Capítulo XXXVI

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Me levanté ansiosa de mi cama sin siquiera mirar que hora era en el despertador, pero no me importaba, era mi día especial. Mi tan ansiado decimosexto cumpleaños. Ni siquiera me puse las zapatillas o levanté la persiana pues salí corriendo de mi habitación cantando a todo pulmón que hoy era mi cumple. Sabía que ninguno de mis padres se había olvidado de él y que seguramente, en cuanto pusiera un pie en la cocina, saltarían encima de mi para llenarme la cara de besos y darme mi regalo.

No podía saber que era lo que me habrían regalado este año pues yo tampoco había pedido nada y no recordaba haber hecho mención de que necesitase nada importante. Avancé trotando por el salón, pero no se oía nada que indicase que mis padres estuviesen en casa. No debían de ser más de las once y era extraño que ninguno de los dos estuviese en casa en un día que sabían que era muy importante para mí.

Entré en la cocina para eliminar mis sospechas de que pudieran estar escondidos en ella, pero ni rastro de ninguno de los dos. Volví de vuelta a mi habitación para coger mi teléfono y comprobar que tenía un mensaje de mamá diciéndome que había tenido que salir a comprar unas cosas y que volvería enseguida. El mensaje había llegado hacía quince minutos, pero este no explicaba donde podría estar mi padre. Abrí el teclado para preguntarle a mi madre dónde se encontraba papá cuando escuché la puerta de casa abrirse. Salí de la habitación con la misma ilusión con la que me había despertado. Seguro mi padre había salido a por mí regalo o a comprar una tarta y volvía ahora.

Cuando llegué al salón me quedé mirándolo con una gran sonrisa, pero algo no parecía estar bien con él. Andaba arrastrando los pies, con la mirada pérdida en cualquier lugar y ni siquiera pareció notar que estaba parada delante de él, pues como si fuera un autómata me rodeó y se encerró en la habitación que compartía con mamá. No le quise dar demasiada importancia pensando que estaba jugando conmigo y había entrado en su habitación para salir de repente con el regalo en la mano y deseándome un feliz cumpleaños, pero cuando entró en casa no llevaba nada en las manos...

No quise sentarme puse pensé que saldría en unos segundos, pero pasaron como veinte minutos hasta que abrió la puerta y salió de ella. Ni una sonrisa, ni un feliz cumpleaños cariño ni un regalo en sus manos. ¿Se había olvidado de mi cumpleaños aun cuando me pasé la noche anterior repitiéndolo una y otra vez hasta que me fui a dormir? No, imposible. Él sabía que esta fecha era importante para mi, no se podía haber olvidado.

Volví a acercarme a él y seguí sus pasos que no se detuvieron hasta que llegaron de nuevo a la entrada de casa. Se quedó congelado durante un instante y mi rostro se iluminó al pensar que sabía que estaba detrás de él y se iba a dar la vuelta para felicitarme. Pero eso no ocurrió, volvió sobre sus pasos y cogió las llaves del coche de la mesa del comedor. ¿En serio estaba haciendo como si yo no existiera? No tenía gracia.

—Papa...

Le llamé queriéndole decir que dejara de jugar conmigo, que no tenía gracia que hiciera como si no me viera. Lo seguí de nuevo hasta la puerta, traté de llamarlo de nuevo y esta vez sí se giró para mirarme a los ojos, pero era como si estuviera viendo a través de mi con sus ojos rojos. ¿Había estado llorando durante el tiempo que había estado en su habitación? ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué aún no había vuelto mamá?

Giró la cabeza sin decir nada y abrió la puerta. ¿Era yo acaso un fantasma y no me veía? Sin decir nada cerró la puerta y la casa volvió a estar en silencio. ¿Había pasado algo y yo no sabía nada? ¿Por qué se ha largado papá sin siquiera decir ni una palabra? 

Me sentí en la entrada con las piernas cruzas esperando a que volviera y me diera una explicación de lo que estaba pasando. Debieron pasar unos diez minutos hasta que escuché unas llaves y el sonido de estas al introducirlas en la cerradura. Me levanté del suelo como un cohete y abrí la puerta de golpe asustando a mi madre que se encontraba tras ella. Mi cara pasó de una radiante sonrisa a la más triste expresión. Me retiré de la puerta pensando todavía si es que yo había hecho algo malo y esta ignorancia era mi castigo.

Los Colores De Tu Música || 1° ParteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora