Erick.-
—¿St. Charles?—cuestioné lleno de incredulidad. Gabriel asintió firmemente y llevé mi vista hasta Gabbe, cuando nuestras miradas se cruzaron bajó la mirada como si estuviera avergonzada por algo.—¿Por eso no querías que yo fuera a St. Charles?—agregué.
—Ya te lo expliqué antes—murmuró volviendo a posar su mirada en la mía.
—No.—susurré—Me dijiste que no era buena idea que me encontrara con Bethan—reproché.
—¡Y sigue siendo una mala idea!—respondió Gabriel.
Ignoré su respuesta y seguí con la mirada fija en Gabbe quién se mantenía en silencio.—No querías que me encontrase con Bethan porque sabías que él podía decirme lo que realmente pasaba—hice una pausa y solté un largo suspiro—Por eso me odia...—decidí.
—No te odia.—me aseguró Gabbe.
—¡Claro que lo hace! ¡Me odia por el hecho de que tuve una segunda oportunidad! ¡Por qué bajó por mi alma y no puedo llevársela!—mascullé indignado; no por el hecho de tener una segunda oportunidad era más bien por todo el tiempo que estuve engañado.
—¡Fue él quien te llevó a nuestro plano, Erick!—anunció Gabbe.
—Deja de sacar conclusiones tontas—exigió el rubio.
—¿Conclusiones tontas? ¿Te parece tonto?—hice una pausa—¡Sabes que es verdad!
Coloqué mis brazos a ambos costados de mi cuerpo, apreté mis puños con fuerza y solté todo el aire que mis pulmones estaban conteniendo.
Tenía la sensación de que todo el interior de mi cuerpo se había transformado en una especie de campo minado y que en cualquier momento iba a tener una explosión dentro de mí. Mi cabeza me dolía tanto como si dentro tuviera una enorme bola de demolición que estaba a punto de derrumbar mi cerebro y todo lo que encontrara a su paso. Mi cuerpo estaba tan tenso que estaba realmente sorprendido de poder ser capaz de continuar moviéndome.
Pero la sensación que estaba comenzando a sentir en el pecho era totalmente nueva. Aquella sensación no se podía comparar con absolutamente nada que hubiera sentido jamás. Era tan nueva y tan intensa que me aterraba sentirla. Era como si una especie de hueco estuviera abriéndose paso dentro de mí, como si eso realmente fuera el detonador que necesitaba para que todo mi cuerpo explotara finalmente.
—Lo primero que tienes que hacer es calmarte...—declaró Gabriel. Lo miré con el ceño fruncido y me crucé de brazos.
—¿No crees que ya tuve que esperar suficiente tiempo como para que además ahora me pongas condiciones?—espeté mirándole con una ceja enarcada.
—Gabriel tiene razón...—me dijo Gabbe acercándose un poco a mí. Retrocedí dos pasos y solté un largo suspiro.
—¿No tenías ninguna misión aquí, verdad?—los ojos azules de Gabbe me observaron un segundo, bajó la mirada y negó finalmente.—¿Cómo es que pude ser tan tonto? ¿Por qué no lo pensé antes? Todo el tiempo tuve la respuesta frente a mis narices y no fui capaz de verlo...—indagué casi en un susurro.
—Como anteriormente dije; los humanos solamente ven lo que quieren ver...—negué firmemente.
—¡No soy un humano! ¡Soy un ángel guardián!—respondí firmemente pero la cosa era que no trataba de convencerlos a ellos; trataba de convencerme a mí. Quería creer fervientemente en ello, quería que todo fuera una mala broma pero sabía perfectamente bien que Gabriel no bromeaba.
—¿De verdad, Erick?—cuestionó el rubio cruzándose de brazos y observándome fijamente.—¿Estás tratando de convencernos a nosotros o a ti mismo? ¿Qué es lo que pasa contigo que quieres aferrarte a creer una farsa?—Gabbe soltó un jadeo.
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EL ÁNGEL GUARDIÁN|Erick B. Colón.|Completa.
FanficLA CURIOSIDAD NO ES BUENA CUANDO ERES UN ÁNGEL GUARDIÁN.