Capítulo 32

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Cuando había sido el niño triste y abandonado en la alacena de la casa de Privet Drive, Harry había experimentado lo miserablemente lento que podía pasar el tiempo. En Hogwarts, la experiencia era totalmente opuesta.

Las semanas parecieron pasar en un torbellino de actividad y emoción: estudio, clases, reuniones del club, visitas con amigos de otras casas, visitas a la cabaña de Hagrid, sus tardes de sábado con el Profesor Snape. Había tanto que hacer y que conocer. Su continua preocupación sobre la Piedra y los secretos reportes de Muffy sobre los movimientos del Profesor Quirrell, todo era una aventura absorbente. Le parecía increíble que Halloween ya estuviera cerca.

Le estaba yendo muy bien en sus clases, estaba entre los mejores de su año. El profesor Snape se veía complacido con él, aunque claro está, siempre tenía consejos de sobre cómo podía hacerlo aún mejor. La profesora McGonagall le daba una breve sonrisa de satisfacción en el transcurso de casi cada clase. Transfiguración, especialmente, era difícil, pero sentía que había captado el concepto. El profesor Snape decía que el mundo estaba dividido entre aquellos que "Lo tienen" y aquellos que nunca lo tendrán. Los ensayos de Harry no eran los mejores de la clase, por supuesto: los de Hermione eran más largos, los de Draco eran más pulidos, los de Terry Boot más filosóficos. Sin embargo, su talento mágico compensaba en las partes prácticas de las clase lo que a veces le faltaba en la parte teórica. Al menos su escritura ahora era legible, y sabía cómo organizar sus ideas. Sin sus clases de verano, y sus sesiones de estudios regulares los miércoles, Harry estaba seguro de que su trabajo habría sido mediocre por decir lo menos.

Él siempre pensaba más claro después de desayunar. La comida de Hogwarts era indefectible y maravillosamente confiable. Estaba perdiendo el tiempo mirando una tostada con mantequilla una mañana de sábado, cuando la lechuza de Susan entro volando con un gran paquete.

—¡Mi disfraz! —Gritó Sally—¡Gracias, Pallas! ¡Gracias, Susan! ¡Mi baile será mucho mejor ahora! —.

—¡Vamos a verlo de inmediato! —Dijo Hannah muy emocionada. Entre un desparramo de migas y casi un derramado jugo de calabaza, las tres chicas de primero desaparecieron de la mesa. Los chicos rodaron sus ojos en simpatía.

—Brujas—Ernie suspiro con un aire de sabiduría mundana.

Harry le frunció el ceño a su inofensiva tostada. La noche de talento era el próximo viernes y Harry deseaba tener un logro maravilloso para exhibir. Sally defendería el honor de los de primero. Ella iba a bailar algo llamado "La Muerte del Cisne", con dos alumnos mayores tocando música en laúd y violonchelo. Miro alrededor de la mesa. La prima de Ernie, Primula y sus amigas de Sexto Año modelarían túnicas de gala que habían creado ellas mismas. Cedric y su amigo Periander Summers estaban riendo, y citando trozos de un dialogo de un famoso comediante mágico francés que Periander había traducido.

Summers dijo—Se llama "Hélas, jai transfiguré mes pieds"—.

Harry obviamente miró sin comprender. Cedric sonrió y dijo—Es sobre un desastre de transfiguración. La llamamos "¡Oh, No! ¡No los pies!"—.

Todos en la mesa rieron, Harry junto con ellos. Aun deseaba tener algo que hacer. No podía cantar, no podía tocar un instrumento, no podía bailar (excepto en el club con todos los demás), no conocía ninguna graciosa obra francesa.

Justin estaba pensando lo mismo—Desearía que pudiéramos hacer algo—.

Eloise Midgen se apoyó en la niña su lado y dijo—Las personas hacen todo tipo de cosas. Lysandra Warbeck va a mostrar su bordado y Héctor y Troilus Doge van a mostrar fotografías que le tomaron a muggles el verano pasado—.

—Eso es extraño—Recalcó Justin.

—¡Deberíamos ser capaces de hacer algo! —Gruño Harry.

The Best Revenge - Arsinoe De BlassenvilleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora