C31: Despedida temporal.

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—¿Estás molesto por algo?—cuestionó Nish mirándome fijamente.

—No.

—Pues deberías avisarle a tu cara porque parece que aún no se ha dado cuenta—se mofó Noah mirándome también.

Despegué mi vista del cartón de jugo de naranja que tenía en mi charola y me encontré con tres pares de ojos observándome detenidamente. Llevé mi vista hasta cualquier otro lugar que no fuera alguno de mis tres acompañantes de esa mañana. La cafetería escolar donde nos encontrábamos en ese momento estaba a rebosar de estudiantes que muy entusiasmados clamaban por algo de comida.

Había intentado parecer animado pero la verdad es que después de la visita de Fanuel hace unos días, había estado de todos los humores posibles que yo sabía que un humano podía tener, menos entusiasmado. Mi mente trabajaba a marchas forzadas imaginando un montón de posibles escenarios en los cuales daba lugar mi charla con Gabriel pero ninguno era favorable.

Lo peor de todo era que mis amigos y mi novia, se habían dado cuenta que algo malo me pasaba, aunque yo me rehusaba a querer mostrar que me mantenía en estado preocupado y de incertidumbre constantemente, no lo lograba exitosamente.

Y para hacer todavía más interesante aquella situación... mañana era viernes.

—No me pasa nada, de verdad—repliqué mirándolos nuevamente.

Nish colocó su mano encima de la mía y me ofreció una pequeña sonrisa comprensiva.

—¿Qué pasa con tu paliza?—cuestionó Abby descuidadamente. Llevé mi vista hasta la mesa que ocupaba Zabdiel De Jesús y todo el equipo de fútbol americano a un lado de la mesa de Leah Winfrey y sus amigas.

—Mucho mejor—respondí simplemente.

—¿Seguro que no te pasa nada?—preguntó Noah una vez más.

—Seguro.

Así que cuando el timbre de la escuela se hizo presente de la mano de Nish me encaminé hasta mi aula de clases, ignorando las miradas que Zabdiel lanzaba en mi dirección. Rogué mentalmente para que el día escolar se fuera rápido, lo menos que quería era seguir bajo el incesante interrogatorio de mis amigos.

—¿Entonces vienen a cenar con nosotros hoy?—preguntó Abby observándonos a Nish y a mí una vez que estuvimos en el estacionamiento de la escuela.

—Hoy no podemos—respondí antes de que ella lo hiciera—planeé algo especial para Nishdali—ella me miró con los ojos brillantes y una bonita sonrisa se dibujó en su rostro.

—¿Qué?

—Era una sorpresa—respondí en dirección a mi novia.

—¡Oh, por Dios! Lo lamento tanto, Er. No era mi intención arruinar tu sorpresa—añadió Abby un poco avergonzada y con las mejillas sumamente rojizas.

Le ofrecí una pequeña sonrisa y abrí la puerta de mi auto para que Nishdali pudiera subir. Con un último movimiento de mi mano, me despedí una vez más de Abby y Noah y subí. Ella me dedicó una bonita y resplandeciente sonrisa haciendo que mi corazón latiera muy de prisa dentro de mi pecho, agradecí estar sentado en el asiento del conductor y que de esa manera ella no pudiera ser testigo de aquel efecto que solía tener en mí.

Supongo que después de todo, si Gabriel decidía que era el tiempo de volver a casa; era una de las cosas que más iba a extrañar de este plano. Bueno, en realidad eran muchas cosas las que iban a extrañar todas tenían relación con Nishdali.

Cuando me tomaba de las manos. Cuando jugueteaba con mi cabello. Cuando la besaba. La mirada que me dedicaba cuando al abrir la puerta de su departamento se encontraba conmigo. La manera en la que me sonreía. Aquel efecto que tenía en mí, que hacía que mis piernas temblaran patéticamente. Aquel incesante hormigueo que me provocaba. Incluso aquella indescriptible sensación que me recorría toda la espalda.

EL ÁNGEL GUARDIÁN|Erick B. Colón.|Completa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora