C26: El ángel guardián.

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Erick.-

—Oh chicos, deberíamos ir todos a bailar—sugirió Abby haciendo que rompiera el contacto visual que tenía con Zabdiel De Jesús.

Observé un poco a Nishdali; sus mejillas estaban totalmente coloradas y tenía esa misma expresión en su rostro que había visto cientos de veces: la misma expresión de incomodidad que tenía cada vez que se encontraba en un lugar en el que no quería estar.

—Bien, espero que se diviertan mucho.—inquirió Zabdiel apretando un poco más la caja que Nish me mostró antes en el auto. La caja que contenía el regalo que junto a ella compramos unos días antes.—Y muchas gracias por el regalo—agregó en dirección a mi novia.

Apartó la mirada del pasto y le ofreció una pequeña pero sincera sonrisa. Una pequeña sensación se hizo presente en mi pecho y apreté un poco la lata de refresco que estaba sosteniendo en mi mano haciendo que se doblara ligeramente.

Celos: solían llamarle los humanos a aquello.

—¡Eso fue grosero!—masculló Abby mirándome fijamente.

—¿No es más grosero que un sujeto que se cree el ombligo del mundo intente coquetearle a tu novia? Lo peor; en tus narices...—objetó Noah.

Y entonces ellos se tendieron de lleno en un debate de pareja mientras mis ojos no se despegaban ni un solo milímetro de la figura de Nish. Su mirada había vuelto a estar fija en el suelo pero por lo menos ya no parecía incómoda, al contrario, parecía estar librando una batalla campal dentro de su cabeza, jugueteaba con sus manos y soltaba pequeños suspiros llenos de frustración cada varios segundos.

—Lo lamento—murmuré en cuanto estuve muy cerca de ella, tanto como para aspirar el aroma que emanaba su cabello y su perfume que se mezclaban creando un exquisito aroma que hacía que mis piernas temblaran.

Sus ojos se posaron en los míos y por pura inercia mi corazón latió muy de prisa.—No tienes que disculparte ni nada por el estilo. No hiciste nada malo.

Coloqué las bebidas en la banca donde mi novia y mis amigos estaban sentados. Me apoyé en mis rodillas frente a ella y tomé sus manos entre las mías.

—No quería que te sintieras incómoda en absoluto—batió un poco sus pestañas y apretó un poco mis manos.

—No me sentía incómoda—declaró—solamente estaba meditando lo que has dicho...—una pequeña sonrisa de formó en sus labios y yo sonreí.

—¿Meditando...?

—Nunca nadie había dicho algo así. Sobre mí.—confesó mirándome.

—Pues es verdad, mi lugar es junto a ti.

Y en un segundo plano en donde no era visible para ella, pensé amargamente pero no dejé que mi rostro reflejara aquello.

—Te amo—murmuró inclinándose peligrosamente a mí.

—Yo también te amo—le dije acercándome todavía más.

Ella me sonrió y cuando nuestros labios estaban a punto de fundirse en un pequeño beso lleno de ternura el encanto se rompió.—Oigan ustedes dos, lo de bailar era enserio—se quejó la niña rubia.—¡Consíganse una habitación!

Solté un suspiro y de mala gana junto a Nish seguimos a nuestros amigos dentro de la casa para unirnos a la multitud de chicos que bailaban animadamente al compás de la ensordecedora música.

Normalmente perder la noción del tiempo era una costumbre mía que había adoptado al llegar a una vida humana. No era capaz de comprender cuanto tiempo estuve bailando con Nishdali, Abby y Noah. Lo único que sabía era que mi garganta estaba completamente seca porque no había ingerido bebida alguna desde que puse un pie en la casa de Zabdiel y una molestia comenzó a hacerse presente por el humo del tabaco que se extendía por el ambiente, mi camisa estaba mojada por la capa de sudor que cubría mi espalda y los pies estaban comenzando a dolerme pero bastaba con ver la enorme sonrisa que Nish mantenía en su rostro para saber que había valido la pena apretujarme entre montones de chicos que bailaban y derramaban bebidas por doquier.

EL ÁNGEL GUARDIÁN|Erick B. Colón.|Completa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora