarlo más!—estallé eufórico atrayendo la atención de la rubia que me acompañaba.

—Son sólo cinco minutos más, Erick—recordó la chica.

—No puedo, de verdad—espeté poniéndome de pie.—Tengo la necesidad de tomar un poco de aire fresco...siento algo en el pecho que me está matando y no sé cómo controlarlo...

Gabbe me miró con una ceja enarcada y se retorció las manos en un acto nervioso. Solté un suspiro y pensé en Nish, en ese preciso momento ella pensaba que estaba arriba de un avión, volando a España como le dije esa misma tarde cuando nos despedimos en la puerta de su departamento.

—Ella va a estar bien, ¿sabes? Es un chica fuerte—la miré medio segundo enarcando una ceja y llevé mis manos a mi cintura.

—¿Crees que pueda volver?—insistí nuevamente.

—No lo sé. No tengo ni idea de para qué Gabriel quiera verte pero como ya te había dicho; no deberías adelantarte a los hechos, Erick...—respondió y le propinó un par de suaves golpecitos al mismo lugar donde yo estaba sentado unos minutos atrás.

Sin muchas opciones que elegir me senté nuevamente y moví mis piernas con impaciencia, la pequeña sala de espera se quedó en silencio y miré a Gabbe.

—He sido un ángel sumamente egoísta y los ángeles no son egoístas, sin bondadosos...—decidí y ella me miró con el ceño fruncido.

—¿De qué estás hablando...?

—Nunca me tomé el tiempo suficiente para pasar tiempo contigo, Gabbe. Estuve tan deslumbrado por la vida que los humanos llevan, por pasar demasiado tiempo con Nish...que me olvidé por completo que tú también estabas ahí y ahora ni siquiera sé si podré volver y...en verdad lo lamento, Gabrielle...—me ofreció una pequeña sonrisa comprensiva y colocó su mano derecha en mi hombro.

—Yo no estoy reprochándote nada, Erick...—respondió ella—al contrario, me da mucho gusto saber que aprendiste muchas cosas de los humanos, que aprovechaste la oportunidad que se te dio.—hizo una pausa—pocos guardianes tienen la oportunidad que tú tuviste ¿sabes?—añadió en voz baja.

—Por lo tanto, espero que estés disfrutando tu estancia en la Tierra, Erick—giré mi cabeza de inmediato y me encontré con un alto y musculoso rubio de ojos azules.

Miré a Gabbe una vez más, ella se puso de pie y lo contempló con una ceja enarcada, Gabriel avanzó unos cuantos pasos en dirección a nosotros mientras le devolvía aquella intensa mirada a Gabbe. Yo por mi parte me mantenía en silencio, observando a uno y luego al otro. Él no parecía enojado, de hecho, su rostro estaba con total expresión neutra; ella, parecía que lo retaba con la mirada y yo no entendía porque.

—Gabriel—murmuré finalmente.

Y cuando dirigió su mirada a mí, una intensa oleada de paz invadió mi cuerpo. Entonces recordé todos y cada uno de los días que pasé observando a Nish desde mi plano, como era verla muy de cerca pero a la vez estando tan lejos de ella.

Observarla sonreír sin que ninguna sensación extraña atravesara mi cuerpo, recordé como era la vida antes de Nishdali.

—¡Llegas tarde!—espetó Gabbe en dirección a Gabriel. Apartó su vista de mí y la miró con una ceja enarcada, por inercia; llevé mi vista hasta mi reloj de muñeca y fruncí el ceño.

EL ÁNGEL GUARDIÁN|Erick B. Colón.|Completa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora