C22: Estrategia.

402 50 2
                                    

Erick.-

—¿Qué es lo que más te gusta hacer en tu tiempo libre ahora que eres libre y por fin dejaste el orfanato?—cuestionó Sam sosteniendo con mucho cuidado el helado de chocolate que le acababa de comprar y que a poco comenzaba a derretirse.

—Pasar tiempo con Nish...—le dije muy sincero y automáticamente una pequeña sonrisa apareció en su rostro.

—¿Llevan mucho tiempo saliendo?—negué.

—Hace dos semanas nos confesamos que nos gustábamos pero hace tan solo cuatro días oficialmente estamos en una relación—rio.

—Cuando yo tenga una novia quiero que sea una novia como la tuya—y ahora fue mi turno para reír.

—¿Una novia como la mía?—pregunté enarcando una ceja y las mejillas de Sam se pusieron coloradas en una fracción de segundo.

—Sí, ya sabes...bonita y buena onda—sonreí y mi corazón se aceleró.—¿Ella tiene una hermana para que puedas presentármela?—me eché a reír de nuevo.

—No, es hija única.

—Es una pena—murmuró afligidamente.

—¿Qué se supone que eres tú? ¿Un rompecorazones o algo parecido?—sonrió y posó su atención en mí nuevamente.

—Tan solo un chico de catorce años—sonreí.

—¿Qué haces tú en tu tiempo libre?—cuestioné mirándole.

—Nada interesante, cuando no estoy trabajando en el restaurante y puedo salir me gusta ir al parque.—anunció con media sonrisa.

—¿Parque?—asintió.

Battersea Park—asentí un poco.—paso ahí mucho tiempo—agregó.

—¿Qué tiene de especial ese parque?—cuestioné lleno de duda hundiendo la cuchara de plástico blanca en mi vaso de helado de vainilla con jarabe de caramelo.

—No tiene nada de especial pero me relaja. Además es muy bonito—sonrió—tiene esa enorme casa china en el centro, para mí es como transportarme a otro lugar...

—¿A China?—él rio.

—Sí, directo hasta China—asentí nuevamente.

—Y esa enorme casa china que dices tú, es un templo budista—le dijo y él entornó los ojos encogiéndose de hombres

—Perdón, nunca he ido a China—me reí.

Cuando el reloj marcó las siete de la tarde y bajo la insistencia de Samuel, lo dejé en el restaurante donde trabajaba, me despedí de mi amigo y arranqué el auto con el corazón desbocado, algo dentro de mí me decía que tenía que quedarme con él, que tenía que pedirle que viniese conmigo. Pero la parte sensata de Erick Brian Colón decía que no podía hacer eso porque Samuel tenía una vida y me gustara o no, no podía interferir en ella por un impulso.

Por eso cuando llegué en mi departamento, lo primero que vi; fue a Gabbe sentada en la sala contemplando la fotografía que yo había colocado en la mesilla de la sala, la misma que Nishdali tomó con su celular el día que comimos en aquel restaurante donde nos reencontramos Sam y yo. Yo estaba abrazándola por la cintura y ambos estábamos sonriendo a la cámara, sus preciosos ojos castaños brillaban con tanta intensidad que de repente parecía como si estuviesen proyectando la oscura y estrellada noche.

—Hola—saludé con media sonrisa. El ángel rubio me miró con una pequeña sonrisa cuando despegó sus ojos de la fotografía.

—Er...—canturreó y se puso de pie.—Qué bueno que llegas, la cena casi está lista—anunció llena de entusiasmo.

EL ÁNGEL GUARDIÁN|Erick B. Colón.|Completa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora