Capítulo 2: Conociendo al extraño

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Así que, ¿cómo imaginas que luciría un demonio en la vida real?
Yo diría algo así como una bestia de dos patas, peluda y de color rojo. O incluso quizá tendría cuernos y expulsaría fuego por la nariz.
En las películas, por lo general, son entes horrendos que toman posesión de las personas hasta el punto de matarlas y apoderarse de sus cuerpos.

Mi abuela me contó alguna vez que cuando ella era niña, su bisabuela, que se las daba de bruja, había hecho una especie de exorcismo a uno de los caballos que tenían en esos tiempos. Aquella señora era muy mágica y especial, y aunque todas las historias que mi abuela me contaba sobre ella eran rarísimas, yo jamás protesté que fueran falsas. Incluso, me gustaba tanto que me las contara que un día le pedí que me dejara grabarlas con la grabadora de mi celular, así cuando no la tuviera cerca podría escucharlas en cualquier lugar y a la hora que quisiera.

La abuela Anna ya me había hablado de demonios una vez, ella decía que los demonios eran las mismas personas, cuando se transformaban en seres frios, ególatras e individualistas. Ella decía que el abuelo Federico era un demonio.

Pero ¿qué había con Darren? Yo no era una persona totalmente escéptica, sí creía en ciertas cosas inexplicables, y ciertamente disfrutaba hacerlo. Me gustaba pensar que habían más de un millón de cosas que las personas jamás podríamos explicar, que por muy poderoso que se crea "el hombre", en realidad era una partícula minúscula, más que insignificante en todo eso que llamamos universo.

En primera instancia claro que dudé. En segunda, me volví receptora y dejé que me entregara toda la información qué él tenía para decirme, aunque se escucharan como puras burradas. Luego, ya en tercera y última instancia, analicé y elegí creer lo que de acuerdo a mis conjeturas era lo más sensato.

—Está bien para mí, creeré en lo que dices—, a mi parecer no tenía sentido alguno ponerme a debatir con aquel chico sobre la existencia de los demonios.  Por un lado cabía la posibilidad de que se tratara de un muchacho loco con el cual no habría forma de entrar en razón y sería mejor dejar en paz. Sin embargo, quizá decía la verdad, yo no podía dar algo por hecho todavía.

—Tu abuelo no está dormido, ¿sabes?

Darren corrió muy rápido hasta donde se encontraba mi abuelo y de una vez le quitó todas las mantas de encima, haciendo que estas salieran volando y cayeran al piso.
De manera sorprendente, yo no me moví ningún centimetro de mi lugar, incluso aunque antes me encontraba encima de las sabanas que de un momento a otro abandonaron la cama.

—Abre los ojos, anciano. Ella ya está aquí—continúo Darren. A mí me parecía que su actitud y el tono de voz que usaba eran de sobremanera irrespetuosos y bruscos.

—Mi abuelo está enfermo—solté, en lo que me ponía de pie y me acercaba al chico que, de acuerdo a la descripción de mi abuela Anna, ya comenzaba a notarse como todo un demonio.

—Eres igual de debilucha que él—observó Darren, parecía que me estaba haciendo una especie de examen con la mirada y a juzgar por cómo lo hacía, daba la impresión de que yo había reprobado.

—Quizá si te golpeara ya no acabarías diciendo lo mismo.

De acuerdo. Mi respuesta había sido provocadora, era muy consciente de ello. Pero en mi defensa, ¡Darren era un tipo muy extraño! Llevaba apenas minutos de interactuar con él y ya había hecho un montón de cosas raras.

—No estoy totalmente seguro de esto, pero creo que tu abuelo me ha jugado una trampa.

Nuevamente yo no entendía nada. Darren y yo no manejábamos la misma información.

—¿Podrías explicarme lo que acabas de decir?

El chico, que mantenía un rostro muy serio, me miró fijamente y en silencio por al menos unos diez horribles segundos repletos de incomodidad. Durante eso, traté de mantenerle la mirada fija, cual fue casi un imposible.

Confía En El DemonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora