Capítulo XII

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Estaba llorando. Estaba acostada en mi cama con la cabeza cubierta por las sabanas, llorando. Llorando por el dolor que me inundaba el pecho. Llorando por no saber que iba a ser de mi de ahora en adelante. Llorando porque odiaba a mi padre por habernos abandonado en el día más feliz del año para mi.

Mi padre lo había sido todo para mi. Había sido mi mejor amigo y mi cómplice cuando era una cría pero, lo peor de todo, es que había sido mi pilar fundamental en la vida. Mi modelo a seguir en cuanto a carácter. Y en estos momentos era el ser más despreciable que conocía. Lo odiaba con todo mi ser por robarme quién era, por dejarme hecha mierda sin que a él le importara nada. Por ni siquiera atreverse a llamar ni una sola vez en estos últimos cuatro años para preguntar como estábamos. No tuvo el valor necesario para darnos, a mi madre y a mi, una explicación de su desaparición. Él adoraba a mi madre (se le notaba en la mirada, en la forma de tratarla como si fuera lo más preciado en si vida) y cuidaba de mi cuando estaba enferma ¿Y todo eso para qué? ¿Para desaparecer un misero día sin una sola palabra? ¿Sin ninguna promesa de que volvería? No quería que, después de cuatro largos años, su partida me doliera tanto. No quería estar sufriendo por alguien a quién no le importé y quién no lo pensó dos veces antes de desaparecer de mi vida. No quería, pero era inevitable que doliera. Que tuviera todavía una espina clavada en mi pecho cuando recordaba ese día, cuando lo recordaba a él.

Después de unos largos veinte minutos llorando en silencio me levanté de la cama sin ganas y me puse el pijama. No pensaba salir de casa en lo que quedaba de día.

Localicé mi mochila apoyada contra el escritorio, saqué de ella mi móvil y le envié un mensaje a Kim para decirle que no estaba en condiciones anímicas de ir a trabajar. Enseguida me respondió que no me preocupara y que ella se haría cargo de todo. Nos habíamos intercambiado los teléfonos hacía tiempo por circunstancias como estas, en las que una no pudiera ir a trabajar y así que la otra estuviera al tanto y no le pillara por sorpresa.

Salí de la habitación después de guardar el móvil en el bolsillo derecho del pantalón del pijama. No vi a Mike en el salón, pero al bajar los tres escalones lo escuché en la cocina. Me acerqué deslizando los pies por el suelo de madera hasta el arco que separaba el salón de la cocina.

Enseguida lo vi, llevaba los auriculares puestos y cantaba en voz baja una canción que hablaba sobre el amor de una familia unida. No se si me quedé estática escuchando como finalizaba de cantar la canción porque era masoquista y quería destrozarme todavía más, o porque me quedé hipnotizada con la voz de Mike. Su voz era dulce, clara y transparente, tan clara que llegaba con facilidad a los agudos y ponía todas sus ganas por transmitir lo que la canción dictaba aunque solo la estuviera susurrando. No era un cantante por serlo, era un cantante porque las canciones le hablaban. Conseguían que él transmitiera lo que otra persona había querido expresar sobre el papel.

Cuando acabó la canción yo había empezado a llorar de nuevo abrazándome a mi misma sin moverme de donde estaba. Llevaba unos días en los cuales me había transformado en una completa llorica de primera. No hacía otra cosa que llorar y estar a la defensiva. Era mi modus operandi desde hacía cuatro años.

Mike fue a cambiar la canción en su móvil, que estaba a su lado en la encimera, y debió de escucharme gemir porque enseguida se dio la vuelta asustado. Abrió la boca para decirme algo pero las palabras se atascaron en su garganta al ver que estaba llorando.

Se quitó los auriculares de golpe y los dejó colgando por el mueble sin importarle si se rompían y se acercó a mí con los brazos abiertos pero sin atreverse a tocarme.

—Oye, ¿Estás bien? —asentí con la cabeza y limpié las lágrimas que aún quedaban en mi cara—. De acuerdo...¿Te apetece algo de comer? Estaba preparando pasta —asentí de nuevo y fui a sentarme a la mesa hasta que terminara de hacer la comida.

Los Colores De Tu Música || 1° ParteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora