Capítulo XLII

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Había transcurrido una semana desde nuestra última presentación en clase y desde que Mike y yo aclaramos nuestra relación. Si me podía a pensarlo resultaba gracioso como habíamos terminado en este punto: primeramente empezamos en una especie de odio mutuo, tratando de fastidiarnos el uno al otro; luego Mike empezó a convertirse en un incordio, siempre queriendo estar a mi alrededor; después, sigo sin entender en que punto ocurrió, empecé a sentirme a gusto con su presencia y, sin darme cuenta, lo buscaba; entonces llegó a ese punto en que mi cuerpo buscaba el suyo y lo único que quería era acercarse cada vez más y más al suyo; y, finalmente, habíamos terminado enredados entre besos y siendo pareja. La de vueltas que daba la vida y hasta donde nos había llevado.

Hacía diez minutos que me había sonado la alarma para levantarme de la cama y prepararme para ir al instituto, pero todavía seguía sentada en la cama con el pijama puesto. En cuanto mis ojos se habían abierto y había parado la alarma del móvil lo primero que capto mi mirada fue el marco con la foto de mamá que había colocado encima del escritorio, frente a mi cama. Aunque en ocasiones mi mente parecía flotar entre nubes, esto ocurría sobre todo cuando Mike estaba junto a mi, todavía había una espina clavada en mi corazón que me recordaba que la había perdido. No había vuelto a llorar desde el día en el cementerio y cuando sentía que dolía de verdad su recuerdo, acudía al lado de Mike sin decir una palabra y el me acurrucaba entre sus brazos. A raíz de esto también nos habíamos acostumbrado a dormir juntos de vez en cuando, se sentía tan bien ser arropada junto a su cuerpo que cada vez lo hacíamos más seguido. Mi habitación debía empezar a sentirse solitaria pues siempre dormíamos en la de él, no sé el por qué pero su cama era demasiado cómoda y te transportaba enseguida al mundo de los sueños. Tampoco había vuelto a tener ninguna pesadilla, de lo cual me alegraba pues estaba cansada de despertarme en las madrugadas gritando y con la frente perlada de sudor.

Miré la cara sonriente de mamá antes de decir levantarme de la cama. Solo nos quedaba media hora para llegar al instituto lo cual, calculando que tardaba siete minutos en ducharme, cinco en vestirme y diez en secarme y cepillarme el pelo y los dientes, me dejaba un total de ocho minutos para comer mi desayuno y llegar a la escuela. Podía conseguirlo. Cogí velozmente mi uniforme y la ropa interior y me dirigí al baño. Dentro de este me aseguré de que la puerta quedaba bien cerrada con el pestillo, no quería que Mike entrara por accidente y me viera desnuda como pasó aquella vez cuando fui yo la que entró y lo pillo solo con una toalla envuelta en la cintura. Ahora que lo pensaba bien no me importaría si entraba en el baño mientras yo me estaba duchando porque iban a ocurrir dos cosas: o bien decidía ducharse conmigo a petición mía o le iba a arrancar la ropa como había deseado hacer el otro día cuando nos estábamos besando en medio de la calle. Aunque a todo ello se le sumaba un inconveniente: íbamos a llegar tarde a clase y no podíamos faltar otro día más, esta vez sin explicación alguna. 

Dejé de divagar y salí de la ducha envuelta en una toalla. Me sequé lo más rápido posible al ver que solo me quedaban veinte minutos, había estado más tiempo del que debía debajo del grifo. Me vestí lo más rápido que pude y me cepillé el pelo con el cepillo de dientes dentro de la boca. Me sequé el pelo a velocidad de la luz y cuando miré el teléfono todavía me sobraban doce minutos, nuevo récord. 

Al salir del baño Mike me estaba esperando fuera, lo que me hizo saltar hacía atrás del susto por verlo plantado allí. Se rio de mi reacción mientras me tendía una taza con café y una tostada que agarré y devoré en menos de dos minutos. Dejé la taza vacía en el fregadero y fui a coger mi mochila viendo como Mike iba yendo a la entrada. Me puse los zapatos enseguida y al salir del edificio vimos a Minho y Khalan apoyados en la pared del edificio de enfrente hablando entre ellos.

Comprobé de nuevo el reloj para ver que nos quedaban cinco minutos y la escuela estaba a ocho. Guardé el teléfono dentro de la mochila y agarré la mano de Mike para acercarnos rápido hasta los dos chicos. Cogí también una de las manos de Minho, asustándolo en el acto por haber aparecido de repente. Antes de empezar a correr Minho agarró a Khalan de la solapa de su camisa y tiró de él mientras yo tiraba de mi primo y mi novio.

Los Colores De Tu Música || 1° ParteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora