C11: Miedo.

545 75 6
                                    

Nish.-

Mi corazón había latido con mucha rapidez en cuanto había visto a Erick desvanecerse en su asiento. Por alguna extraña razón; una sensación de pérdida me había invadido en ese momento y estaba completamente segura que esa sensación no se debía por haber hecho desaparecer sin pena alguna las flores que Zabdiel me había obsequiado esa misma mañana.

Un dolor en el pecho se había hecho presente en cuanto su cuerpo tocó el suelo del salón atrayendo la atención de todos nuestros compañeros pero se había esfumado de la misma manera en la que había llegado.

Lo contemplé dormir cómodamente en la camilla de la enfermería escolar, su cabello negro estaba muy revuelto y sobresalía en todas direcciones pero lo hacía parecer el chico más adorable sobre la Tierra, su abrigo azul marino estaba abierto dejándome ver el estampado de la camisa que tenía abajo y la manera en la que su pecho subía y bajaba tranquilamente por su respiración acompasada, sus labios rosados estaban entreabiertos y sus increíbles ojos verdes estaban cerrados. En su frente, descansaba una toalla blanca húmeda que la enfermera le había colocado para bajar la fiebre pero hasta el momento no estaba funcionado demasiado.

—¿Sabes? Este chico tiene mucha suerte de tener una novia como tú—me giré rápidamente para encontrarme con la mujer que fungía como enfermera escolar regalándome una sonrisa radiante.

—No, yo no...yo no soy su novia. Es solamente mi amigo.—le dije y ella me miró con una pequeña mueca, negó un poco y soltó un suspiro.

—Bueno, pues entonces tiene mucha suerte de tener una amiga como tú.—hizo una pausa—le quitaré esto...—me dijo luego de comprobar la fiebre posando su mano derecha encima de la frente de Erick.

—¿Se le bajó la fiebre?—pregunté en voz baja -de la misma manera en que había hecho en las tres ocasiones anteriores en las que ella había venido para comprobar la temperatura corporal de Erick- observando con preocupación el cuerpo inerte de mi amigo.

Si despierto el chico era guapísimo y parecía un modelo de Vogue...dormido era sumamente hermoso y parecía un ángel.

—No mucho...—suspiré.—Está dormido ¿sabes? Podrías ir a tus clases y regresar más tarde para ver si ha despertado—negué rápidamente.

—No, quiero quedarme—ella me miró un segundo y asintió.

—Bien. Entonces asegúrate de que cuando despierte se deshaga de ese enorme abrigo que no nos ayuda mucho—me pidió en voz baja. Asentí rápidamente y ella se fue dejándonos solos.

Me senté en una silla junto a la ventana mientras observaba como todos los alumnos iban y venían con prisa de un lado al otro tratando de matar el tiempo. Pero era imposible porque por extraño que pareciere una especie de magnetismo inexistente hacía que mis ojos se posaran en él cada dos minutos. Parecía una psicópata y le daba gracias a Dios que él estuviese completamente dormido y no fuese consciente de la manera en la que lo estaba mirando.

Treinta minutos después, Erick se sentó de golpe en la cama con la respiración agitada.—¿Erick...?—pregunté en voz baja y sus ojos verdes se posaron en mí al tiempo que se llevaba una mano a su cabeza.

—¿Qué me pasó?—murmuró pareciendo completamente confundido.

—Te desmayaste—dije poniéndome de pie y caminando hasta llegar a su lado, coloqué mi mano en su frente tal y como había hecho la enfermera pero cuando baje la mirada me encontré con sus verdes y lindos ojos mirándome detenidamente.

Mi corazón latió muy de prisa y él parpadeó un poco aturdido.

—¿Cómo te sientes?—pregunté luego de un rato estrujando entre mis manos una de las mangas de su abrigo.

EL ÁNGEL GUARDIÁN|Erick B. Colón.|Completa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora