Capítulo 02

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Cada vez que se permitía olvidar la mundana fealdad que apretaba el alma del mundo muggle, de alguna forma estaba obligado a recordarla. El viaje de Snape para encontrar al chico Potter no fue corto. El director no le ofreció el uso del flu de su oficina, y Snape estuvo obligado a caminar más allá de las puertas de Hogwarts para poder aparecerse en Londres. Una vez allí, él tuvo que dirigirse a...

..."Little Whinging", él se estremeció. "Que nombre más feo". El hecho de que Petunia consintiera vivir en los suburbios hablaba mucho de ella.

"Que se puede decir contra la falta de gusto".

Él no se podía aparecer a un lugar desconocido. El tren desde Londres a Surrey no mejoró su humor. Él estaba predispuesto para ser ofendido por todo: por el vulgar siempre presente vendedor, por las calles llenas de vehículos ensuciando el aire, por los chillidos y las risitas de los jóvenes muggles que abarrotaban el tren. Snape lamento amargamente su inhabilidad de quitar puntos y asignar detenciones. Los adolescentes, por su parte, parecían encontrar su apariencia como una fuente de diversión y alegría. Snape bufó y fulminó con la mirada a un chico tatuado, y recibió un rudo gesto en respuesta.

—¡Púdrete, Drácula! —.

Los compañeros del patán celebraron el chiste. Snape estaba indignado.

Él no estaba, como sus estudiantes podían decir, vistiendo completamente de negro. Para estas incursiones en el mundo muggle, invariablemente se vestía con su apreciada chaqueta de tweed con parches de cuero en los codos que él siempre había creído era bastante atractiva. Sus pantalones eran color caqui. Solo su suéter de cuello alto era negro. Se había tomado bastantes molestias para encajar bien en el mundo muggle.

Desafortunadamente, había demasiados mundos entre los muggle: el mundo académico, el mundo rural, el mundo de la gente de trabajo, el mundo de los vagos. Uno nunca sabía en qué mundo muggle podría ser lanzado precipitadamente. Snape estaba ahora enfrentado con el mundo de la juventud degenerada, y la versión muggle era mucho más torca de la que el mundo mágico había engendrado. Ellos gritaban, chillaban y eructaban. Sus conversaciones estaban compuestas casi completamente de obscenidades. Cuando se bajaron del tren pavoneándose, sin saber a quién habían ofendido, Snape pensaba con nostalgia lo que les habría hecho hace doce años atrás. Sin embargo, era uno de los buenos ahora, y tuvo que satisfacerse con un subrepticio hechizo de tropiezo que hizo que los jóvenes cayeran de boca al piso. Los chillidos de sorpresa y sorprendentes palabrotas fueron abruptamente interrumpidos al cerrarse las puertas. Snape sonrió al mirar por la ventana a la pila de vándalos vestidos de cuero, tirados en el piso.

El balance esencial del universo había sido restaurado. Snape se acomodó en el asiento, sonriendo levemente hasta que llego a Little Whinging. Incluso la intrusiva y, cadenciosa conversación del chofer Jamaiquino del taxi, no pudo distraerlo. Sus pensamientos regresaron a la visita de hoy. Él estaba complacido de haber hecho el esfuerzo de verse prosperó, aunque en una forma un poco bohemia. Petunia había despreciado su pobreza en su juventud. Ahora él era alguien, después de todo.

El taxi se detuvo, y Snape levantó la mirada.

—¿Privet Drive? —.

—Este es el lugar, amigo—El chofer le dio una gran sonrisa.

Snape respiro profundamente cuando se alejó el taxi. De pie en la acera, se irguió a toda su altura y frunció el ceño.

Este era el mundo de la respetable clase media. Oh, muy respetable, de hecho. Era uno de los mundos muggle donde él se sentía menos cómodo. Limpias y anónimas casas estaban paradas en posición firme como soldados, cada una con un trozo de césped dolorosamente ordenado. Snape suponía que podía haber utilizado algo menos formal, pero sus fondos no se desperdiciarían en trajes que no utilizaría. Y si fuera a vestirse como Lucius Malfoy, necesitaría las bóvedas de Lucius Malfoy. Además, él no quería lucir como alguien de la ciudad. A él le gustaba su chaqueta de tweed. Le daba un sentimiento de elegante individualidad, algo de lo que este aburrido suburbio carecía.

The Best Revenge - Arsinoe De BlassenvilleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora