Capítulo 7: Demonio tonto

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Había ocurrido un evento inusual. Mamá había discutido con el abuelo y éste la había enviado de vuelta a casa. 

Mamá, que era la hija que idolatraba a su padre con locura,  que de seguro daba su vida por él y que lo defendía hasta con uñas y dientes. No podía entender cómo había pasado, 
¡el abuelo no dejaba de sorprenderme! , o bueno, esta vez quizá sí me lo esperaba.

Todo había ocurrido mientras estaba en la fiesta durante la noche. Apenas llegué, a eso de las seis de la madrugada, mamá estaba en la sala con los ojos llorosos y las maletas hechas, aguardando por mí para marcharnos de inmediato.
Algo importante había acontecido. Me urgía preguntar por detalles, pero mi madre parecía estar demasiado sensible para hablar de eso.

La despedida con la abuela fue vacía. Ella no lloró, parecía ida, pérdida, ni siquiera pronunció una palabra, pero en el abrazo que me dio como adiós, sentí toda su preocupación,  cariño y las palabras no dichas.

—Tengo mucha hambre, ¿tú no?

Después de casi una hora de viaje en auto, luego de haber estado totalmente sumidas en el silencio, mamá había hablado.

—Podríamos detenernos a comer algo—sugerí. Ella me respondió con un asentimiento de cabeza, todavía podía notar que sus ojos estaban algo llorosos. 

Hicimos una parada en un local de comida rápida en medio de la carretera. Eran cerca de las ocho de la mañana y en el local prometían tener unos desayunos monstruosos, que lograrían llenarte por completo hasta por dos días. Dudamos en si pedir uno para cada una, o uno para compartir, al final optamos por la primera opción y cuando vimos llegar a nuestra mesa unos platos que parecía que tenían más de dos mil calorías cada uno, caímos en cuenta del delicioso error. 

—¿Está bien desayunar patatas fritas?—no buscaba que mamá respondiera a esa pregunta, yo ya sabía la respuesta, pero nada impediría que me comiera toda esa deliciosa y calórica comida.

—Comparte tus papitas y yo mi pastel, ¿te parece?—Por supuesto que acepté. Además de las papas, tenía un gran batido de chocolate, hot cakes montruosos, churros y coca cola con salsa de chocolate. Mamá, por su parte, tenía 3 diferentes trozos de pastel, pie de limón, bizcochos y café. 

—Tengo que tomarle una foto a esto, Dios... ¿por qué no traje mi cámara?

—¿Olvidas que tienes un teléfono con cámara, hija?

Puse los ojos en blanco—Mamá, la calidad es un millón de veces mejor.

—Uy, perdón—mamá hizo un gesto con la mano restándole importancia y soltó una risa bajita. Parecía que la comida había mejorado un poco su humor. 

—¿Vas a contarme qué ocurrió, mamá?

—Claro...—Mamá bajó la mirada a su plato, mostrándose evidentemente incómoda—Te contaré, pero  no todavía. Ha sido duro y no me encuentro bien. Tranquila, ¿sí? No hay nada de lo que debas preocuparte ahora.

Oh, si supieras, querida madre, el lío en el que acabé metida. 

—Entiendo, está bien... Cuando tú quieras lo hablaremos. 

Para cambiar el rumbo complicado de la conversación, comencé a hablarle a mamá de Peter, de la fiesta de anoche y... 

Oh no.
Peter.

Confía En El DemonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora