Capítulo XL

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Baek Mike

—Lo primero que tienes que hacer para mitigar tu sufrimiento es dejar ir a tu madre, dejar ir el dolor que te provoca seguir pensando en que se ha ido de tu lado. Ella sigue estando contigo, aunque no sea físicamente. La canción que te dejó es una prueba de ello —no tenía que tener poderes ni indagar profundamente en la mente de Sun para saber que aquella canción que hizo desgarrar tanto su corazón como su garganta mientras la cantaba se la debió dejar su madre—. Su guitarra y sus canciones hacen que la sientas junto a ti y, aunque no puedas verla, de seguro ella te está mirando, y no debe gustarle ver cómo su hija se pasa hora tras hora, día tras día, encerrada en su habitación llorando por ella. Sé que duele, nadie nos ha enseñado que es exactamente lo que hay que hacer, sentir o simplemente como actuar cuando la vida nos arrebata a una de nuestras personas más queridas. Yo también pasé por ello y todavía hay ocasiones en que sus recuerdos me duelen, se siente como si alguien estuviera oprimiendo tu alma, pero tenemos que aprender a controlarlo. No digo que no puedas recordarla porque yo también lo hago a menudo, pero no puedes dejar que su partida cambie tu vida de la manera en que lo está haciendo. Ellos nos siguen cuidando aunque no estén aquí presentes —me acerqué a ella para limpiarle las lágrimas que surgían con cada palabra que decía—. No quiero seguir viendo como cada día te rompes más, si sigues así dentro de ¿qué? ¿una semana? ¿un mes? no quedará nada de ti y entonces será demasiado tarde para volver a ser tu. Tienes que aprender a vivir con ello, aunque los comienzos nunca sean fáciles. Tienes que pasar la primera fase en la que te encuentras ahora, inundada por la tristeza y el dolor, y dar comienzo a la segunda, la aceptación y la comprensión de que, por más que pases días llorando y sin querer salir de tu habitación negándote a vivir esta realidad, tienes que volver a vivir tu vida como ella querría que hicieras —estreché a Sun entre mis brazos mientras ella temblaba y retenía sus sollozos mordiéndose con los dientes el labio inferior. Se que no estaba siendo demasiado delicado y que mis palabras podrían sonar duras, pero necesitaba que se diera cuenta de que este no era el camino por el que debía seguir—. Tienes que vivir pensando que ella sigue contigo, no ha desaparecido del todo como parece. 

La separé de mi pecho para poder mirarla directamente a los ojos y que sintiera que estaba con ella, que todo lo que estaba pasando yo ya lo había pasado y que, si yo había sido capaz de salir adelante ella, más fuerte y luchadora que nadie, podía enfrentarse a ello.

—Vamos a vivir nuestra vida Sun, juntos. Sé que puedes superarlo y si en algún momento sientes que el mundo se te viene encima, llora pero prométeme que me buscarás cuando el dolor pueda contigo. Si sientes que algo se te sale de las manos, si tan solo quieres un abrazo o solo quieres a alguien que acaricie tu cabeza cuando estés triste y necesites un hombro en el que apoyarte... Búscame. No necesitas luchar contra la vida tu sola, podemos hacerlo juntos. Te ayudaré en todo lo que pueda, lo superaremos juntos —volví a envolverla entre mis brazos. Sus manos se aferraron con fuerza a mi camisa mientras sus rodillas temblaban y caíamos, juntos, al suelo.

No la solté durante los diez minutos que estuvo llorando. Abrazados frente a la tumba de su madre Sun no dejaba de llamarla y pedirle perdón por no haber podido despedirse de ella, por haber cambiado tanto durante los últimos años y sobre todo porque quería vivir su vida, quería dejar de sentir tanto dolor y empezar a volver a ser feliz de nuevo.

Estaba orgullo de ella, de que quisiera volver a vivir de verdad. Ninguna de mis palabras era mentira, aunque hubieran sonado cómo un mazazo de realidad para ella, pero sabía que eso podría hacer que se diera cuenta de como estaba llevando su vida. Por supuesto pensaba estar con ella en todo momento. Los cambios nunca son fáciles, pero se hacen más ligeros si tienes a alguien con quien vivirlo. En este caso yo era alguien que había pasado por lo mismo. Si necesitaba que la abrazara, si quería que la acompañara de nuevo a ver a su madre porque necesitaba una mano que apretar y que la sostuviera si se derrumbaba, pensaba estar ahí en todo momento. 

Se me hinchaba el pecho de la felicidad que sentía al poder ayudarla de igual manera que Jin, mi manager, Khalan y su familia me habían ayudado a mí a superar el trauma por la muerte de mis padres y me alentaron a seguir mis sueños, aunque ellos no estuvieran presentes en cuerpo a mi lado para verme cumplirlos. Durante ese tiempo comprendí que, aunque ellos no estuvieran conmigo eso no significaba que, desde donde estuvieran, no me vieran y se sintieran orgullosos por todo lo que había logrado y eso era lo que quería que Sun entendiera, que desde donde estuviera su madre se sentiría orgullosa de ver que su preciada y única hija seguía su propio camino, aunque ella no estuviera. Además, tampoco estaba sola, me tenía a mí, a su primo, a sus tíos, incluso a Khalan quien en los últimos días me había comentado varias veces que le gustaba la compañía de Sun y sus comentarios cada vez que nos juntábamos. Me alegraba que mi mejor amiga y la chica que me gustaba se hubieran hecho amigos y se llevaran bien, era muy importante para mí tenerlos a los dos en mi vida.

Cuando Sun se tranquilizó y dejó de sollozar, lo que había conseguido que atrajéramos la atención de varias personas que entraban o salían del lugar y que nos miraban con cara de pena al escucharla llorar, la separé unos centímetros de mi cuerpo. Tenía la nariz y los ojos rojos de llorar y sus mejillas estaban encendidas. A pesar de todo ello me miraba con una mezcla de gratitud, decisión y valentía. Todo ello podría resumirse en que estaba agradecida por haberle dicho aquellas palabras que le habían hecho tomar la decisión de ser valiente para luchar contra su dolor y volver a ser ella. Arropé sus mejillas entre mis manos mientras con los pulgares limpiaba todo rastro de agua de su cara. Supongo que yo fui quién se lanzó primero, pero, creo que, si no lo hubiera hecho, ella habría terminado uniendo nuestros labios. No era respetuoso demostrar este tipo de afecto en el lugar donde descansaban nuestros familiares y donde podía vernos cualquier persona, pero era algo que tanto Sun como yo necesitábamos después de haber desnudado nuestras almas, yo con palabras y Sun con sus lágrimas. Sentirnos, prometernos que estaríamos siempre cuando alguno de los dos estuviera pasando por un mal momento. Eran promesas sin palabras que se mezclaban en nuestro labios con el sabor salado de las lágrimas que Sun había derramado prometiéndose borrar su dolor.

Nos separamos cuando empezamos a quedarnos sin aire. La ayudé a levantarse del suelo y uní nuestras frentes y manos, no iba a dejar que se separa de mí, todavía no. Daba gracias por haberme cruzado aquella tarde de marzo con Sun, cuando la salvé de ser atropellada por aquel coche y luego me despedí de ella de la forma más brusca que puedo recordar para luego volver a encontrarnos en su lugar de trabajo y darle un puñetazo a su exnovio para que la dejara en paz. Pudo haber una fortuita coincidencia, pero supongo que no había sido casualidad que nos encontramos y que nuestras vidas se hubiera visto envueltas, tal vez nuestros destinos siempre habían estado unidos y ese día debíamos encontrarnos porque así lo había querido el destino. No soy supersticioso ni creo en demasiadas cosas a las que no se les puede dar una explicación científica, pero tal vez la historia japonesa del hilo rojo había ido tejiéndose a nuestros alrededor sin que nosotros nos diéramos cuenta y unió nuestras vidas haciendo que nos conociéramos, no de la mejor manera cabe decir, pero a partir de ahora podríamos decidir nosotros nuestros caminos y caminar juntos por él.

—Volvamos a casa. Volvamos a ser nosotros aunque nuestro interior siga roto. Vamos a pegar nuestros pedazos el uno al otro. Aprendamos a vivir de nuevo Sun.

Fue todo lo que le dije antes de separar nuestras frentes y profundizar el agarre de nuestras manos entrelazadas y dirigirnos a la salida del lugar. Íbamos a necesitar tiempo para repararnos, pero lo haríamos juntos. Yo recompondría sus pedazos y, esperaba, que ella pudiera volver a pegar los míos.

Los Colores De Tu Música || 1° ParteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora