La puerta se cerró. Sus pasos se acercaron hacia donde yo estaba y yo, instintivamente, me puse alerta. Sabía que era él, porque era el único que tenía una llave aparte de mi, pero el hecho de que alguien mas entrara en mi casa me ponía nerviosa. Creía que nunca me acostumbraría a ello.
Se abrió la puerta, que conectaba la entrada junto con el pasillo principal con el salón, y su cabeza pelirroja fue lo primero en asomarse. Después todo su cuerpo entró en el habitáculo y cerró la puerta detrás de él. Estaba todo sudado y parecía alterado. Las pocas luces que había encendido para cenar hacían que le brillaba la piel haciendo resaltar su palidez.
—¿Dónde has estado? —no se porque le pregunté aquello si era lo que menos me importaba. Lo que él hiciera no era de mi incumbencia, pero se le veía tan alterado que no pude evitar la estúpida pregunta.
—No es asunto tuyo —él y su amabilidad. Puse los ojos en blanco y volví a centrarme en mi cena. No se para que le había preguntado nada si ya me esperaba esa contestación de su parte.
Esperaba que ya hubiera cenado y que no exigiera que le preparara algo de comida porque si no se podía meter sus exigencias por donde yo me sabía. Estaba tan acostumbrada a hacerme la cena para mi sola que no había pensando en mi nuevo compañero y aunque hubiera pensado en él tampoco se la habría hecho. Tampoco es que se la hubiera ganado con su actitud de perro rabioso.
El pelirrojo entró en la cocina como si nada y empezó a trastear con las sartenes y las cacerolas. Al parecer no había cenado aún volviendo casi a las diez de la noche. Volvió a la mesa al cabo de unos minutos con un plato de arroz y otro de sopa. Por lo menos me ahorraba el trabajo de tener que cocinarle. El chico sabía hacer más cosas además de ser cortante. Empezó a comer en silencio y entonces vi que sus nudillos estaban rojos y que uno que otro hilo de sangre salía por ellos. ¿Se había metido en una pelea? ¿Había salido cabreado y con tanta prisa de casa para ponerse a partir caras? Pareció notar la dirección de mi mirada y se miró también las manos.
—¿Tenemos algún botiquín? —asentí y me levanté de la mesa a buscarlo. ¿Por qué? Sigo sin saberlo, solo lo hice. No había ninguna explicación.
Se que debería haberle dicho que lo buscara él solo ya que era tan auto suficiente y, sin embargo, estaba volviendo a la sala con él entre las manos. Saqué el bote de alcohol, los algodones y las vendas y se lo dejé todo a su disposición para que se curara él mismo. Apartó los platos vacíos a un lado y empezó a curarse sin decir tan siquiera un gracias. Ponerse las vendas le era un trabajo complicado teniendo en cuenta que solo estaba utilizando una de sus manos. No me ofrecí a ayudarle, si quería ayuda que abriera la boca y la pidiera.
Estaba mirando atentamente como su mano trataba, por tercer vez, de mantener sujeto el principio de la venda para enrollarsela después. Cuando se cansó de intentarlo me ofreció la mano y la venda, pero las palabras no fueron capaces de salir de su boca. Levanté una ceja invitándolo a hablar, él solo bufó fastidiado.
—¿Por favor?
Le arranqué la venda de la mano. Tenía claro que no habíamos empezado nuestra convivencia de buenas maneras, pero él mismo podría esforzarse más y no parecer tan capullo cómo estaba siendo.
Tenía la mano fría. Blanca y fría. Mientras le ataba la venda sentía sus ojos sobre mi cabeza tratando de atravesar mi anatomía. Exhalé con fuerza y acabé de atarle la venda. Él se acercó la mano a la cara para comprobar que la había atado bien. Le tendí la mano en una muestra de cordialidad.
—Soy Hee Sun —no quería amigos, pero tener un trato civilizado con mi compañero de piso de ahora en delante no iba a matarme, sobre todo si tenía que verlo todos los días. Él solo me miraba. Retiré la mano entonces—. ¿Sabes? Sería un buen momento para que me dijeras tu nombre y así no tener que seguir llamándote simplemente compañero de piso —puntualicé unas comillas en las últimas tres palabras.
En vista de que solo movía los ojos de mi mano hasta mi cara y no hacía la menor intención de abrir la boca para presentarse recogí mis platos y me metí en la cocina. No iba a quedarme parada como una estatua hasta que el chico se dignara a darme su nombre.
—Mike —escuché que decía—. Soy Baek Mike.
Me asomé al comedor para verlo mirando mi silla ahora vacía. Era un tipo raro, raro y antipático, pero íbamos avanzando poco a poco. Por lo menos ahora podría tener un nombre al cuál maldecir cuando Minho me hiciera el interrogatorio al día siguiente.
Estaba fregando los platos cuando lo sentí detrás de mi. Me giré y lo vi mirándome fijamente. Creo que trataba de adivinar si de verdad estaba allí, plantada delante suyo. No le dije nada y simplemente volví a lo mío.
—¿De verdad no sabes quién soy?
La pregunta picó mi curiosidad. Dejé de fregar y me giré para mirarlo, para estudiarlo detenidamente. Tenía el pelo entre un color naranja y marrón caoba y le caía sedoso sobre la frente pero sin llegar a taparle los ojos. Los ojos más azules que había visto nunca me estaban mirando. Era extraño que una persona de Corea tuviera los ojos de un color tan claro, solo conseguías ese tipo de color si usabas lentillas, pero no creía que ese fuera su caso. Me sentí tentada a acercarme y comprobar si podía verme reflejada en ellos como si fueran un espejo. Tenía los pómulos elevados y pálidos, y los labios de un color cereza cortados. Su cara era una simetría perfecta que encajaba con su cuerpo alto y delgado.
—Lo siento pero, ¿Se supone que debo conocerte de algo?
No encontraba sentido a su pregunta. Lo había conocido hoy mismo, bueno, hoy había sabido su nombre. Pero aún así seguía siendo un total extraño para mí.
—No, olvida lo que he dicho —y salió de la cocina.
No lo volví a ver en toda la noche. Se había encerrado en su cuarto después de nuestra pequeña conversación y a mi me había tocado fregar sus platos ya que él ni siquiera se había molestado en quitarlos de la mesa. Seria guarro el tío.
Apagué todas las luces y entré en mi habitación. Estaba cansada, física y mentalmente. Sentía venirse todo encima de mí. Era como en aquel tiempo. Un nuevo comienzo. Sólo que este no presentía que fuera a ser mejor, que el anterior. Nueva escuela, nuevo compañero. Nada podía salir bien de esa mezcla tan explosiva.
♪♪♪♪
Desperté en medio de la madrugada gritando con el corazón martilleando en las orejas. Me levanté de la cama de un salto para abrir la ventana y que entrara el aire, que en ese momento sentía que me faltaba, en la habitación.
Eran pocas las veces que soñaba con mi padre. Con su ida. Pero en mis sueños él no era el único que se iba. Mi madre. Minho. Todos se iban. Me dejaban sola en medio de una habitación que se fundía en los colores negros y grises. Desde entonces esos sueños se convertían en mi peor pesadilla. El miedo a la completa soledad.
La ida de mi padre fue algo que me cambio por completo. Nunca volví a ser la misma, fui otra versión de mi misma con un escudo en contra de más partidas. Pero ese escudo cedía en mis sueños, desaparecía completamente dejándome desnuda ante el dolor. La brisa nocturna me acariciaba el pelo, intentando llevarse mis malos sueños y devolviéndome a una realidad en la que estaban tocando a mi puerta.
Abrí la puerta y la cara medio dormida de Mike me recibió. Al parecer lo había despertado con mis gritos nocturnos.
—¿Estás bien?
—Sí. Solo ha sido una pesadilla —el asintió con la cabeza y volvió a su puerta.
—Buenas noches— cerró la puerta. Siempre me dejaba con la palabra en la boca. Parecía que tenía practica para eso.
Volví a cerrar mi puerta y me senté en el borde de la cama después de cerrar también la ventana. El despertador marcaba las dos y media de la mañana y yo seguía demasiado cansada como para quedarme toda la noche despierta pensando en todo.
Me tapé con las sabanas hasta la cabeza y recé para poder dormir tranquila lo que quedaba de noche, si más visitas nocturnas del recuerdo de mi padre.
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Los Colores De Tu Música || 1° Parte
Roman pour AdolescentsSun perdió su risa cuando su padre se largó de casa. Mike perdió a sus padres en un accidente de coche de camino a Seul. Ambos se encontrarán compartiendo piso. Sun no quiere hacer amigos, no quiere sentir más dolor. Mike solo quiere averiguar p...