Baek Mike
—Nos veremos luego en casa. No creo que la prueba dure más de una hora, pero por si acaso se alargara no quiero que te aburras esperándome en la puerta.
—Está bien, iré adelantando los deberes para la próxima semana —contestó Sun antes de separar nuestras manos y regalarme una de sus sonrisas. Amaba verla sonreír.
Vi cómo se alejaba cuesta abajo en dirección a casa. No me moví de mi sitio hasta no haberla perdido de mi campo visual. Quedaban pocos estudiantes en la entrada de la escuela, la mayoría de ellos estarían esperando por sus amigos para así dar comienzo la tarde del viernes que indicaba que ya era fin de semana.
Me di media vuelta y entré de nuevo al edificio. No me dirigí a la entrada, sino que rodeé el gran edificio hasta la parte trasera donde se encontraba el gimnasio. Ver esa gran estructura me hizo recordar todo lo que había ocurrido durante nuestra presentación en el festival. Creo que nunca conseguiría olvidar la emoción que sentí al ver cómo, al fin, Sun sonreía y lo mejor era que me sonreía a mí. El deseo y atracción que sentí hacia ella creció de una manera desorbitada y me llevó a besarla en mi camerino donde cualquiera podría haber entrado y pillarnos infraganti, pero donde, al fin de cuentas, teníamos un mínimo de privacidad si no quería que las fans se volvieran locas y le lanzaran cualquier cosa a Sun. Algunas fans se volvían demasiado obsesivas y se creían que nosotros les pertenecíamos. Los artistas también tenemos sentimientos y queremos vivir nuestra vida y enamorarnos sin tener que estar las veinticuatro horas del día alertas de si a alguno se le ocurre hacer una tontería como amenazar o agredir a nuestras parejas.
Dejé de lado todos eso pensamientos y entré dentro del gimnasio. Tan solo desde la puerta se escuchaban golpes (seguramente de los balones), gritos y el pitido de un silbato. Abrí la puerta y entré dentro del gran lugar. Resultaba extraño no verlo abarrotado con trescientas personas y los focos apuntando al escenario. Lo único que se veía esta vez era la división del suelo en dos grandes pistas de volleyball donde, en el centro de cada una, se alzaban dos grandes redes que separaban las dos zonas destinadas para los jugadores. Debía haber al menos veinte personas rondando las pistas, algunos estaban jugando un partido, otros practicaban sus saques y otros tan solo estaban bebiendo agua mientras hablaban con el que debía ser el entrenador pues, en el escaso minuto que llevaba allí parado, había hecho sonar el silbato al menos tres veces y había dado una que otra instrucción a los chicos que practicaban los saques.
Deslicé mis pies por el acolchado suelo y me acerqué al hombre. Estaba de espaldas a mi hablando con el chico que bebía agua y le preguntaba sobre la posición correcta en la que saltar a la hora de rematar. No quise interrumpir su conversación, pero si tenía que ir a cambiarme el uniforme era mejor que me indicara donde estaba los vestuarios y podría seguir hablando con el chico. Le pinché suavemente uno de sus hombros con el dedo y el hombre se giró enseguida para mirarme. No debió de darse cuenta de que todavía llevaba el silbato en la boca porque cuando quiso hablar lo único que recibí fue un pitazo que resonó desde mis pobres oídos hasta lo más profundo de mi cerebro. Llevé las manos a las orejas para masajearlas y dejar de escuchar el constante pitido. El entrenador se dio cuenta de su error y sacó el pito de la boca.
—Perdona chaval, a veces se me olvida que lo tengo en la boca —sacudí una de mis manos restándole importancia—. Debes de ser Mike, ¿no? —asentí con la cabeza dejando caer los brazos a los costados del cuerpo—. Estupendo. Aquella puerta de allí es el vestuario, nos vemos aquí una vez te hayas cambiado.
Asentí de nuevo y me fui en dirección a la puerta que había señalado. Una vez dentro cerré la puerta tras de mi dándome cuenta de que el vestuario se parecía mucho a los que veíamos Sun y yo en la tele cuando decidíamos mirar alguna serie. Taquillas cubriendo ambas paredes laterales y al fondo un montón de duchas con cortina negras que debían llegar hasta las rodillas. Abrí una de las taquillas que por suerte estaba vacía y dejé mi mochila en ella. Saqué la ropa deportiva que había guardado en ella la noche anterior, después de recibir un correo informativo de la secretaria del instituto donde se nos informaba a todos los que estuviéramos interesados en unirnos a alguna actividad extraescolar que las pruebas para los equipos deportivos se habían adelantado a hoy y que, por tanto, no tendríamos que esperar a que empezara el segundo semestre.
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Los Colores De Tu Música || 1° Parte
Teen FictionSun perdió su risa cuando su padre se largó de casa. Mike perdió a sus padres en un accidente de coche de camino a Seul. Ambos se encontrarán compartiendo piso. Sun no quiere hacer amigos, no quiere sentir más dolor. Mike solo quiere averiguar p...