Capítulo V

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Ann me había enviado un mensaje esta mañana avisándome que mi nuevo compañero de piso llegaría a las cinco y ya eran las cuatro y media.

Hoy no trabajaba, por lo que había decidido dejarlo de lado hacer la siesta para poder limpiar el piso en profundidad. Casi parecía que relucía como el primer día que fui a verlo.

La casa no era muy grande pero para solo dos personas, mi madre y yo como había planeado con anterioridad, era perfecto. Todo conectaba con todo como a mi madre le gustaba, por no se que rollo del fensui y las energías místicas que tanto le atraían. Yo nunca había sido una apasionada por las cosas místicas, pero mamá tenía una extraña obsesión por las cosas que no tenían explicación como la tontería esa del hilo rojo del destino.
La cocina era abierta con muebles blancos y electrodomésticos en negro que contrastaban con el suelo de madera caoba. Esta conectaba con la sala de estar que era principalmente ocupada por un gran sofá negro en forma de L, un mueble estante donde estaba la tele y algunos de mis libros y una pequeña mesa de café cubierta por un futón azul.
Enfrente de la cocina y al lado de la puerta había una gran mesa decorada con un jarrón de flores artificiales y el contrato que Ann me había traído horas antes y que mi nuevo compañero debía firmar. Y con algún cuadro que otro por las paredes y el enorme reloj que marcaba las cinco menos diez, esa era la casa donde vivía y donde esperaba a mi nuevo compañero dando vueltas de un lado para otro.

El camión de mudanzas tampoco había venido para traer sus cosas y Ann tampoco había mencionado nada sobre ninguna empresa de mudanzas, lo cuál era raro. ¿Cómo pensaba mi nuevo compañero traer sus cosas?

Sonó el timbre e instintivamente miré el reloj de la pared. Las cinco en punto. Si que era puntual el nuevo.
Fui a abrir imaginándome en mi mente como sería él. Cabello negro, largo, ojos negros, gafas de culo de vaso... Abrí la puerta y casi me caí de culo al ver quien estaba parado frente a mi.

—¿Qué haces aquí? —fue lo primero que solté antes de que mi cabeza comenzara a unir los cables.

—Ahora vivo aquí.

Y como si estuviera en su casa pasó por mi lado hacia dentro. En teoría si que iba a ser su casa ahora, pero ese no era el caso. El caso era ¿Qué hacía el señor maleducado en mi casa?

—Por favor, dime que tu no eres mi nuevo compañero de piso.

El karma definitivamente no estaba de mi parte. ¿No decía una frase no desees aquello que no quieres que ocurra? Pues genial. Mierda de vida.

—Según la chica con la que he hablado por teléfono, sí. Pero tranquila no me veras mucho por aquí —dejó dos cajas, que no había notado que llevaba, en el suelo—. ¿Cuál es mi cuarto?— le señalé la habitación al lado de la mía y entró sin decir nada más.

Cuando volvió a salir yo todavía seguía en shock, tratando de unir los cables sueltos de mi cerebro, parada en medio de la sala. ¿Por qué mierda de entre todas las personas que había en Seul tenía que ser él?

—¿Cuando viene el transportista con tus cosas? —fue hasta la puerta haciendo como que no me escuchaba y cogió una maleta que había dejado fuera. Cerró la puerta—. Te estoy hablando —maleducado.

—Y yo te estoy ignorando. No va a venir ningún transportista ni nadie. Esto que ves —señaló las cajas que se veían desde fuera de su habitación y la gran maleta que parecía apunto de estallar—, es todo lo que hay.

¿Eso era todo? Es decir, la habitación estaba amueblada y demás pero, ¿No traía nada más? El trastero estaba todo ocupado pero podía hacerle sitio.

—¿En serio?

—Que si pesada —y cerró la puerta de su habitación de golpe dejándome sola en el salón.

Los Colores De Tu Música || 1° ParteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora