Quería creerle. Quería creer que eso que él decía que no había desaparecido seguía en mi interior. Pero era difícil hacerlo cuando en los últimos cuatro años lo único que había hecho había sido refugiarme en mi misma. Apartarme de la gente para evitar el dolor.
Estaba en la cafetería con Minho. Aún no me había preguntado nada sobre lo que pasó ayer y era raro teniendo en cuenta lo impaciente y cotilla que era.
Aún no había empezado a comer cuando Mike y Khalan se sentaron en nuestra mesa llevando la bandeja de su comida.
—¿Qué hacéis? —Mike se había sentado a mi lado y Khalan estaba frente a él presentándose con Minho.
—Sentarnos a comer —estábamos hablando entre dientes sin apartar la mirada uno de otro mientras a nuestro lado oíamos como Minho y Khalan habían empezado a hablar sobre el equipo de volleyball del instituto. Estaba alucinando con la rápida capacidad que tenía mi primo para hacer amigos.
—Eso ya lo veo. Me refiero a por qué os sentáis aquí.
No se si entendía el hecho de que quería que se fueran. Era una indirecta bastante directa. La hora del almuerzo era la única hora del día dónde podía estar a solas con mi primo sin tener que verlo.
—¿Porque los amigos comen juntos no?
¿Enserio seguía con la tontería de los amigos? Ya tenía claro que esto no iba a dar ningún resultado. Yo no estaba hecha para tener amigos y el tenía que aceptar que o él escribía la canción o el próximo día no íbamos a cantar nada.
Khalan y Minho habían hecho migas enseguida y yo no dejaba de mirarlos con estupefacción. No dejaban de hablar ni siquiera para comer y Mike se les unió enseguida a la conversación. Minho les invitó a que se sentaran con nosotros en el almuerzo siempre que quisieran y yo intenté asesinar a mi primo con la mirada en cuanto termino la oración. ¿Se había vuelto loco o se había dado un golpe en la cabeza? ¿Qué parte de no quería relacionarme con nadie más que no fuera él no entendía?
Mike por el contrario los invitó a comer en casa. Yo ya no sabía si tirarme de los pelos o pedirle a la cocinera que me dejara el cuchillo más afilado que tuviera para matar a mi primo y a mi compañero de piso.
Agradecí en voz baja en cuanto tocó la campana. Por lo menos podía volver a clase y dejar de escucharlos poniéndose en mi contra.
♪♪♪♪
Lenguaje musical fue todo un dolor de cabeza. Mike seguía insistiendo en que escribiera la maldita canción y yo le amenacé con que si volvía a mencionar la dichosa canción le metería la partitura por el culo. Se calló al instante y no volvió a decirme nada hasta que terminó la clase, lo cuál aminoró mi dolor de cabeza.
Las chicas que me acorralaron a la salida del colegio ayer estaban todas en esa clase. Las sentía mirarme a cada rato y cuándo les devolvía la mirada enseguida agachaban la cabeza. No se me olvidaba que seguía teniendo una cuenta pendiente con ellas, que planeaba resolver mas adelante cuando el pesado de Mike no estuviera pegado a mis talones como una lapa.
—¿Qué quieres ahora? —estaba saliendo por las puertas del instituto lista para irme a casa cuando Mike me alcanzó. No me pare para saber lo que quería, pero enseguida me alcanzó.
—Vamos juntos a casa.
—No.
—¿Por qué?—de verdad que este chico era o se hacía el tonto. Estaba agotando mi paciencia en segundos.
—Vamos a ver Mike —me detuve y me puse frente a él para que viera que lo que iba a decirle iba completamente enserio—. Vale que vivamos juntos. Vale que seamos compañeros de piso. Pero, no va a haber nada más. Ni amigos ni nada —él sólo me miraba, sin decir nada. Me sentía como si le estuviera hablando a una estatua. Así que proseguí—. Elegí no tener amigos. Elegí encerrarme en mi misma. Así que déjame en paz.
Y me fui de allí. Me fui sola a casa. No esperé ni a Minho al cual le envié un mensaje para avisarle de que me iba sola. Luego puse el teléfono en modo avión para que nadie me molestara.
Cuando llegué a casa, no tenía ganas de hacer la comida así que me encerré en mi habitación directamente. Tiré la mochila sin cuidado en una esquina y me tumbé boca arriba en la cama.
No entendía a nadie. No entendía ni como Minho podía seguir conmigo sabiendo lo bipolar que era algunas veces. No entendía como Mike hacía todo lo posible por acercarse a mi. No me entendía ni a mi misma.
Mi vida se había ido transformando a lo largo de estos últimos cuatro años. Cambiaba constantemente de color. Unos días era del más puro negro, otras veces se mezclaba con grises y otros días eran completamente blancos. Cuándo se volvían blancos eran días en los que no hacía otra cosa que encerrarme en mi habitación a llorar y escribir letras de canciones. Tenía montones y montones de hojas de libretas con letras de canciones a medio terminar. Letras de canciones que hablaban de todo aquello que me desgarraba por dentro. De todo aquello que no había sabido expresar con palabras a lo largo de los años. Mi sufrimiento, mi dolor, mi soledad.
Me levanté de la cama y sin cambiarme de ropa salí de mi habitación. Necesitaba hablar con alguien me entendiera.
Minho, Mike y Khalan estaban sentados en la mesa del salón comiendo y hablando como si fueran los mejores amigos de toda la vida. Minho me vio salir despedida hacía la entrada de casa y se levantó para seguirme.
—¿A dónde vas Sun? —me puse los zapatos sin dirigirle ni una palabra. No podía hablar, sentía que me estaba destrozando y un nudo aprisionaba mi garganta—. ¿Sun? —abrí la puerta.
—Volveré tarde —no me di la vuelta para mirarle. Sabía que si me daba la vuelta y lo miraba las lágrimas empezarían a salir por si solas.
Cerré la puerta de un golpe y salí corriendo. Necesitaba hablar, necesitaba a alguien que me entendiera. Necesitaba a mi madre en estos momentos.
Mientras corría las lágrimas iban saliendo de mis ojos anunciando una vez más lo desolada que estaba.
♪♪♪♪
Mi madre era la única que comprendía cómo me sentía. Ella misma había sentido el abandono de la persona que creía ser el amor de su vida.
Aquella tontería del hilo rojo del destino en la que todo el mundo creía no eran más que cursilerías que la gente se inventaba. El estúpido hilo rojo había hecho que mi padre nos abandonara, que mi madre se enamorara perdidamente de él y que luego su corazón sufriera su perdida.
Lo peor de todo eran sus ojos. Sus tristes y apagados ojos todavía tenían un brillo especial. Lo veía en ellos. Todavía sentía esperanzas de que él volvería. Que volvería a su lado, a amarla de nuevo. Que volvería y seriamos, de nuevo, la familia feliz que una vez fuimos. Mamá siempre había sido demasiado optimista, hasta en los peores casos.
Pero él no iba a volver. No volvería a buscarnos. No volveríamos a ser una familia feliz nunca. Y dentro de poco no volvería a ver los ojos negros esperanzados de mi madre.—Mi niña.
Estaba tumbada en la camilla. Las sabanas blancas tapaban su delgado y desnutrido cuerpo. Su cara estaba más delgada, más caída. Sus hermosos ojos negros habían perdido su brillo casi por completo.
—Mamá.
Me largué a llorar abrazándola con fuerza. No podía permitir que me dejara. No en estos momentos cuando mi vida parecía que estaba pasando otro bache interminable. No cuando mi vida empezaba a derrumbarse de nuevo. Necesitaba a mi madre en estos momentos, más que nunca.
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Los Colores De Tu Música || 1° Parte
Teen FictionSun perdió su risa cuando su padre se largó de casa. Mike perdió a sus padres en un accidente de coche de camino a Seul. Ambos se encontrarán compartiendo piso. Sun no quiere hacer amigos, no quiere sentir más dolor. Mike solo quiere averiguar p...